Si yo fuera Maduro, cosa que para nada deseo, estaría temblando de miedo y preocupación. Es de gran significación que María Corina Machado se le haya parado de frente el pasado domingo y lo sentara en el piso por seis minutos para decirle sus verdades. En brevísimo espacio de tiempo, Machado le dijo a Nicolás lo que era menester. Como era de esperarse, en todo Miraflores se sintió el impacto del fuerte disgusto. No era para menos: al líder que quieren los cubanos en Venezuela no lo desean ni los mosquitos que están en Etiopía. Lo insólito de todo el berenjenal es que el conductor, que se hace llamar revolucionario, insista en seguir una ruta colmada de espinas y tormentosos nubarrones.

Pero el desaguisado no termina ahí. Buscando la manera de voltear la tortilla, el conductor de Miraflores tomó la infeliz vía del ataque irracional. Figuras importantes vinculadas a Machado han sido detenidas arbitrariamente con el descarado propósito de desanimarla y que se haga a un lado. En realidad, hay que tener muchos riñones para actuar de modo tan descarado. Se pone así de manifiesto que, con las estrambóticas acciones que ahora se están llevando a cabo, se perdió la discreción y capacidad natural para juzgar y actuar correctamente.

No hay duda de una cosa: cada día de permanencia de Maduro en Miraflores equivale a mayores sufrimientos para los venezolanos. Si Nicolás actuara de manera racional y pensando en el bienestar de sus compatriotas, buscaría la manera de alcanzar una transición que beneficie a todos: sirios y troyanos. Pero su orgullo y ego extremo no le permiten dar pie con bola. Los sin sentidos son una constante en su proceder, así como en el accionar de ese entorno que menosprecia todo vestigio de racionalidad. En condiciones como esas -y aunque pretendan ignorarlas- la debacle está frente a ellos.

Un gobierno en el que siempre ha imperado el terror no podrá ser recordado como algo que haya valido la pena. El hecho mismo de que en la gestión de Hugo Chávez se haya publicitado una imagen de Simón Bolívar que no se corresponde con la real y verdadera de nuestro Libertador, fue y sigue siendo un craso desafuero. La sangre española corrió con fuerza por sus venas, lo que no le impidió luchar por la libertad de la tierra en que nació y ser venerado por colombianos y venezolanos.

El desespero conduce inexorablemente a la sin razón, lo más cercano a la locura. Pero siempre hay tiempo para dar marcha atrás. La ampulosa revolución del difunto Hugo Rafael Chávez Frías y el todavía activo Nicolás Maduro Moros está llegando a su final; la mayoría del país y del mundo democrático lo perciben claramente. ¿Es que acaso ellos serán felices si Venezuela se transforma en un campo de batalla sin control? La cordura siempre debe imponerse. Roguemos para que así sea.

 

 


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