Una vez más la figura de China aparece como la causante un desarreglo mundial de grandes proporciones que amenaza, además, por extenderse en el tiempo. ¿Cuánto hay de cierto en que la crisis de los contenedores está siendo manejada en este país con intereses políticos o económicos bien definidos para continuar afianzando la gravitación que ese gran imperio tiene en el comercio mundial?

Un repaso a lo que ha estado sucediendo en las cadenas de comercialización del mundo entero en los dos últimos años arroja luces sobre el rol que China pudiera tener en los descuadres en el transporte marítimo, el componente más importante en el tránsito de bienes a lo ancho del globo terráqueo y un factor determinante en el precio final de los productos que se consumen.

El caso es que una cascada de eventos que se registraron desde el segundo trimestre del año 2020 está enfrentado al mundo hoy a una crisis que se expresa a través de una escasez sostenida de contenedores. Se trata de un desacomodo de colosales proporciones que provocó un efecto pernicioso en los suministros y entorpeció notoriamente el comercio en una escala global.

Como punto de partida está el hecho de que durante 2020 las poblaciones de todo el planeta, impedidos como estaban de adquirir servicios personales por la aceleración de los contagios de COVID y las limitaciones de transporte y de contacto dentro de sus comunidades, se volcaron a utilizar buena parte de su ingreso en comprar muchos más bienes. En respuesta a este incremento inesperado y desmedido de la demanda, las cadenas de suministros del mundo se exponenciaron por igual produciendo, al cabo de pocas semanas, un congestionamiento de inmensas proporciones en los puertos de talla encargados de recibir las mercancías que surcan los mares dentro del comercio mundial. Los grandes cargueros del mundo, compelidos a retomar sus rutas marítimas sin retardo, comenzaron a dejar en los grandes puertos de destino los contenedores transportados sin esperar a que sus contenidos fueran descargados. Lo que sobrevino a este fenómeno de contenedores vacíos en todos los destinos fue un impacto en los puertos de exportación donde las cargas por despachar al mundo comenzaron a apilarse sin poder ser embarcadas por falta de contenedores.

China es un eslabón de calibre en el flujo de los intercambios por el conjunto de bienes, insumos y materias primas que coloca en los mercados: China exporta 2.591 billones de dólares, lo que es igual a la suma de exportaciones de Estados Unidos, Japón y Francia. Además, dentro de su geografía se ubican tres fabricantes de contenedores que proveen 80% de la demanda mundial. No se nos escapa que la capacidad de adaptación a la demanda incremental de este tipo de empresas no solo ha sido lenta sino, además, prudente, ya que de lo que no se trata es de invadir el mercado con un contingente irresponsable de contenedores.

El efecto inflacionario que ha tenido la crisis de contenedores lo estamos sintiendo en los bolsillos de los ciudadanos de todas las latitudes. Pero atribuir a las empresas chinas fabricantes una responsabilidad desproporcionada al querer mantener alto el precio de sus productos con una producción mermada, es desconocer los elementos que son más determinantes, en el precio final de lo transportado. Como el flete, por ejemplo.

Así que, sin ánimo de sobresimplificar una crisis de muchas tangentes, lo correcto es atribuirle a la pandemia del COVID a lo largo del año 2019, la responsabilidad de este poderoso desarreglo en la cadena de suministro de bienes al mundo entero.

 


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