El presidente Petro y el canciller Álvaro Leyva se reunieron con una delegación de la Plataforma Unitaria antes de la conferencia / Foto EFE

Cuando esto escribo todavía no ha comenzado la Conferencia Internacional sobre Venezuela y cuando estas notas vean luz la cita bogotana habrá terminado y se conocerán sus acuerdos. Por tanto, solo puedo escribir con certidumbre sobre su prefacio y especular respecto de sus posibles conclusiones.

Hay escepticismo, comprensible por demás, sobre el resultado de esta reunión debido a los reiterados fracasos de los anteriores intentos de diálogo-negociación entre el régimen y los sectores democráticos. No obstante el escepticismo, los venezolanos apoyamos la búsqueda de una solución negociada a la crisis nacional.

Lo correcto y sensato de parte de los partidarios del cambio es saludar desde nuestras posiciones y demandas su celebración y los objetivos declarados del evento, como lo hizo la Delegación Negociadora de la Plataforma Unitaria (DNPU) en un excelente documento público; y atender a la convocatoria de Petro a una reunión antes de la conferencia.

Es importante registrar algunos asuntos de la cita bogotana que creemos relevantes y positivos: no se trata de sustituir México ni empezar de cero, sino de reimpulsar el proceso desde donde estaba y con los mismos interlocutores, según lo afirmado por el convocante (el gobierno colombiano) y aceptado por Estados Unidos, la Unión Europea y los Estados  que asistirán al cónclave.

Es positiva la realización de la conferencia porque permite darle relevancia a la situación de Venezuela, sacarla del olvido al que la coloca su persistencia y eventual cronificación; situación ésta que estimula el desinterés de la comunidad internacional en un escenario mundial dinámico, líquido, cambiante, en el cual hay otras crisis en progreso más relevantes que la nuestra.

Es evidente que la iniciativa colombiana fue acordada y quién sabe si diseñada en conjunto con el oficialismo venezolano y tiene el propósito de favorecer sus intereses porque no está pasando por un buen momento en lo político y mucho menos en lo económico y social. Petro ha insistido en el cese de las sanciones como requisito clave para avanzar. Recuérdese que el gobierno de Petro necesita de los buenos oficios de Maduro para avanzar en las conversaciones con el ELN, con la disidencia de las FARC y otros en su plan de Paz Total. Hay afinidades políticas en esto, pero también una situación de quid pro quo.

Estados Unidos anunció con claridad y contundencia su posición ante la conferencia: apoyan su realización, asistirán, confirman su respaldo a la búsqueda de una solución negociada a la crisis venezolana, apoyan la reactivación de México y último y no menos importante, ratifican que las sanciones solo serán levantadas si el gobierno venezolano avanza en un proceso de reinstitucionalización del país con especial énfasis en la realización de elecciones presidenciales libres, justas, verificables.

Con las sanciones hemos topado, diríamos parodiando al “Caballero de la triste figura”. La realidad se empeña en demostrar la importancia y utilidad de las mismas como elemento de presión contra la dictadura; casi que el único disponible, apostillaría alguien. Por algo el régimen chaviano supedita cualquier acuerdo a su levantamiento y Petro lo hace su argumento central para cualquier convenio aguas abajo.

Entrando en las posibles conclusiones y acuerdos del cónclave de marras hay que decir que en unas declaraciones del canciller de Colombia, luego de la reunión con la DNPU, se da la impresión de que en los acuerdos finales se vaya más allá de la petición de la reactivación pronta de México. Porque visto el historial de fracaso de las anteriores rondas de diálogo no es suficiente la reanudación de los encuentros régimen-sectores democráticos de Venezuela para considerar exitosa la conferencia. Se requiere, a estas alturas, de propuestas concretas asumibles por ambos lados que posibiliten avances netos en el tema político.

No creo que el tratamiento del tema venezolano en la reunión Biden-Petro en Washington se haya limitado a apoyar la vuelta a México. Es lógico pensar que aunque difirieron en la preminencia de las garantías democráticas o del levantamiento de sanciones, no hayan avanzado, por lo menos, en encargar a sus asesores fórmulas para compatibilizar las diferencias.

En la tarde del lunes 24, vísperas de la conferencia, Jorge Rodríguez lanza una carga de profundidad al evento cuando anuncia que supeditan la reanudación del diálogo a la suspensión del proceso adelantado en la Corte Penal Internacional a sabiendas de que Estados Unidos (el principal sancionador) nada puede hacer al respecto. La subida de apuesta puede deberse a que barruntan que el decurso de la conferencia puede colocarlos en una situación contraria a sus intereses y construyen una vía argumental de salida. ¿Cagándole la jaula a Petro?

En todo caso, el mundo no se acaba el 25 de abril. Si de la conferencia no resultan avances netos en la negociación, la lucha continúa porque ella se libra también en otros escenarios.


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