Foto Yuri Cortez – AFP

Imagínese usted el siguiente escenario: hay una disputa violenta entre dos  bandas de delincuentes que asolan a Caracas. Por un lado la del Coqui y por el otro la que se conoce como la del Wilmer. Llega la policía y en lugar de proceder a arrestar o neutralizar a todos los delincuentes, decide hacer causa común con uno de los bandos criminales y atacar al otro. Historia tan loca parece imposible… pero no lo es, como veremos a continuación.

El día 21 de marzo, en territorio venezolano, localidad de La Victoria, estado Apure, se presenta una situación de violencia entre facciones de irregulares colombianos que no han querido honrar los acuerdos de pacificación logrados en La Habana en 2016 entre el legítimo gobierno de Colombia y las facciones guerrilleras de ese momento. Hoy se conocen por un lado como “disidentes de las FARC” (grupo de Santrich y Márquez) y por el otro “los disidentes de la disidencia” (liderados por un tal Gentil Duarte).

Ante ello se hace presente la FAN Bolivariana y de una vez toma partido por la facción Santrich/Márquez, que es la afecta a quienes usurpan el poder en Venezuela. El desenlace –como era de espera– favorece a los protegidos de Miraflores, los otros son expulsados momentáneamente de territorio venezolano y en la refriega perecen un mayor y un teniente de nuestro ejército, más otros militares. También se produce la migración forzada hacia Colombia de cerca de 3.000 compatriotas de la zona aterrorizados por los acontecimientos que suceden y por las explosiones de minas antipersonal sembradas por los irregulares. Estos migrantes revisten la condición jurídica de “refugiados”, que es un estatus diferente al de los millones de migrantes que permanecen o han pasado por territorio colombiano en el histórico éxodo que aún continúa. En su día Venezuela recibió decenas de miles de colombianos desplazados por la violencia de su país que iban llegando al nuestro. No se debe olvidar eso.

Sin perjuicio de la multiplicidad de informaciones e interpretaciones verdaderas o no, lo cierto es que en nuestro país la presencia de irregulares colombianos –sean guerrilla o mafias– es ya un hecho innegable y no presagia nada bueno. Lo que se oye no solo de la zona del Arauca o Táchira sino también en el llamado Arco Minero sugiere que distintos grupos colombianos irregulares sustituyen allí al  Estado venezolano y parecen desempeñar una función relevante en el negocio del narcotráfico, además de la movilización del oro de sangre y de otras materias estratégicas que de allí se extraen.

En todo caso, lo que es de mayor y más eminente peligro es la movilización de tropas regulares del ejército colombiano y del venezolano en las áreas fronterizas objeto de estas inquietudes. El discurso –especialmente de Maduro & Cia– se vuelve cada vez más belicoso y Duque –sometido a sus propias circunstancias– no es de los que se calla. Los ánimos aumentan de temperatura acercándose el momento en que un evento casual o provocado pueda desatar una chispa que encienda la pradera. No sería la primera vez que esto ocurre.

En tiempos de extrema tensión entre la Alemania nazi y Polonia, hacia mediados de 1939 , Hitler decidió provocar un incidente fronterizo –falso– que le permitiera desatar la invasión. A tal efecto se recurrió a un grupo de soldados nazis vestidos con uniforme polaco para “atacar” una antena de radio alemana ubicada cerca de la frontera. Ante esa “provocación” Alemania  reaccionó invadiendo a su vecino el 1° de septiembre, lo que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, cuyas consecuencias histórico/políticas aún hoy están vigentes. Guardando las distancias y las proporciones no resulta ocioso comparar las circunstancias.

Otro asunto que deberá considerarse es anticipar si el belicoso general Padrino López, cuyas bravuconadas y amenazas reproducidas por su entorno y por Miraflores quedarán en la nada ahora que un oficial de cierto rango –mayor del ejército- además de un teniente y otros soldados han pagado con su vida las consecuencias de estos discursos y las situaciones que se generan. General Padrino, ¿usted va a dejar que miembros de su FANB sean asesinados mientras se limita a pronunciar consignas revolucionarias carentes de contenido?

Los tiempos y las paciencias de lado y lado van llegando a sus límites. El momento reclama temple y prudencia, al mismo tiempo que firmeza. Nosotros, “los de a pie”, lo único que podemos hacer es redoblar la presión cívica como única vía a nuestra disposición a fin de exigir que quienes controlan las armas de fuego de la República y sus instituciones tomen conciencia de las responsabilidades que les competen. Recuerden, señores generales, que cuando les entregaron su sable de graduación ustedes juraron defender la patria hasta perder la vida si fuere requerido. ¿Lo han olvidado?


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