Como en Caracas, el insomnio se introduce en los aposentos del poder en Moscú para robarles el sueño a quienes no han podido desprenderse del temor de que Alex Saab, el testaferro de Nicolás Maduro, enseñe la ruta de los dólares y el oro del robo permanente, y ayude a Estados Unidos a descifrar también las claves de la conexión rusa de Vladimir Putin y sus socios venezolanos.

La condena la semana pasada contra las “acciones ilegales” de Estados Unidos para extraditar desde Cabo Verde a Saab deja suponer que el Kremlin comparte la ingrata impresión de Miraflores de que el cumplimiento de ese proceso es inminente. Con los mismos argumentos de su par venezolana, la Cancillería rusa apela al “carácter humanitario de la misión” del empresario colombiano sin mencionar las actividades corruptas del testaferro de Maduro, práctica común en el gobierno de Putin.

El encarcelado opositor Alexéi Navalny ha dicho que sabe quiénes son los financistas y los testaferros del presidente ruso en la trama de corrupción en su país. Además, ha retratado la figura de un oscuro exagente de la KGB devenido en alguien capaz de todo “por sus baúles de oro”.

Hay motivos para suponer que Saab pueda contribuir a conocer más a fondo la conexión Turquía-Rusia-Irán para recibir oro venezolano que Irán convierte luego en divisas para burlar las sanciones estadounidenses. El testaferro también podría ayudar a Washington a desenredar la red económica de apoyo a Maduro y a presentar cargos contra aliados del régimen. Es posible asimismo que enseñe la ruta del dinero de Maduro y Cilia flores que el país que encontró a Osama bin Laden ha jurado hallar porque “es el dinero que ellos robaron”.

“Junto a su socio, el narcotraficante convicto Álvaro Pulido, Saab creó el dream team del régimen venezolano para burlarse del bloqueo comercial de Estados Unidos a cambio de contratos que los hicieron billonarios”, afirma el periodista de investigación Gerardo Reyes en su libro Alex Saab, la verdad sobre el empresario que se hizo multimillonario a la sombra de Nicolás Maduro.

Estados Unidos acusa a Saab y a su socio Pulido de participar en el blanqueo de 350 millones de dólares, defraudados a través del control cambiario en Venezuela, en perjuicio de su sistema financiero; por esto es parte en el caso. En ese país también saben que en esta Dinamarca financiera el barranquillero y tres hijastros de Maduro se lucraron con “cientos de millones de dólares” con el sobreprecio de los productos para los Comités locales de Abastecimiento y Producción, CLAP.

Moscú replica a Caracas y su costoso equipo legal diciendo que las acciones de Estados Unidos contra “el diplomático” Alex Saab son “políticas”. Pero Washington insiste en que tiene “un caso” contra el testaferro de Maduro.  Y Cabo Verde, el pequeño archipiélago frente a la costa noreste de África que no ha cedido a las presiones ni la propaganda, ha hecho saber que “sobre la justicia no hay nadie”. Una fórmula sencilla pero probablemente capaz de ayudar a desnudar la conexión rusa.


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