En honor a la verdad, la actual carta magna venezolana fue diseñada a la medida y conveniencia del chavismo para tomar el control del Estado. Nuestros políticos tradicionales han pretendido defender al país del régimen, amparándose precisamente en esa Constitución que ha sido parte de la génesis del problema nacional. Debemos ser firmes en la construcción de una Sexta República —que esté libre de elementos como Maduro—elaborando nuevos modelos y leyes que blinden para la posteridad a la democracia. Para hacerlo posible, necesitamos una nueva estirpe de hombres y mujeres que quieran hacer política desde lo social y desde el conocimiento científico. Gente realmente preparada para llevar las riendas de una de las naciones más ricas en recursos naturales del planeta: Venezuela.

La Quinta República surgió de las tretas de Hugo Chávez, quien ya tenía definidas sus intenciones de manejar a Venezuela como su bodega personal. Para lograr su acometido utilizó a su favor un nuevo ordenamiento jurídico, que diseñó sin encontrar un freno en la extinta Corte Suprema de Justicia.  Menos frenos encontró en el Consejo Nacional Electoral. Los políticos que más vehementemente se opusieron a la nueva constitución aquel año de 1999, finalmente acabaron por aceptarla y hoy en día la citan buscando protegerse bajo las faldas de una carta magna que nació en el marco del proselitismo político.

Lo primero que hay que hacer es depurar a nuestras instituciones de los corruptos y barrer al chavismo y madurismo de nuestro país. Cuando la libertad sea restablecida hay convocar a los venezolanos a la discusión de un nuevo modelo nacional, en el que se pueda crear una nueva constitución que devuelva la democracia y el espíritu de progreso que requiere el Estado.

En la Sexta República, el país tiene que abrir las puertas a la inversión privada y también se debe cambiar nuestro sistema de educación, teniendo  como referencia ejemplos exitosos como el de Finlandia. Hay que tomar en cuenta la opción reformar el sistema penitenciario y de privatizar las cárceles para que esa carga económica no la asuma nuestra economía. Es fundamental volver a establecer el Congreso de la República de Venezuela, de composición bicameral y por otra parte se debe garantizar que la salud sea de calidad y gratuita. Uno de los grandes males que ha legado el chavismo es una economía destruida, para contrarrestar esta situación es necesario implementar una dolarización nacional.

En la Venezuela liberada del futuro, hay que tener especial cuidado al momento de crear la nueva Constitución. En la carta magna hecha en 1999, casi la totalidad de los escaños de la Asamblea Nacional Constituyente estuvo en manos de los simpatizantes del chavismo. Era obvio que se trataba de la crónica de una muerte anunciada. La idea de la Constitución actual fue de Chávez. Al principio no fueron incluidos todos los caprichos del “comandante”, dentro de sus páginas, pero finalmente la fue modificando  bajo distintas maniobras que disfrazó de consultas populares, con lo que consiguió la reelección indefinida; entre otros artilugios que le dejaron libre el camino al chavismo, permitiendo que más de 20 años después aún permanezcan en el poder, ahora bajo el desastre que preside Nicolás Maduro.

El actual tirano ha buscado hacer una nueva constitución y estableció una asamblea constituyente en 2017 para ese fin, logrando con ello solo atropellos y acciones inconstitucionales, que entre otras medidas le arrebató las funciones a la Asamblea Nacional y legal controlada por la oposición. Esa fue la estocada final que asesinó a la democracia venezolana.

Los venezolanos merecemos recuperar nuestra tierra. Vendrán tiempos mejores, en los que podamos crear un Estado que sea un referente para todas las naciones. Veremos el nuevo sol y unidos como un pueblo que camina hacia el verdadero significado de  su credo, construiremos la libre y soberana Sexta República.

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