De las numerosas fotografías del Puerto Cabello de antaño, destacan por su particular belleza las del alemán Oswald Lübeck. Conservadas en la Deutsche Fotothek (Dresde), el patrimonio fotográfico de este destacado artista suma 6.000 negativos en placas de vidrio, imágenes estéreo, diapositivas de vidrio coloreadas a mano e impresiones en papel que registran con minuciosos detalles las culturas de la India, China, el sureste asiático, América y el Caribe.

Lübeck nació en Kospa, el 11 de julio de 1883. Huérfano a temprana edad, fue criado por su hermano mayor, de quien aprendió los oficios de la fotografía y encuadernador de libros. Poco se conoce de su formación, pero ya a los 20 años y por espacio de una década y algo más lo encontraremos trabajando como fotógrafo a bordo de los buques de pasaje de la Hamburg-American Line (actual Hapag-Lloyd), entre ellos, el Amerika, el Cleveland, el Imperator, el Kaiserin Auguste Victoria, el Kronprinzessin Cecilie, el Moltke, el Oceana, el Vaterland y el Victoria Luise.

Para la época la Hamburg-American organizaba travesías de recreo en rutas largas y cortas, de gran demanda por turistas y aventureros. El crucero a las Indias Occidentales, istmo de Panamá y Venezuela partía de Nueva York con paradas en La Habana, San Juan, Kingston, Colón, La Guaira, Puerto Cabello, Port of Spain, Bridgetown, St. Pierre, St. Thomas, Hamilton y de regreso a la Gran Manzana. En la primavera, otro corto crucero partía desde Nueva York en ruta a La Habana, San Juan y Hamilton. Lübeck, a quien se le reconoce hoy como uno de los pioneros de la llamada fotografía a bordo –un subgénero de la fotografía de viajes– tuvo la oportunidad no solo de retratar la vida de lujo y diversión de los pasajeros en estos grandes trasatlánticos, sino también de viajar alrededor del mundo captando pintorescos paisajes, al tiempo que escenas menos ostentosas, cercanas al humilde lugareño y su entorno. Entre 1911 y 1914 viaja en cuatro cruceros alrededor del mundo, brindándole la oportunidad de encontrar escenarios de gran belleza y atractivos para su trabajo.

Será en uno de estos viajes, a bordo del Moltke, embarcación que visitaba regularmente a Puerto Cabello, que capta las fotografías a las que hacemos alusión, fechadas según los registros del museo en 1910, y disponibles para los interesados en la página de la institución: www.deutschefotothek.de.

La visita de los turistas al país debió ser una aventura, pues el Moltke atracaba primero en La Guaira y dos días más tarde hacía lo propio en Puerto Cabello. La excursión en tierra brindaba la oportunidad a los visitantes de hacer el trayecto desde la capital a Valencia en uno de los vagones del ferrocarril alemán que conectaba con el ferrocarril inglés, el cual operaba entre Valencia y Puerto Cabello, embarcándose nuevamente en el Moltke que los esperaba allí para continuar su ruta a Port Spain. El Tourist Guide abundantemente informativo que preparaba la línea transportista –cuya edición de 1909 hemos consultado– abunda en detalles sobre las excursiones en tierra. Los turistas viajaban en tren de La Guaira a Caracas, visitando durante el primer día la Catedral, el Panteón Nacional, Miraflores, El Calvario, la Academia Militar, la universidad, el Capitolio, el Palacio Federal y otros edificios públicos, recorrido que terminaba con una retreta a cargo de  la Banda Presidencial en la Plaza Bolívar y alguna presentación en el teatro. Al segundo día partían a las 7:30 am en el Gran Ferrocarril con destino a Puerto Cabello para llegar a las 6:00 pm, en donde les esperaba el barco.

Los buques de la Hamburg-American Line eran agenciados en el puerto por Carlos H. Gramcko, encargado de cuidar todos los detalles de la visita a la ciudad. Los turistas podían obtener un pase de cortesía para visitar el famoso Club Recreo y el Club Unión de la comunidad alemana, merodear por los alrededores de los muelles para disfrutar una comida o de una zambullida de mar en el Hotel de los Baños; o comprar souvenirs en las tiendas de M.B. González & Co. y el Museo de Guillermo Roo; quizá visitar algún restaurante como el Rendez Vous de los Baños, el Botiquín del Teatro o el Beer-Hall, o simplemente adquirir unas postales en los comercios de L. González & Co., P. González Arnao y G. Valentiner & Co., tienda esta última en la que también podían adquirir material fotográfico. Los más aventureros tomaban un vehículo para visitar las afueras de la ciudad, por 6 bolívares la hora o, si estaban dispuestos a pagar 5 dólares por el paseo, hacer una excusión al bucólico y célebre valle de San Esteban. Otros visitantes, sencillamente, optaban por caminar a lo largo de las calles Comercio y Bolívar, y así tener una rápida vista de la ciudad y su gente.

De las casi 50 imágenes tomadas por Oswald Lübeck con ocasión de su visita a Venezuela, solo 8 corresponden a Puerto Cabello. No es, sin embargo, por el número de las fotografías que debe valorarse su trabajo, sino por las cautivadoras tomas que del puerto dejara, en la que se entremezclan visitantes con lugareños de humilde pero natural aspecto, que como detenidas en el tiempo invitan a vivir aquel momento. El llamado Monumento a los Americanos, la Iglesia de San José, el Templo Nuevo, las señoriales casonas del casco viejo y dos extraordinarias vistas de la muchedumbre posando en la calle Bolívar con el Teatro Municipal a su espalda, y otra en el cruce con la calle del Mercado, son todas escenas captadas por la inquieta lente del fotógrafo, documentos gráficos que hay que recorrer con lenta mirada para descubrir nuevos detalles en cada lectura. Al menos una de estas fotografías, la del Templo Nuevo, servirá para ilustrar tarjetas postales para su venta a bordo del crucero.

El estallido de la Primera Guerra Mundial termina con los tiempos de esplendor de los grandes trasatlánticos y viajes de recreo, y Lübeck deberá prestar servicio militar. Nunca abandonaría la fotografía, pues terminado el conflicto abrió en compañía de su esposa Anne un negocio dedicado al ramo en Greifswald y, más tarde, un kiosco de playa para fotografía en Thiessow/Rügen, donde murió en 1935 a consecuencia de la malaria.

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@PepeSabatino


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