La historia de la corrupción política es vasta e ininterrumpida, estando lamentablemente presente en todos los tiempos, culturas, sectores y sistemas políticos. Sin embargo, el hecho a destacar viene dado por crear los mecanismos y dispositivos institucionales que se traduzcan en mayores controles de este flagelo. Además, los supuestos e indicadores de la corrupción como práctica, actitud y comportamiento desviado asumen una gama amplia que oscila desde el soborno, la extorsión, los arreglos, las alteraciones fraudulentas de diverso tipo (un concurso, una licitación, una decisión, etc), las malversaciones y fraudes, manejo especulativo con fondos públicos, la parcialidad, la colusión entre otros.

En fin, la corrupción de manera general se puede definir de acuerdo con Francisco J. Laporta como el monopolio de la decisión pública más discrecionalidad de la decisión pública menos responsabilidad (en el sentido de obligación de dar cuentas) por la decisión pública. Es decir, la corrupción sería a grandes rasgos toda transgresión de normas en un determinado orden social, ya sean normas morales como violación de normas jurídicas.

Ciertamente, el fenómeno de la corrupción política se presenta como un rasgo casi distintivo y característico de los gobiernos y administraciones públicas en nuestra región latinoamericana, donde Venezuela no es bajo ningún caso la  excepción. En nuestro país dicho flagelo se ha convertido casi ya en un oficio, práctica y arte que se manifiesta a lo largo y ancho de nuestra geografía y en una diversidad de situaciones (tráfico de influencias, malversación de fondos, comisiones, obtención de cupos en la universidad, becas, ascensos militares, otorgamiento de permisos, concesiones y patentes, etc.) pasando por el soborno, la extorsión hasta los arreglos para un pasaporte hasta una sentencia de algún tribunal.

La corrupción como práctica degenerativa implica necesariamente una violación de las normas morales y jurídicas, de allí que dicho fenómeno incluya desde la desmesura, abuso, inmoralidad en el empleo y manejo de fondos públicos hasta incluso la compra de decisiones políticas. Como afirman algunos autores la corrupción debe ser abordada como una enfermedad social. Evidentemente, la corrupción no distingue economías, culturas, religiones, ocupaciones y sistemas políticos, lo que sí es cierto es que se presenta como un factor y fenómeno que está a la defensiva y se encuentra en incremento en muchos de nuestros países, donde observamos el desarrollo de redes clientelares, y una especie de círculos de productores y consumidores de actividades y procesos que se desprenden de esta.

Además, debemos de mencionar la diversidad de efectos y consecuencias donde destacan la distorsión en cuanto a la asignación eficiente y fundamentada de bienes, por otra parte la corrupción genera valores negativos o antivalores, crea situaciones de desconfianza, genera alteraciones en las escalas de valores y el sistema de incentivos, y entre otras cosas crea una especie de clase, grupo o clan dedicado a la búsqueda de dineros y rentas fáciles.

Por supuesto, sin contar con los efectos sobre la imagen, autoimagen, autoestima y credibilidad en el país, en el sistema por parte no solo de la comunidad internacional, de las instituciones y organismos, sino por parte de nuestros ciudadanos donde al parecer el fraude, la picardía, la trampa, y la evasión se convierten en la ley, y donde los valores básicos como el trabajo, la honradez y la  justicia pasan a ser la excepción.

El Índice Transparencia Internacional constituye uno de los estudios estadísticos más importantes en el tema de la corrupción al medir, cuantificar y caracterizar a la corrupción como práctica degenerativa muy presente en algunos países latinoamericanos. La corrupción como práctica degenerativa en Venezuela se traduce en que un país como Venezuela al cual han ingresado presupuestos exorbitantes (básicamente por renta petrolera) que no caben en ninguna calculadora, no tengamos recursos para hospitales, universidades, para mejorar los servicios públicos, para tener mejor infraestructura (puentes, distribuidores, autopistas, viaductos, etc), postes de luz, Internet, agua potable, etc., porque ese dinero y partidas han sido precisamente malversadas.

El tema de la corrupción se halla en la palestra y debate en países como Italia, España, México y por supuesto el nuestro. Demás está decir que necesitamos crear dispositivos capaces que detecten y de alguna manera frenen las prácticas de corrupción. La corrupción es una de las enfermedades más notorias de la V República. Pareciera que hoy la corrupción galopa y es emblemática, se reproduce como un cáncer o mejor dicho hizo metástasis. El gobierno está inmerso en un círculo vicioso donde hay demasiada gente involucrada creando un sistema de complicidades que ha tomado tales proporciones que pareciera no es posible atajar.

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