De

Fue una buena oportunidad haber participado en pertinente seminario sobre la incidencia de la corrupción en la estructura productiva y el desarrollo socioeconómico de América Latina y el Caribe. Evento organizado por el SELA y el CLAD, ambos organismos internacionales con sede en Caracas, y  con la participación de un grupo de expertos que apuntalaron sobre las devastadoras consecuencias de la corrupción para la población y su incidencia en la credibilidad y legitimidad de las instituciones públicas. Tal como lo indicó el secretario permanente del SELA, embajador Clarems Endara, “es un hecho que la apropiación y el desvío de fondos públicos en beneficio de particulares y de pequeños grupos son distorsiones con un efecto devastador en la calidad de vida de los ciudadanos al generar menos servicios y de menor calidad”.

Los ponentes, estudiosos del tema, reaccionaron ante preguntas tales como: ¿Se ha reducido la productividad como consecuencia de las prácticas clientelares? · ¿Cuánto puede influir el clientelismo en el PIB de las naciones? · ¿Cuánto nos cuesta a los ciudadanos la corrupción? · ¿Cuál es la relación entre la corrupción y las tasas de inversión? · ¿Cuáles son los efectos de la corrupción en el proceso de formación de capital humano o en la inversión extranjera directa? · ¿Se benefician las empresas privadas de los mecanismos de facilitación en la corrupción? · ¿Qué relación existe entre el gasto improductivo y la corrupción? Lograron pasar revista a la realidad del fenómeno, las consecuencias en la calidad de vida, en los desarrollos de infraestructura, en acceso a la educación, la salud entre otras consecuencias de esta práctica perversa y tan antigua como la misma organización social del hombre.

No fueron pocas las importantes afirmaciones y hallazgos que compartieron los expertos: Raimundo Soto, Roberto de Michele, Manuel Viloria y Alejandro Esteves, quienes, como estudiosos del fenómeno desde distintas trincheras, le confirmaron a la audiencia que la corrupción deteriora la confianza pública, causa pobreza, que por cada dólar que se roban se destruyen diez y que la corrupción induce a la apatía y participación política. Es precisamente la desconfianza en las instituciones y su capacidad de sancionar a los corruptos lo que genera suspicacia general en los objetivos reales del quehacer político. Por supuesto, la corrupción no es una exclusividad del sector público, la cuota de responsabilidad del sector privado y de la parte de la ciudadanía que asume la corrupción como un designio fatal de la sobrevivencia, aunque en menor proporción igual se reparten la carga.

Roberto de Michele, especialista del BID, afirmó que la corrupción no solo consume la confianza de los ciudadanos sino también la de los inversionistas extranjeros que no quieren apostar en países en donde las reglas de juego no sean transparentes. A mayor índice de corrupción menos atracción de capitales formales y puerta abierta para capitales especulativos y de dudoso origen.

Los panelistas coincidieron en la importancia de los órganos de control y la utilización de las nuevas tecnologías para el monitoreo de ingreso de recursos y sus respectivos manejos. Sin duda, los países necesitan la modernización de los    sistemas judiciales, órganos de control independientes más sofisticados  para hacer seguimiento, una mayor profesionalización de los servidores públicos y bien remunerados, además de reglas de acceso transparentes y la simplificación administrativa como un mecanismo para contrarrestar las instancias que frenan la nitidez de la acción pública.

Los índices globales de corrupción que presentaron los analistas son pocos alentadores en lo que se refiere a nuestra región, sin embargo, también señalaron experiencias positivas basadas en la lucha contra la corrupción que se generan por la voluntad política de enfrentarla, el uso de tecnologías que reducen la cadena de intervención, así como la posibilidad de un mayor acceso de la ciudadanía a la información sobre el manejo de los recursos públicos. Mientras más abierta la información será más fácil detectar el mal manejo de los fondos.

Sin duda, la corrupción aquistada en las entrañas de nuestras patrias en una tragedia. Muchos ciudadanos se desploman ante la denominada trampa social, en donde sin querer o como mecanismo de sobrevivencia caen en las garras de la corrupción practicándola, apoyándola o hasta favoreciéndola. Cuántos no siguen dándole oportunidad a políticos que han utilizado las arcas públicas para su beneficio y de su entorno. En fin, un tema complejo, que se combate de muchas maneras, pero sin duda, la educación y los cimientos éticos que se originan en la formación y en la familia son las estructuras más sólidas para combatir este flagelo que tanto daño les hace a nuestros países.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!