No hay duda de que la llamada “Carta de los 25” ha tenido una divulgación, efecto e impacto más allá de lo esperado; y como quiera que fui uno de sus firmantes quiero ratificar públicamente -una vez más- cada línea, cada expresión y cada palabra, de lo que allí se afirma. Sin embargo, igualmente quisiera dejar claro, por razones de transparencia y honestidad, que lo que aquí afirmaré es de la más absoluta, y única, responsabilidad personal e individual, y para nada comprometo a ninguno de mis compañeros, los 24 restantes firmantes de la “Carta de los 25”.

La mayoría de las críticas que se han hecho parten de afirmaciones no contentivas en la carta misma y por consiguiente tales críticas no tienen sentido, pues son simplemente distorsiones, malinterpretaciones, tergiversaciones y disociaciones en las cuales caen los críticos seguramente en forma deliberada, simplemente para criticar a ciegas, por no encontrar elementos valederos criticables en la misiva.

Veamos solo algunos puntos. Tal como afirman los que la critican, no se dice en la carta, para nada, que las sanciones son la causa del desastre que vive Venezuela, todo lo contrario, la carta textualmente dice: “Si bien las sanciones no son la raíz del desastre humanitario en Venezuela, han exacerbado gravemente las condiciones para el venezolano promedio”. Y de eso no hay duda, ¿quién lo podría negar de quienes aún vivimos en Venezuela? Lo dicen las encuestas, lo dice Consecomercio, también Fedecámaras, lo dice la realidad del país, y lo dice todo el mundo, menos la mayoría de los venezolanos que viven en el exterior; es decir, 61 de los 68 compatriotas que -curiosamente- suscriben la contrarréplica de la carta encabezada por Antonio Ledezma. Esos viven afuera otra realidad. Ya lo decía Rómulo Betancourt en una de sus más celebres frases: “Una cosa es estar en la candela política y otra desde lejos es decir cómo se apaga el fuego”.

Las sanciones nada solucionaron

Desde luego que las sanciones no causaron la crisis, pues la crisis fue previa a las sanciones, de echo venía ya desde bien adentro de los años de Hugo Chávez, pero sí agudizaron y profundizaron la crisis en sus efectos secundarios, y por lo tanto empeoraron las circunstancias dramáticas en que viven la gran mayoría de los venezolanos. Desde luego que esto no lo quieren ver los sectores radicales, extremistas y sectarios de la oposición, tanto de adentro como del exterior, que seguramente poco les importa las duras condiciones de vida que afrontan buena parte de nuestros conciudadanos. Y lo cierto es que las sanciones nada solucionaron, pero sí complicaron todo y terminaron afectando -de una u otra forma- la calidad de vida en Venezuela, y más aún de las clases más desposeídas que siguen viviendo en la miseria y hundidas en el oprobio, y al final del día fueron todo un fracaso, pues no lograron los objetivos propuestos. También esto ha afectado a Pdvsa, aun cuando la caída de su producción viene desde 2005 y la disminución de su refinación desde 2010, y todo su desastre desde 2003; pero las sanciones agravaron aún más su descalabro y saqueo. Sobre este particular, me referiré exclusivamente en un próximo artículo.

En la historia de Estados Unidos nunca las sanciones han servido para nada, no han sido efectivas ni han tumbado gobiernos, solo han servido para que los gobiernos autocráticos, antidemocráticos y de autoritarismo hegemónico, como es el caso de Venezuela, las usen como excusa para justificar, o tratar de tapar, no solo sus fechorías, sino también su incapacidad e incompetencia para gobernar y para violar los derechos humanos. El gobierno se burla de las sanciones todos los días, pues Maduro y sus ministros serán los últimos venezolanos en ser afectados por las sanciones económicas. Las sanciones fracasaron a todas luces.

¿Sanciones individuales?

Tampoco la «Carta de los 25” se pronuncia en favor de las sanciones individuales o a particulares, pues solo hace mención a “las sanciones económicas” contra el país. Que cada individualidad del oficialismo, o personero del gobierno, responda personalmente -si es el caso- por sus actos delictivos frente a la justicia estadounidense. Aquí igualmente se equivocan quienes critican la carta simplemente por criticar, y quieren sibilinamente, en su interpretación sesgada, dar a entender que en la misiva se aboga por las sanciones particulares. Nada más incierto.

Igualmente, es incierto que no se haga referencia a otros problemas por los cuales atraviesa Venezuela, pues en la referida carta no se soslayan problemas básicos de la población; allí se afirma: “La gran mayoría del pueblo vive en la pobreza y con inseguridad alimentaria. La salud, la electricidad, el saneamiento y la  calidad del agua presentan un estado de profundo deterioro. Las negociaciones deben colocar los temas humanitarios al centro». Incluso se toca el problema de “la liberación de los presos políticos”. ¿Qué más se quiere para una carta de solo dos páginas…? Tampoco se trataba de un programa de gobierno o algo parecido, como pretenden plantearlo los 68 quienes replicaron la misiva.

La sociedad civil

Es de destacar que quienes suscribimos la «Carta de los 25” no pretendemos para nada hablar a nombre de nadie, ni de ninguna institución, ni gremio, ni sector, ni partido político ni siquiera de la tan cacareada sociedad civil; no obstante que todos los 25 somos civiles y formamos parte de la sociedad venezolana, solo nos representamos y hablamos a nombre de nosotros mismos y asumimos plena y absoluta responsabilidad por lo que decimos en dicha misiva, pero en el texto propiamente de la carta no se menciona a la “sociedad civil” en ningún momento. Quienes la critican solo tergiversan y manipulan tal concepto para confundir, y con galimatías pretenden distraer a la opinión pública porque carecen de fundamentos valederos de peso, para refutarnos con la fuerza de la razón.

Cabe señalar que lo que sí resulta algo curioso es que algunos dirigentes de la oposición se sienten, por la “gracia de Dios”, con el derecho a pedirle a Estados Unidos a nombre de todos los venezolanos, mayores y más fuertes sanciones contra Venezuela sin medir las consecuencias o efectos económicos y sociales. Y sin embargo, cuestionan nuestro derecho, que tenemos como simples ciudadanos, a solicitar cierta flexibilización en las sanciones económicas aplicadas contra nuestro país, y que siguen azotando a millares de ciudadanos que aún no han podido huir de la dramática situación que azota a Venezuela. Ellos sí tienen derecho, pues están predestinados por la Divina Providencia a solicitar sanciones severas en deterioro de nuestra población.

También se ha hecho alusión al número de firmantes (25) que suscribimos la carta. Bien se podría decir que mientras más pequeño sea el número de las firmas más exclusivo y contundente es el texto. Aquí no se trata de cantidades sino de las palabras, conceptos y argumentos que se manejen, pues bien hubiésemos podido ser no solo un selecto número de 25, sino 50, 600, 10.000, 20.000, 1 millón, etc…(al fin y al cabo es 75% de los venezolanos que hoy por hoy rechazan las sanciones, según Datanálisis y Datincorp), de lo que se trata es de decir la verdad y abrir una discusión amplia y horizontal donde todos los sectores de la vida nacional se expresen y opinen sobre un tema que nos concierne a todos los venezolanos, y no que dicho tema sea exclusivo de un sector de la oposición, que por cierto no rinde cuentas de nada ni a nadie de los recursos que manejan ni de los temas que se discuten en encerronas nocturnas, en el silencio o conticinio de la noche, donde solo trabaja el crimen.

Exhorto a la negociación

Por cierto, algo a lo que no hicieron referencia quienes tanto criticaron la carta es la referida a la exhortación que se hace al gobierno, a los partidos políticos y a la Plataforma de Oposición Unitaria a retomar sin demoras los procesos de negociación. Pues ya no hay más tiempo que perder, la mayoría de la población venezolana clama por la solución de sus problemas inmediatos, su situación familiar se agrava día a día y su estado de angustia se acrecienta, y por ellos nadie hace nada; tanto gobierno como oposición permanecen impávidos e impertérritos, los dos esperando por los resultados de unos diálogos y negociaciones que cada día ellos mismos -y pareciera a propósito- alargan más. Lo alarmante y dramático de la situación socio-económica de la mayoría de los venezolanos no da para más, y el tiempo que transcurra hasta ver los resultados efectivos de políticas sociales que puedan surgir de las negociaciones, será suficiente “para que todos estemos muertos”, como diría Keyness.

Las redes sociales

Por otro lado, ni qué decir de las múltiples críticas aparecidas en las redes sociales, donde abundan a granel francotiradores que pretenden ejercer el papel de inquisidores, para dictaminar donde están los malos y los buenos de la historia, y así recurren a una especie de chantajes emocionales para difamar, calumniar y mentir con absoluta ligereza e irresponsabilidad, para así acusar de chavista a quienes no piensan como ellos. De estas redes sociales la más nociva es Twitter, en tanto que la gran mayoría de los que allí participan son personas que destilan odio, resentimiento, rencor, frustraciones y envidia, además de hacerlo con un lenguaje procaz y escatológico, cismático y estigmatizador, descalificador e intolerante. Y así no se puede discutir, simplemente no califican.

Por consiguiente, no podemos opinar conforme se comporten las redes. El compromiso de quien opine públicamente por cualquier medio de comunicación social tiene que ser con la verdad, con la justicia y con el país, indistintamente de la tendencia que reflejen las redes. Es irresponsable el político, o cualquier figura pública, que opine según lo que aplaudan en Twitter o por las encuestas, y no lo que piense realmente sobre el acontecer nacional o cualquier otra materia.

Finalmente, ratificó una vez más que han estado equivocados quienes critican la carta pues parten de falsas y tergiversadas afirmaciones no contenidas en la misma. Falacias, distorsiones y disociaciones deliberadas se encuentran por doquier en las críticas hechas a tan polémica misiva por algunos sectores de la oposición, que con cierto dejo de encono respondieron desde el radicalismo estéril y el sectarismo inútil. El radicalismo, sectarismo y fanatismo siempre han sido ajenos a la verdad histórica…


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!