Lo que sucede en Venezuela no es una crisis cualquiera, es una crisis total y no tiene límites. La crisis nacional no se refiere a los tiempos de escasez, a la megainflación, a la devaluación del bolívar ni al imposible costo de la vida, no. La crisis venezolana va mucho más allá de eso.

La crisis venezolana afecta a todos y en todo momento; es indescifrable, aterradora y aniquiladora de todo lo que nos representa como nación, así de simple.

La crisis es económica, pues un país que vivió un ingreso petrolero descomunal, exponencial e, incluso, desmedido, hoy se encuentra sumido, postrado y ahogado por las más diversas problemáticas del orden financiero, monetario y económico.

La economía venezolana es improductiva, es obsoleta y paralizada; aquí no producimos prácticamente nada, pues lo poco que aún quedaba en pie –luego del rentismo petrolero– fue pulverizado por el saqueo y las políticas socialistas implementadas por el chavismo-madurismo.

No quedó nada, no dejaron nada sano. El socialismo término de asfixiar el espíritu productivo de miles de venezolano, y salvo valientes emprendedores, pocos empresarios y aguerridos inversionistas aún queda algo con vida. Sin embargo, la economía como un todo se encuentra descalabrada.

La crisis es política, pues tenemos un régimen que no es reconocido por millones de venezolanos y que es desconocido por los más influyentes países del mundo.

Maduro ejerce el poder, de esto no cabe duda; pero el 90% de los venezolanos no lo quiere, y se aferra a Miraflores basado en su control de las instituciones del Estado y de la Fuerza Armada Nacional o lo que queda de ella, así de sencillo.

No obstante, la crisis política no sólo depende de Nicolás Maduro, sino de la oposición que –quienes la han dirigido hasta ahora– no ha podido establecer una política eficiente, coherente y precisa que permita generar el cambio político que el país exige.

Y esto ha ocurrido, pues esa oposición representa otra cara de la misma moneda.

Es decir, son otros socialistas, quizá más moderados, pero igualmente socialistas.

Además, es responsable decirlo, muchos opositores no hacen oposición con el afán de llegar al poder sino por obtener algún tipo de beneficio personal o grupal.

La crisis de este país radica también en el aspecto moral, pues una parte de esa clase dirigente ha dado demostración de su carencia de ética y de respeto a la ciudadanía. Se ha dejado llevar por el desenfreno de la codicia, las ansias de poder y la avaricia. Pecados mortales de una dirigencia insana.

La crisis venezolana es económica, es política, es moral, es social (cada vez más venezolanos pasando hambre, sin empleo, sin estabilidad, sin dinero en sus bolsillos), es una crisis compleja, violenta y criminal que golpea una y otra vez a millones de ciudadanos.

Y ¿cómo salimos de esta crisis total? La única forma de hacerlo es bajo la dirección de una líder que sí quiera salir del régimen, de una mujer que tenga coraje, moral, planes, estrategia y que hable claro a la nación.

Solo lo haremos con un plan político serio y una estrategia económica firme, coherente y viable, y la única persona que tiene todas estas características y puede lograr todos estos pasos se llama María Corina Machado. Punto.

Sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.


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