Esa frase que ninguno quiere escuchar ni enfrentar, que es la que toca manejar cuando ganamos la lotería de estar frente a un delincuente que amenaza nuestra vida ante la exigencia de entregar nuestras pertenencias, se ha puesto en el centro del debate, ahora mismo cuando el mundo entero lucha contra la implacable amenaza del coronavirus, pues si bien pareciera incuestionable la elección de entregar todas nuestras pertenencias ante la posibilidad de que nos arrebaten la vida, en el caso particular de la pandemia, el dilema pareciera no estar del todo resuelto, pues ya se asoma con fuerza la tendencia de que debe reactivarse a toda costa la actividad económica, bajo el argumento de que el remedio terminará siendo de lejos peor que la misma enfermedad, o lo que es lo mismo y tal como reza el conocido adagio, de que amor con hambre no dura.

Las cifras son contundentes y hay un claro consenso en todas los organismos que estudian la economía global, de que ya el mundo está sumergido en una recesión aún peor de la que se vivió hace una década y tal vez más devastadora que la de los años treinta, en la que por ejemplo hoy, solo en los Estados Unidos, se pronostica que impacte negativamente en cerca de 30% su PIB, incluyendo una tasa de desempleo superior al 13%, y donde por lo menos 80 países, incluyendo Venezuela, ya han solicitado formalmente auxilio financiero al Fondo Monetario Internacional. En ello, en cifras como la anterior y otras tantas más, quienes promueven que todo se reactive cuanto antes, justifican su argumento; y es que hasta el propio Trump se aventuró a sugerir que la Pascua que está apenas a poco menos de tres semanas, es la fecha estimada para iniciar la reapertura y reactivación del gigante del Norte.

Pero la teoría de la reactivación, choca con otra también muy sólida, que es la que hasta ahora ha privado en las decisiones que día tras día vienen tomando los gobiernos alrededor de todo el planeta, que no es otra que la del colapso de los sistemas de salud en cada país, frente a la avalancha de casos que requerirían cuidados intensivos. Por ello, la urgente restricción de movilidad en casi todos los rincones de la Tierra, pues más allá de una cura, lo que se maneja hasta ahora es aplanar lo que han llamado la curva de contagio para evitar así el colapso y que la crisis por tanto se torne inmanejable como ha ocurrido en Italia y como está ocurriendo en España, donde los nuevos casos diarios casi alcanzan siete mil y los fallecimientos cada día son casi setecientos. En el estado de Nueva York, por ejemplo, que es actualmente el epicentro del virus en Estados Unidos y que seguramente en los próximos días o semanas se convertirá en el epicentro mundial del mismo, el gobernador Andrew Cuomo ha expuesto la urgente necesidad de contar con al menos 30.000 equipos de respiración mecánica y 140.000 nuevas camas hospitalarias, anticipando lo que será el punto más crítico de la crisis dentro de las próximas dos semanas; sin embargo, su demanda está lejos de ser cumplida, por lo que puede desde ya verse que la batalla allí será épica, aún con todos los recursos de los que allí se puede disponer.

Mientras tanto, en estas latitudes venezolanas, pese a que estamos hombro a hombro junto al mundo entero en este asunto viral, nuestras particularidades sui generis, colocan la discusión y la situación lamentablemente en otra dimensión, pues ni aún entregando la cartera se tienen garantías de vida. Luego, aún ante un porvenir inmediato seriamente comprometido, observamos con alarma que la conducta y accionar del desgobierno deja como siempre mucho que desear, y dista de estar a la altura del reto que plantea el dramático avance de la pandemia, pues más allá de haber tomado medidas enérgicas de aislamiento y contención desde el pasado viernes 13 de febrero, pareciera que todo quedó allí y no ofrecen otra solución o consejo que no sea el de tomar té de malojillo con miel. De hecho, no se discute ni se informa con verdadero detalle el auténtico desastre o inexistencia de nuestro sistema de salud pública, ni mucho menos se informa sobre lo que se esté haciendo para al menos garantizar un mínimo de camas hospitalarias, ni que decir de las Unidades de Cuidados Intensivos o respiradores mecánicos, los cuales brillan por su ausencia al menos en las cantidades mínimamente requeridas. Ni hablar de lo más básico para la protección de la salud de nuestros médicos y personal de enfermería, que son los denominados equipos de protección personal o PPE, los cuales se sabe que no están disponibles para cubrir lo que realmente se requiere. Ante este drama, insistimos, el desgobierno está estancado y no muestra avances ni soluciones, sino que solo se limita a dar un giro político a su favor, al clamar a todo gañote por el levantamiento de las sanciones impuestas por los Estados Unidos, justificando así su inoperancia e ineludible responsabilidad en que contemos con un sistema de ambulatorios y hospitales totalmente destruido y vergonzoso.

Pero también desde nuestra Asamblea Nacional debe apretarse el acelerador y ajustar su capacidad de respuesta a la altura de lo que la urgencia demanda, pues más allá de haber aportado los tres mil quinientos kits de protección para el personal de salud, el reiterado mensaje de las medidas de cuidado personal y distancia social que debemos mantener, el diagnóstico de los problemas hospitalarios y de gasolina de los que adolecemos, y del más reciente anuncio de disponer de veinte millones de dólares recuperados en el exterior para aportar más material de protección y gel alcoholado para ser distribuido a través de organismos multilaterales, aún no termina de precisar un aporte concreto al manejo de la crisis donde más importa, que es en los equipos necesarios para salvar la vida de quienes resulten contagiados y demanden cuidados intensivos. La Asamblea no puede eludir en este momento y bajo ninguna circunstancia, el hecho cierto de que tiene acceso a recursos económicos de Venezuela en el exterior, con los que pueden sin dilaciones hacer compras importantes y despacharlas al país sin demora, pues esas adquisiciones son nada más y nada menos que los productos de más alta demanda del orbe, los cuales inclusive las economías más poderosas están fallando en obtener.

En perspectiva, aún sin que se pongan de acuerdo, el hecho de que tengamos dos bandos que se disputan y reivindican cada uno por su lado la legitimidad en la titularidad del Poder Ejecutivo, nos termina colocando un poco en la situación de hijos de padres divorciados, donde cada padre podría competir por dar lo mejor y he allí la única oportunidad de que algo positivo se logre, pues cada uno, desgobierno y Asamblea Nacional, deben gestionar con suma urgencia con sus respectivos aliados, la adquisición y disposición de camas hospitalarias; unidades de cuidado intensivo; equipos de ventilación mecánica o asistida; kits de protección personal consistentes en guantes, trajes y mascarillas; y ante la ausencia de agua y jabón, toneladas y más toneladas de geles desinfectantes alcoholados. Por un lado, el desgobierno con los rusos y los chinos puede lograr mucha más asistencia de la que ínfimamente ha mostrado hasta ahora y además de un día para otro; mientras que desde la Asamblea se cuenta con la extraordinaria posibilidad de materializar la tan anhelada ayuda humanitaria, pero ya no solo en forma de acetaminofén o enlatados, sino en equipos vitales como los arriba señalados. No puede esperar la Asamblea que el desgobierno de su brazo a torcer para iniciar la gestiones, montar las órdenes de compra, pagar los equipos y coordinar la logística del despacho. Eso debe hacerse ya o ayer, y será siempre mejor pedir luego perdón que pedir permiso, pero con los contenedores o los aviones listos para el despacho.

Es hora también de que los privados den un paso al frente y concreten aportes importantes. Por ejemplo, Ron Santa Teresa y otras empresas locales de destilados, podrían seguir los pasos de Bacardí en Puerto Rico y anunciar e iniciar de inmediato y sin dilaciones la producción de alcohol en gel para suministrarlo masivamente a la población y a los servicios hospitalarios. Por su parte, esperamos también que la única tienda por departamentos que queda en pie en Venezuela como lo es Traki, siga los pasos de otras iniciativas internacionales importantes y anuncie y concrete el aporte masivo de mascarillas. También a Polar quien tanto ha dado a Venezuela, pero también a quien tanto hemos dado, le toca su parte y más allá de seguir haciendo lo que mejor sabe hacer, algún signo adicional de solidaridad concretamente orientada al manejo de la crisis debe poner sobre la mesa. No quedan tampoco exentos de este llamado, los deportistas venezolanos de buena fortuna y particularmente los de Grandes Ligas, por ellos esperamos. Y por supuesto los más difíciles, los corruptos, los que han saqueado al país, pónganse por una vez la mano en el corazón y dispongan de una pizca de sus grandes fortunas desde Turquía, China, Rusia o los Emiratos, y envíen cuanto puedan de materiales y equipos que sirvan para manejar la emergencia.

Queda claro que el problema en Venezuela a diferencia de otras partes del mundo, la elección no es entre la cartera o la vida, pues la cartera nos la arrebataron hace ya mucho rato y desde entonces nuestras vidas están en vilo. En esta coyuntura no hay discusión posible y la vida de millones de venezolanos es la prioridad, pero para ello, no solo los equipos hospitalarios y materiales sanitarios serán suficientes, sino también será vital ejecutar un plan que permita garantizar la mínima seguridad alimentaria que demanda la emergencia de esos millones que viven día a día y no les es posible soportar la cuarentena impuesta sin contar con el mínimo sustento. La propaganda en este caso no es suficiente, la repartición de cajas CLAP para cien familias de El Valle como lo anunció Padrino hace un par de días, es lo más parecido a una partícula tan pequeña como la del virus, y de allí que la solución amerite seriedad, compromiso y sentido de trascendencia.

De esta saldremos, no hay duda, pero cuan magullados o no, dependerá esencialmente de la suma de todas las partes, sin excepción. Por lo pronto, aunque el pronóstico no sea el más alentador, aún hay tiempo para aliviar las consecuencias y por sobre todas las cosas de pasar del verbo a la acción. Aún hay tiempo de apostar seriamente a la ciencia y dejar de lado el realismo mágico del malojillo con miel. Aún hay tiempo de concretar los apoyos y traducir por tanto la ayuda humanitaria que hoy se necesita en realidad. Aún es posible trabajar por la vida… ¡Ya luego vendrá la cartera! Y por cierto, para las accionar no hace falta pacto alguno, sino simplemente acción.

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@castorgonzalez


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