No es casualidad que la primera Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de la década, luego de dos años de suspensión debido a la pandemia del covid-19, además de tener como tema central la guerra que ha generado Vladimir Putin al invadir Ucrania, y derivada en un estruendoso fracaso con numeroso saldo de víctimas y destrucción de esa nación, ahora amenace al mundo con una confrontación nuclear y que, a pesar de semejante preocupación internacional, sea la propia ONU en este evento que condene al régimen de Nicolás Maduro por violar derechos humanos a través de sus principales y represivos cuerpos de Estado: la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) y el mal llamado Servicio Bolivariano de Inteligencia Militar (Sebin).

En efecto,  y no es sólo que Nicolás Maduro y todos sus componentes civiles y militares hayan violado derechos humanos de los presos políticos en las mazmorras de la Dgcim o Sebin,  donde amparados en una nula acción del poder judicial,  existan hasta denuncias que han sido confirmadas por el fiscal general de la República, Tarek William Saab, al desmontar este falsos positivos en relación con las muertes de Juan Pablo Pernalete y Fernando Albán -por citar dos casos-, quienes efectivamente fueron asesinados por acciones de «funcionarios», que convertidos en verdugos al parecer tenían la impunidad marcada, y son tales hechos, sumados con las múltiples torturas sobre víctimas políticas, lo que terminó en que el informe de la ONU revelara el cómo un Estado sin operantes de justicia, violó la Constitución y las leyes ante el derecho a la vida.

Así tenemos, que mientras Vladimir Putin hace funcionar a Rusia con la guerra sobre Ucrania en una suerte de Valquiria diciendo quiénes deben ir al frente de batalla,  Nicolás Maduro actúa creyéndose un Ometeotl político sin que nadie tenga el derecho de criticarlo o contradecirlo,  porque eso sería una falta de máxima gravedad contra él en su autopersonificación de «Estado».

Verbigracia, que Nicolás Maduro sea duramente condenado en el informe de derechos humanos de la ONU, así salgan sus rastreros políticos y mediáticos a «desmentir» el documento que ha sido debidamente validado por las propias víctimas y testigos, es otra muestra que el derecho constitucional fue convertido en papel higiénico por el Estado, y peor, no hay contrapeso ante los desmanes de arbitrarios y confabulados individuos, que desde una praxis seudoinstitucional, la emplean para destruir en lo político y judicial a quienes ellos consideran enemigos del régimen en todos sus componentes.

Que en el medio de toda esta vorágine contra los derechos humanos,  que habría sido ordenada desde lo más alto de Miraflores, venga Nicolás Maduro a decir que son «pistoladas» que se dicen en la ONU, en lo personal estaría en la obligación de preguntarle y exigirle respuesta: ¿Puede ser ficción que funcionarios de la Dgcim me hayan caído a batazos, negándome durante los tres primeros días de mi reclusión en tal sede, agua y alimentos, mientras era aislado en una celda oscura por 26 días consecutivos, y donde fui objeto de convulsiones al ser imputado por un supuesto delito de «incitación al odio»? ¿Es que esas son las penas tipificadas en las «leyes»? ¿Cuáles son las instituciones que tenemos los ciudadanos para demandar violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado?

¡Nada! Aquí nada pueden responder ninguno de los apéndices políticos o militares de Nicolás Maduro porque hay pruebas suficientes del cómo se ha torturado, herido y asesinado a personas cuyo único «delito» ha sido levantar la voz ante el hambre, la pobreza, la miseria, la emigración, la destrucción de los servicios públicos, y la liquidación de las empresas del Estado envueltas en interminables caso de corrupción.

La condena que ha recibido Nicolás Maduro y el madurismo en la ONU, es otra puerta de justicia que se abre ante la imposibilidad de encontrar un poder judicial autónomo e imparcial en Venezuela que no esté arrodillado a las decisiones de un neototalitarismo que cada vez se parece al nazismo y cuyo neoholocausto está en salarios y pensiones de menos de 1 dólar diario,  y que han obligado a la emigración de más de 6 millones de connacionales en cifras que también son de la ONU.

Nicolás Maduro sabe que esta al margen del derecho internacional. Su régimen no está avalado como democracia ni siquiera por los gobiernos de izquierda de América Latina. La ONU, pero sobre todo el pueblo de Venezuela tienen condenado a Nicolás Maduro. El desenlace,  tarde o temprano llegará y ese día la justicia volverá a ser izada en cada espacio de nuestra geografía.

Nicolás Maduro aún esta a tiempo de pedir perdón al pueblo de Venezuela. Resarcir a las víctimas, y pedir al ministerio público que actúe contra los culpables de violar derechos humanos. Lo contrario, puede estar seguro que no será absuelto por la historia.

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*ex preso político del madurismo


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