I

Javier Martínez-Pinna, con varios libros en su haber, es licenciado en Historia, con orientación en Historia Antigua y Arqueología. Ha tomado parte en diversas campañas arqueológicas, en yacimientos de época ibérica, romana y medieval. Asimismo, es profesor de Historia y en los últimos años se ha especializado en el estudio de los enigmas y objetos de poder del pasado. Ha colaborado con diferentes artículos en diversos periódicos como ABC y Las Provincias.

Según Martínez Pinna, en un trabajo titulado «Mitología e Historia, Clío, la musa de la historia«, la tradición griega nombró a Clío como encargada de influenciar a aquellos que narraban los hechos del pasado, para así recrear en la memoria de todas las generaciones las hazañas de aquellos que merecieron la gloria.

Clío era una de las nueve musas, hijas de Zeus y Mnemósine, la diosa de la memoria. Cada una de las musas tenía una esfera de influencia distinta, y Clío estaba asociada con la historia y la poesía épica. Su nombre significa «la que celebra» o «la que proclama», en referencia a su papel como patrona de la historia. Clío se considera pues, la protectora de los historiadores y eruditos. Se decía que les concedía el don de la sabiduría y la claridad en sus escritos, y que les guiaba en su búsqueda de la verdad histórica.

II

En otro artículo más reciente, publicado en el diario español La Razón, Toni Montesinos, crítico literario, novelista, poeta y ensayista, refiere que Peter Turchin publicó hace tres años «Dinámicas históricas. Por qué los Estados surgen y caen» (Editorial Almuzara, Córdoba, España, 2021), y desde entonces tiene la etiqueta del «científico que predijo los conflictos de 2020».

Turchin es graduado en Biología en la Universidad Estatal de Moscú, tiene una Maestría en Biología en la Universidad de Nueva York y un PhD en Zoología en la Universidad de Duke, también en Estados Unidos. Sin embargo, sus áreas de interés se fueron modificando hasta desembocar en su trabajo como jefe de proyecto en el Centro de Ciencias de la Complejidad de Viena lo cual, junto con su empleo como profesor de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Connecticut, le han llevado a analizar la sociedad presente. Claro, los estudios de Turchin en biología y zoología estaban relacionados con la ocurrencia de brotes y desaparición de ciertas poblaciones de organismos (incluidos parásitos y predadores) en ciertos lugares y nunca en otros, de allí su libro de 2003 titulado «Complex Population Dynamics: A Theoretical/Empirical Synthesis«. Para trasladar y explicar esa complejidad en humanos, Turchin recurrió a la historia sin embargo, no es historiador por formación.

Refiere Montesinos que lo característico del enfoque de Turchin es que, para analizar la situación del planeta, recurre a examinar la intersección de la evolución social y cultural, la macro sociología histórica, la historia económica y algo complejo y no tan novedoso (pues como vimos se inició en 2003), llamado «la cliodinámica»: La modelización matemática de procesos sociales a largo plazo y la elaboración y análisis de bases de datos históricas.

Debo decir que, en mi conocimiento, Turchin no es el primero que aplica modelos matemáticos a dinámicas entre humanos para conocer como colapsan las sociedades, pero eso es tema de otro artículo.

III

El argumento más general de Turchin, por supuesto relacionado con la cliodinámica, es que si queremos desarrollar una sociedad saludable, resulta necesario transformar la historia en una ciencia analítica y predictiva. En su ensayo publicado en Nature, titulado «Arise ‘cliodynamics‘», Turchin aborda la falta de consenso sobre las causas del colapso del Imperio Romano (afirma que se han propuesto más de 200 hipótesis de dicho colapso) y aboga por la creación de la disciplina de marras.

Turchin destaca que hay patrones recurrentes en la historia, como ciclos de inestabilidad política en sociedades, vinculados a crecimiento demográfico y conflictos internos y argumenta que, a pesar de la complejidad social, existen regularidades empíricas que permiten desarrollar teorías unificadoras. Además, sugiere que estas teorías pueden tener aplicaciones prácticas al proporcionar una comprensión más profunda de las dinámicas sociales y ayudar a prever las consecuencias de decisiones políticas. En última instancia, Turchin aboga por transformar la historia, utilizando datos cuantitativos y teorías generales para aprender lecciones útiles y evitar la repetición de errores históricos.

La pregunta que Turchin se hace es ¿Qué hace que una sociedad entre en crisis y se desmorone? (que no es equivalente a aquella de ¿Qué hace que la coalición dominante entre en crisis y se desmorone?) Para responderla, Turchin desarrolla un concepto denominado «sobreproducción de elites». El concepto describe la condición de una sociedad que está produciendo demasiados miembros potenciales de élite en relación con su capacidad para absorberlos en la estructura de poder y lo cual es una causa de inestabilidad social, ya que quienes quedan fuera del poder se sienten agraviados por su estatus socioeconómico relativamente bajo. La élite o elite (del francés élite ‘minoría selecta o rectora’) es un grupo minoritario de personas que tiene un estatus superior al resto de las personas de la sociedad.

Pues bien, me temo que la teoría de Turchin resulta demasiado “hecha a la medida” para aplicarla a todas las sociedades del mundo. De hecho las hay inmersas en crisis políticas y sociales pero con una sola y única elite. Eso si, y como en el caso del virus SARS-CoV-2, con algunos linajes, sublinajes y hasta variantes.

IV

Ahora bien, cambiemos el enfoque de modelos de colapso de sociedades a Teoría de Juegos, teoría que puede ayudarnos a comprender más inmediatamente la conducta humana y su toma de decisiones. Por allí está el modelo de ángel y demonio que proporciona un marco, no necesariamente más simple, para investigar las condiciones que favorecen la evolución del comportamiento entre dos sectores de una población (introvertidos y extrovertidos, platicúrticos y leptocurticos, ángeles y demonios, etcétera).

Se trata de un problema propuesto por el matemático John Horton Conway en 1982 y publicado por primera vez bajo el nombre de «the angel and the square-eater» (Elwyn R. Berlekamp, John H. Conway, and Richard K. Guy, Chapter 19: The Angel and the Square-Eater, “Winning Ways for your Mathematical Plays”, Volume 3, Second Edition, pp. 643, A K Peters Ltd., 2003). Por cierto que, ese mismo año de 1982, otro matemático propuso un juego también famoso, aquel de halcones y palomas, para estudiar la dinámica de la cooperación. Me refiero a John Maynard Smith.

El modelo ángel y demonio, mejor conocido como “el problema del ángel”, consiste en hallar una respuesta para la siguiente pregunta: ¿Puede un ángel con poder suficientemente alto ganar?

Por supuesto que hay una serie de conceptos y vericuetos matemáticos que hacen inadecuada su presentación en un artículo de “fácil lectura”, es decir, al alcance de todo tipo de lectores. Bastaría saber que, para poder ganar, el ángel debe tener una estrategia ganadora. En teoría de juegos, una estrategia es el conjunto total de acciones que puede plantearse un jugador para participar en el juego y dar respuesta a todo aquello que pueda suceder en el mismo.

En su momento, Conway ofreció una recompensa por una solución general a este problema que consistía en 100 dólares para una estrategia ganadora con un ángel de poder suficientemente alto, y 1.000 dólares para una demostración de que el diablo puede ganar, cualquiera que sea el poder del ángel.

Unos 24 años después, a finales de 2006, el problema se resolvió cuando aparecieron demostraciones independientes, probando que un ángel puede ganar. Ese fue, a modo de ejemplo, el caso del matemático András Máthé, actualmente profesor asociado en el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, que demostró en 2007 que un ángel, en este caso con bajo poder (The Angel of power 2 wins), puede ganar y por supuesto, en ciertas circunstancias que no menoscaban el planteamiento general del problema.

 


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