“Calla, calla y no digas nada, ni siquiera para salvarte.

 Guarda la lengua, escóndela, trágala, aunque te ahogue,

 como si te la hubiera comido el gato.

 Calla, y entonces sálvate”.

Javier Marías en “Tu rostro mañana”

He visto el video en el que Manuel Rosales despacha en cinco minutos la responsabilidad del régimen en la destrucción del país y, el resto del video, más o menos 30 minutos, responsabiliza a los sectores opositores de lo mismo, incluso, nos estremece a todos cuando se atreve a mencionar “la soga en la casa del ahorcado” cuando habla de la manera dispendiosa y ostentosa de vivir los sectores opositores en el exilio (como le gustan las cantidades en dólares señala que algunos de los exiliados hasta llegan a “ganar” 20.000l dólares al mes); a quienes acusa de ser los responsables de la muerte de los jóvenes en los eventos violentos conocidos como “guarimbas” (Rosales usa el mismo lenguaje del chavismo para calificar la protesta, lo que dice mucho de cómo el chavismo ha implantado su narrativa en el propio seno de cierta dirigencia opositora).

No sé si Rosales se ha percatado de cómo una significativa parte de los venezolanos, incluso los habitantes del Zulia, le han retirado la confianza. Quiero recordarles que Rosales no siempre fue como ahora es. Hubo un momento que nos emocionó y hasta celebrábamos, como ocurrencias (¿filosóficas?) sus naufragios verbales y, no decir, de la manera como llegó a ponerle, como cuernos, apodos a Chávez: “mentirita fresca”, “tronco seco”, lo llamó en más de un mitin y logró que la oposición, que estaba desaparecida, resurgiera con su candidatura para las elecciones de 2006, en las que se enfrentó a Chávez y tuvo más de 4 millones de votos.

Es algo que muchos se lo agradecimos, porque produjo un renacer de esperanzas y de nuevos anhelos que se habían perdido cuando Chávez regresó con un Cristo en la mano el 14 de abril de 2002, después del golpe de abril de ese año.

Bueno, a decir verdad, Rosales no ha sido el único líder político venezolano al que se le ha retirado la confianza, al día de hoy no se le tiene confianza a la mayoría del liderazgo político venezolano. Pero, hay pérdidas de confianza e instalación definitiva de desconfianza que han sido dramáticas, por ejemplo, el caso de Carlos Andrés Pérez o el caso de Eduardo Fernández, sobre quien ha caído una especie de maldición gitana y nadie le cree, con todo y que Fernández,  es un dirigente  honesto, inteligente y que desde que nació fue criado para ser presidente de la República, cuestión que se le frustró la misma noche que defendió la democracia, el 4 de febrero de 1992, pero la gente creyó que estaba defendiendo a Pérez, a quien poderes muy poderosos ya le habían deteriorado su liderazgo, antes de la emergencia de Chávez.

Bueno, debo decir que él, Carlos Andrés Pérez, también había contribuido al retiro de la confianza de la gente en su liderazgo y en su persona. Recordemos que en su campaña electoral de su segunda presidencia le ofreció al venezolano regresar a los buenos días de la década de los setenta, durante su primera presidencia. Pero el país había cambiado, no era el mismo país de la década de los setenta y, Pérez, también había cambiado. No era el mismo, creo que era mejor, pero nuestra gente que parece no cansarse de equivocarse, irresponsablemente apoyó su defenestración.

Claro, Rosales no tiene la dimensión política ni humana de los dos dirigentes antes nombrados, pero las razones por las que la gente le ha retirado su confianza son casi las mismas. Él tampoco es el mismo, o ¿sí? y no nos habíamos enterado hasta ahora.

He revisado, por curiosidad, viejos videos de María Corina Machado, por puro morbo, para ver si en su narrativa ha habido cambios, un punto de inflexión, en la que se descubra algún atisbo de inconsistencia en su manera de concebir la política, las cosas y la misma vida; pero, no. Su gramática ha sido la misma. La MCM de hoy es la misma que en el año 2007 le dijo a Chávez, en su cara, que “expropiar es robar” y en 2011, cuando acusó a Chávez y a su ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Maduro, de renunciar, prácticamente, al Esequibo, a cambio de contar con los votos del Caricom.

Esa consistencia, esa manera de ser la misma en todo tiempo y situación es una diferencia entre la Machado y Rosales.

Machado sigue siendo la misma y Rosales ya no es el mismo, así que, mientras la primera concita emoción y se convierte en una suerte de sentimiento nacional, Rosales, hoy sufre la desconfianza de los que antes le seguían. Un cambio importante, pues en un inicio cuando regresó de Panamá y la gente solo sospechaba de un acuerdo con el régimen, lo trató con cierta indulgencia; pero ahora, después de la percepción del daño que él mismo le ha producido a la unidad, la relación de la gente con él es negativa.

Y como dice el poeta: “La confianza es como el alma, nunca vuelve al cuerpo que se deja”, palabra de Shakespeare, amén.


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