El 6 de diciembre el régimen se prepara para elegir un nuevo Parlamento con una participación electoral inducida por una dirigencia que engaña y se autoengaña en una danza de la “conspiración de los mediocres». Régimen, oposición colaboracionista y el statu quo opositor, donde convergen –pareciera– desde la Conferencia Episcopal Venezolana, la directiva de la Conferencia Superior Demócrata Cristiana de Venezuela, el llamado presidente interino Juan Guaidó M., el grupo de partidos que lo apoyan para un cambio gatopardiano, por una parte; y por la otra, como contrapeso, la Alianza Nacional Constituyente Originaria, intelectuales y políticos de presencia nacional que se le han sumado con base en una propuesta cargada de buenas intenciones como es la convocatoria al pueblo de una gran consulta popular con el apoyo de la comunidad internacional. En fin, fantaseando todos en una gran ilusión de malabarismo mágico.

Se continúa con el delirium tremens de confusiones, temblores y alucinaciones que produce la ausencia y ansias del poder al embarcarse en la fraudulenta ruta electoral, que por omisión o comisión es la prospección concertada de la legitimación del régimen, navegando todos en el estiércol del diablo. Es por ello que hay que recordarle al colectivo que la Constitución de 1999 –írrita de nacimiento–, diseñada por el régimen para vestirse a su antojo, establece como un «derecho», no como una «obligación» el ejercicio del sufragio. En la ruta electoral venezolana es tan legal concurrir a votar como abstenerse de votar, es decir, «votar no votando» para producir la deslegitimación del régimen como del proceso electoral. Quienes no votamos no somos traidores ni infiltrados, como delirantemente algunos líderes en su proceso orgásmico frente a las masas lo gritan desaforadamente.

Es por ello que es obligatorio preguntarnos: ¿Con todo el andamiaje fraudulento,  legal, técnico, financiero y paramilitar, fabricado por los cubanos y sus acólitos de la dirigencia chavista madurista para coadyuvar con el irregular órgano rector electoral CNE, aunado con un REP y registro civil, grotescamente distorsionados, se puede concurrir al ejercicio soberano del voto, sean elecciones normales o plebiscitarias?, como no sea solo para legitimar el fraude electoral y en este caso particular, legitimar a un régimen tiránico socialista marxista, que se encuentra actualmente profundamente herido; y, ¿si el colectivo, por la indolencia de una parte de sus líderes y por su propia indolencia, se prestaran en servirles de utilería? Será que con la parodia del ejercicio del voto, los líderes de la oposición, apartándose sistemáticamente de la realidad por negarse a admitir la naturaleza comunista y militarista de la tiranía, conducen voluntaria o involuntariamente al colectivo hacia el suicidio. ¿Este último es consciente?

Traigo a colación un escrito intitulado “La conspiración de los mediocres”, del brillante escritor y analista político, residenciado en Barcelona, nacido en Morella, España, don Manuel Milián Mestre, fraguista, fundador del PP –por once años diputado– y del diario El País de España, quien señala: la política está enferma por su insinceridad, por la mentira, el engaño y la corrupción, génesis de un cáncer del propio sistema que la acoge. Si ésta es la causa inmediata, la remota tiene mucho que ver con la conspiración de los mediocres, que se solapa en las entretelas del partidismo, que se aferra a los cacicazgos de los partidos, que falsea la realidad de las cosas y desvirtúa -o anula- la calidad de las listas electorales.., que impone mayorías posparto sin previo aviso de matrimonio o coyunta de los futuros poderes… Es decir, el abuso de la voluntad del ciudadano, los pactos contra natura… Los mediocres no tienen otro instrumento que la falacia o el silencio. Ni hablan, ni dicen, ni expresan lo que de verdad sienten en sus entrañas íntimas. Mienten, y avanzan de la mano del silencio o de la omisión en un cortejo lamentable que nos depositará como víctimas en la puerta del camposanto. ¿Dónde se ha visto que un país lo gobiernen los mediocres, o los “insuficientes” como dicen los italianos, si es la empresa que atiende los intereses de todos?…

Solo abriendo puertas y ventanas, franqueando las cancelas, reduciendo a los mediocres a su condición, la democracia recobrará su aliento y los mejores regresarán a la palestra. Si pésimos son los mediocres, peor es su conspiración. O se corrige la ley electoral y se abren las listas electorales, o los votantes en blanco y los abstencionistas tendrán de sobras la razón. Son más perniciosos los mediocres que los malos” (Subrayado mío).

Años atrás había publicado en este diario un artículo con el mismo título y con parte del mismo tema, donde también transmuté la brillante prosa a nuestra tragedia electoral y la gran sátira que inexorablemente se repite al querer ir a una elección de esperpento. Quienes propugnamos la abstención activa electoral, tendremos de sobra razón al asombrarnos del caradurismo del statu quo opositor en el que convergen por un lado los aduladores al régimen buscando prebendas para no perder un protagonismo que languidece y los demás, de muy buena fe, ingeniando plebiscitos utópicos. Salvo el 4 de diciembre de 2005, en la elección de los diputados a la Asamblea Nacional, donde se logra una abstención de 84%, entre abstencionistas y votos nulos como objetivo de lucha, hecho este trascendental e histórico; en las demás elecciones, gran parte del colectivo se embarcó en una utopía electoral que cada día los acercará más al drama: la desaparición del Estado de Derecho, del imperio de la ley y la pérdida de nuestros valores judeocristianos, en fin, del Estado republicano. Al final, como resultado de correr la arruga –de elección en elecciones–, tendremos el conflicto armado. No se quiere entender que con la participación electoral se cohonesta el fraude electoral y se legitima a un régimen que se encuentra protegido por un paragua que cada vez tiene más goteras de espantos, elecciones que solo servirá para represar más el magma del volcán que se nos viene encima. Por su contenido eminentemente jurídico, cito el pronunciamiento sobre la convocatoria de elecciones parlamentarias emitido por la Cátedra de Derecho Constitucional de la Universidad Central de Venezuela de fecha 27 del presente mes: “Afirmamos que cualquier elección que pretenda tener visos de legalidad y legitimidad democrática debe ser consecuencia del cese de la usurpación y un régimen reglado de transitoriedad debidamente avalado por las instancias internacionales y los Estados democráticos. Es un problema de dignidad nacional y una lucha por el rescate del alma nacional”.

Terminando este artículo paseo la vista por la página de El Nacional y me consigo un excepcional artículo del amigo Antonio Sánchez García, intitulado: “Dictadura, diálogo y política”, donde se refiere al ejercicio de la política en Venezuela, expresando magistralmente: “..la política ha sido el arte de sobrevivir en las peores condiciones, refugiarse a la sombra de los despojos de la institucionalidad agonizante, colaborar con la dictadura y cohabitar, incluso dormir con ella. Sin hacer caso de la lógica: ¿lógico dos presidencias, dos asambleas y dos tribunales supremos de justicia? Primer caso en la historia universal de una oposición que duerme en la misma cama, con una misma almohada y en un mismo dormitorio con la tiranía”. Lapidaria la pluma incansable del amigo.

Lo anterior me obliga a concatenarla con la carga de verdad que tienen las reflexiones de Octavio Paz (escritor y diplomático mexicano, premio Cervantes y premio Nobel), cuando escribió sobre el engaño: “Y aquellos que se autoengañen, hasta qué punto el mentiroso de verdad miente, de veras se propone engañar, y se preguntaba ¿no es la primera víctima de sus engaños y no es a sí mismo a quien engaña?”. La historia los juzgará.

Muchos, muy cercanos a nuestra lucha por la abstención activa, se doblegarán y se autoengañarán, otros gritarán que por el covid-19 hay que posponer las elecciones para 2021, lo anterior nos llena de pesadumbre. Por ello finalizo con aquella desazón que nos encontramos en la obra intitulada: El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, Marlow, el narrador, regresa a Europa desde África, y su tía al verlo tan agotado se preocupa por su salud, él le expresa: “No era mi fortaleza la que necesitaba cuidado, sino mi imaginación la que deseaba sosiego”.

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