No se puede sustituir el pensamiento crítico por una conciencia sistemática falsa

El insulto, el agravio, la descalificación y groseros epítetos contra quienes adversan al régimen es el vocabulario que, cual guapo de barrio envalentonado y al unísono de destemplados gritos en los escenarios en los que actúan, asoman quienes se jactan de ser socialistas-chavistas y mal llamados bolivarianos, en sus discursos vacíos y llenos de odio, venganza, retaliación. Quienes hoy detentan el poder, en su rostro y verbo asoman  la miseria de su pasado, divorciados del lenguaje civilizador, decente y respetuoso que merecemos los venezolanos.

Los medios de comunicación y los periodistas no han escapado del abanico de insultos y ante el reiterado comportamiento del gobierno y la acrecencia del embate en su contra, observamos con marcada preocupación los recientes acontecimientos que han venido ocurriendo en estos días con comunicadores sociales, agredidos, insultados y algunos de ellos detenidos y encarcelados. Una de las manifestaciones más reiterativas por parte de Nicolás Maduro y sus voceros gubernamentales nos permite avizorar que vienen tiempos más difíciles aun para quienes tenemos el derecho y el deber de informar; pero ello no menguará nuestra lucha para que se cumplan los artículos 57 y 58 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Dada la experiencia puesta de manifiesto por las democracias pluralistas, es necesario recordar la aplicación de una cultura de valores proclive a la tolerancia y al entendimiento, que no es sino la garantía de la perdurabilidad de un sistema democrático y de una verdadera libertad de expresión y de prensa, de la cual está divorciado totalmente el actual régimen de Maduro, que cada día banaliza y degrada el discurso político, mediante la desvalorización de las palabras, la manipulación, visualización y orientación de la realidad en función de determinados intereses, tal como ocurre con el parte oficial que día a día da a conocer el ministro de Información de Maduro, de un suceso que como la pandemia generada por el coronavirus, mantiene al mundo entero en un estado de afectación por la pérdida de millones de personas fallecidas.

No se puede sustituir el pensamiento crítico por una conciencia sistemática falsa que funciona con frases, artilugios y muchas otras maneras desde el poder, pues la sociedad venezolana interpreta con fluidez los valores, conceptos y sus aspiraciones para resolver algunos problemas sociales y determinadas crisis, y entiende perfectamente lo que afecta existencialmente al pueblo y sus hombres.

Hoy en día todas las ideologías sufren los embates del aceleramiento de los cambios históricos, y el llamado socialismo ha sufrido una fuerte derrota, como consecuencia del desencanto producido por el fracaso de la utopía comunista, que ilusionó a tanta gente durante más de siglo y medio.

Solo los gobiernos autoritarios imponen su voluntad sobre la Constitución y las leyes, conculcando los derechos humanos y los procesos institucionales democráticos. Pueden ser civiles o militares, de izquierda o derecha o sin definición ideológica. Los lideran, casi siempre, caudillos arbitrarios. Llegan al poder por la fuerza y a veces por la voluntad del pueblo, pero no renuncian al autoritarismo. Venezuela es un ejemplo a citar, y salta a la vista las graves consecuencias que derivan de ello.

El hecho radica en que sus vicios y maldades los achacan a sus rivales de la oposición, a quienes culpan de todas las desdichas de los pobres, que a la postre pretenden culpar de la ineficiencia del Estado porque no pagan los impuestos, pero que en contrapartida reciben beneficios como la caja CLAP, bonos de obsequio con la tarjeta de la patria, y demás artilugios populistas y demagógicos. Su fin, perverso por lo demás, es endilgar sus errores propios y ajenos para convencer a la masa popular de que para salir adelante, no hace falta trabajar ni superarse, sino quitarle los privilegios y posesiones a los que siempre los han tenido.

Las opiniones de algunos analistas políticos al definir el chavismo como ideología, son encontradas y van desde quienes no ven en el movimiento ideología alguna, sino una mezcla ecléctica, cuyo único objetivo es justificar la toma del poder y la permanencia en él, mientras que otros lo conciben como un intento de reactualizar el socialismo (socialismo del siglo XXI) y de radicalización democrática, o simplemente como una imitación de Cuba, que es lo que claramente salta a la vista, si observamos todo cuanto gira alrededor de las políticas (¿) de Estado, aplicadas en los últimos tiempos por el régimen de Nicolás Maduro.

No olvidemos que en sus discursos apelan al resentimiento, que es el caldo de cultivo con el que mantiene viva la luz y esperanza de quienes como hipnotizados aplauden, ríen y festejan la tragedia de sus propias vidas.

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@_toquedediana

 


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