Ayer se cumplieron cinco años de la fecha cuando Venezuela entera quedó a oscuras, sin electricidad, a partir de las 5:00 de la tarde de ese duro día.

La prolongada crisis eléctrica de Venezuela, que ha sufrido bajo el peso de apagones masivos y una infraestructura deteriorada, no es solo un problema técnico. Es un síntoma evidente de una enfermedad más profunda que corroe los cimientos mismos de nuestra sociedad: la falta de transparencia y la necesidad imperante de renovación política.

Durante años, los venezolanos hemos vivido en la oscuridad, tanto literal como figuradamente. Los cortes de energía se han convertido en una constante, afectando no solo la calidad de vida cotidiana sino también socavando la debilitada economía del país. La corrupción rampante, destacada por informes como el de Transparencia Venezuela, que señala el desvío de una suma astronómica destinada a la mejora del sistema eléctrico, ha dejado al descubierto la magnitud del problema.

Todos los estimados refieren a decenas de miles de millones de dólares robados a los venezolanos con el pretexto de supuestas inversiones del gobierno en el servicio eléctrico.

Este escenario exige más que soluciones técnicas. Requiere una reconstrucción de la confianza en las instituciones del país, un bien precioso que se ha erosionado con el paso de los años. La transparencia en la administración de recursos, procesos de licitación abiertos y competitivos, y una auditoría constante, son medidas esenciales. Sin embargo, estos cambios solo pueden tomar raíz en un terreno fértil, uno renovado por un cambio político significativo.

En este contexto, la figura de María Corina Machado emerge no solo como un símbolo de la oposición, sino como una posible portadora de este cambio necesario. Su liderazgo promete no solo abordar la crisis eléctrica desde una perspectiva de transparencia y eficacia sino también ofrecer una nueva visión para Venezuela, una que se aleje del ciclo vicioso de corrupción y malversación que ha caracterizado al gobierno actual.

La situación de Venezuela es, sin duda, compleja y la solución a su crisis eléctrica no será instantánea ni sencilla. Sin embargo, es imposible ignorar la voz de millones de venezolanos que claman por un cambio, por una gestión que valore la transparencia y busque soluciones reales a problemas acuciantes.

El camino hacia la recuperación será largo y estará lleno de desafíos. Pero con un nuevo liderazgo dispuesto a implementar reformas valientes y transparentes, Venezuela podría finalmente comenzar a ver la luz al final del túnel. La crisis eléctrica no es solo un problema de infraestructura; es un llamado a la acción para todos los venezolanos y para aquellos en el poder, un recordatorio de que el tiempo para el cambio no solo es necesario, sino que es ahora.

No pretendo simplificar la complejidad política de Venezuela ni idolatrar figuras de la oposición sin crítica alguna. Quisiera destacar la imperiosa necesidad de transparencia y renovación como fundamentos para cualquier solución duradera. La esperanza de una Venezuela mejor reside en la valentía de sus líderes para implementar cambios reales y en la fuerza de su gente para exigir y sostener esos cambios. La crisis eléctrica es una batalla en una guerra más amplia por la democracia y la justicia social en Venezuela, una que requiere el coraje para imaginar un futuro diferente y la determinación para hacerlo realidad.


Sobre el autor: diputado, ingeniero electricista (IUPFAN), MSc Finanzas (IESA), Master en Negocios Internacionales (Tulane), CAS Políticas Tecnológicas (ETH-Zürich).


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