Foto EFE

La Cumbre Mundial del Clima, llamada COP28 porque ya van 28 cumbres, se realiza en Dubái, ciudad de los Emiratos Árabes Unidos, que es un estado petrolero líder en la producción de este combustible fósil, principal responsable del calentamiento global. El presidente de la cumbre es el Sultán Al Jaber, director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi (ADNOC), la compañía petrolera de propiedad de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) considerada como la cuarta más grande del mundo, con una producción de cerca de 140 millones de barriles y que se encuentra en plena expansión.

El rey Carlos III del Reino Unido dijo en la instalación de la COP28: «Nuestra propia supervivencia estará en peligro, a menos que restauremos la economía de la naturaleza”; pero él y su comitiva llegaron en un vuelo privado, al igual que el primer ministro Sunak y el secretario de Asuntos Exteriores, David Cameron. Tres aviones privados distintos. Más allá de los discursos, los británicos están impulsando nuevas licencias de petróleo y gas y retrasando las medidas sobre automóviles eléctricos y calefacción doméstica. “Solíamos ser un líder climático. Ahora estamos retrocediendo”, dijo un diplomático inglés en la cumbre.

Por su parte, António Guterres, secretario general de la ONU, en su discurso dijo: “Estamos viviendo el colapso climático en tiempo real”. Entre otras frases elocuentes, afirmó: “El calentamiento global récord debería provocar escalofríos en los líderes mundiales. Y debería impulsarlos a actuar”. Y fue muy gráfico: «No podemos apagar un planeta en llamas con una manguera de combustibles fósiles».

Sin embargo, hay grandes poderes económicos empresariales haciendo todo por retrasar lo posible el fin de los combustibles fósiles, entre ellos los grandes patrocinantes de esta Cumbre, como los propios Emiratos Árabes Unidos y su empresa petrolera bandera, otras empresas petroleras y empresas contratistas, grandes bancos que financian proyectos fósiles y gigantes tecnológicos.

El “combo” de patrocinio más caro cuesta cerca de 8 millones de dólares y ofrece al que lo pague, entre otros beneficios “la oportunidad de hablar en los actos de la presidencia de la COP28”. Uno de los titulares de la prensa especialidad dice: “La COP28 en manos de las petroleras”. Es necesario agregar y en manos de los grandes bancos e intermediarios financieros.

No asisten los presidentes de los dos países que más contribuyen al calentamiento global, Estados Unidos y China, pero la vicepresidenta Kamala Harris lleva la promesa de aportar 3.000 millones de dólares. El papa Francisco, muy comprometido con el desarrollo integral y una nueva ecología, no puede asistir por sus problemas de salud. En cambio, van desfilando los políticos repartiendo culpas y escondiendo sus pobres compromisos y magros resultados, con excepciones por supuesto, como la modesta Portugal que se acerca a la meta del 100% energías renovables, junto a los países nórdicos.

La propia COP28 es una paradoja, pues según la organización  Climate Intelligence Unit, dejará probablemente la mayor huella de carbono, con casi 100.000 delegados, 400.000 visitantes y el movimiento de unos 500 aviones privados. Se comenta que la cita de Dubái es una excelente oportunidad para hacer buenos negocios, entre tanto es una de las cumbres donde el protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil será menor.

En todo caso, se trata de una cumbre que se celebra frente al borde de un abismo, y eso lo saben todos, aunque el poder de las corporaciones mundiales pueda hacer que se den algunos pasos adelante.


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