Karim Khan

La semana pasada me hacía eco de un rumor que se oficializó días después: Karim Khan vendría a Colombia y Venezuela. Ya estuvo allá y, en el instante en que usted lee este artículo, debe estar cumpliendo su «visita» a nuestro país. Tiene previsto entrevistarse con el régimen de Maduro (tal vez ya lo hizo) y con organizaciones no gubernamentales. En un plan de complementariedad para atender las denuncias por delitos de lesa humanidad que reposan en la Corte Penal Internacional y que, por supuesto, involucran al Estado venezolano.

En Colombia se decidió a cerrar definitivamente la investigación, previo ofrecimiento de algunos compromisos por parte del gobierno. Esperamos que en Venezuela se decida a abrirla. A sabiendas de todo el historial y de que este régimen macabro incumple cualquier compromiso, incluidas allí la Constitución y la serie que se quiera elegir de los acuerdos internacionales, comenzando por los derechos humanos. Me luce de muy buen augurio para quienes deseamos justicia para con la memoria de las víctimas, así como para sus familiares, la sociedad venezolana y la humanidad, el hecho de que se contraponga y se anteponga la actuación de Iván Duque. Por algo Khan acudió primero a la tierra donde murió Bolívar. Me luce, o caprichosamente me da porque me luzca, un indicio de que aquello va antes, como premio y reconocimiento a los avances, mientras acá se viene la contraparte final. El sablazo feroz. El capítulo turbio de la novela.

Esto porque no existe manera alguna de esconder bajo ninguna alfombra la sangre derramada. No hay ocultamiento posible de la terrorífica realidad impuesta por este régimen a los venezolanos. Las marcas de las muertes y su recordación estarán por siempre aquí. Las de los atropellos por detenciones arbitrarias también, las de las torturas y agresiones sexuales igual. La FAES se burla con su sola existencia no solo de Michelle Bachelet, quien ha solicitado en repetidas oportunidades su eliminación como cuerpo, se burlan del mundo y el régimen de Maduro con ellas en general. Cambiar los centros de reclusión de los presos políticos unas horas antes de la llegada del fiscal no los hace menos presos, ni menos hacinados, ni menos atropellados en sus derechos, ni los reivindica; muy al contrario, los expone mucho más. Las señales quedarán en las cárceles de Los Teques, ahora retocadas y perfumadas por si a Karim Khan se le ocurre ir. También en La Tumba o El Helicoide. Pero el fiscal no viene desprevenido. Sabe, y sabe que estos bichos saben que él sabe cuanto saber necesita.

Estoy convencido de que la apertura de la investigación a Venezuela, al régimen criminal de Nicolás Maduro, por parte de la Corte Penal Internacional puede significar un importante e indispensable giro no sólo jurídico sino político para la tan lamentable situación venezolana. Tal vez hasta allá no alcance a vislumbrar el novísimo fiscal. Pero no dudo que viene superbien orientado.

Karim Khan tiene una excepcional oportunidad de hacer historia jurídica y política en Venezuela, Latinoamérica y el mundo. No creo que la vaya a desperdiciar. Me avergüenza profundamente que tenga que ver a la cara en esta situación y no en el juzgado, por lo pronto, a estos miserables. Que deba estrechar al desgaire sus manos enrojecidas. Ojalá llegue aquí con guantes gruesos. Algo me dice, después de lo revisado, que no será la única vez esta primera, ni será en iguales condiciones cuando vuelva a ocurrir que los mire a los ojos. A nuestro país el futuro le tiene guardada una resolución placentera. La firma del fiscal de la CPI me parece que estará sellando buena parte de ese respiro definitivo que, después de tantos años de angustia impuesta y crueldad desatada, nos merecemos, indudablemente.


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