A finales del siglo XVIII el centro urbano de Puerto Cabello era uno relativamente modesto, limitando hacia el oriente por extensos manglares y hacia el sur por terrenos anegadizos, de manera tal que en ese reducido espacio y accidentada topografía comienzan a abrirse paso las primeras calles y callejones. En ocasiones, las denominaciones de estas calles están asociadas a personajes y eventos significativos, dando también lugar a situaciones que enriquecen el anecdotario local. Así, cuenta don Miguel Elías Dao en sus amenas Crónicas Porteñas, que un tal Manuel Helferst, por cierto, de muy mal carácter, cuya residencia se encontraba en la calle de las Ánimas, se la pasaba peleando con los vecinos por el ruido que ocasionaban las carretas a su paso por la vía, hasta el punto de que un día procedió a cerrar la calle con palos y piedra. Llevado ante el jefe civil por su actitud, Herferst argumentó que el nombre de aquella calle merecía una tranquilidad absoluta y que los carros rompían el silencio que él necesitaba para su descanso.

De las calles y callejones que conforman la zona histórica es la calle Lanceros la más conocida. Según la conseja popular su denominación se debe al haber sido asiento de la batalla entre los lanceros del general Páez y los realistas, durante los sucesos de la toma de la plaza en noviembre de 1823, pero la verdad histórica parece apuntar a que su nombre exaltaba al regimiento de caballería Lanceros de honor, que al decir del historiador Asdrúbal González entraron a pie a la plaza y desde entonces se llamaron Lanceros de la victoria.

Originalmente la calle se llamó Ño Morián, y la verdad es que no sería sino otra calle más del sector, a no ser por el simpático puente que suspendido entre dos inmuebles la atraviesa, imprimiéndole un aire andaluz. Algunos ignoran, sin embargo, que el puente fue un agregado de la tercera década del siglo XX, para comunicar a los almacenes de tabaco con la fábrica de don Juan Mesa. Las fuentes, por otra parte, revelan que en dicha calle no tuvo lugar ninguna lucha de los lanceros, pero es evidente que su actual nombre es un homenaje a Páez y sus hombres por la gloriosa gesta que representó la toma de la plaza, marcando así el fin de la presencia española en tierra patria.

Ignoramos cuándo comenzó a llamarse de esa forma, pero resulta interesante mencionar que en 1825 había dentro de Puente Dentro (como se llamaba para la época al sector que más o menos coincide con la actual zona histórica) una «Calle del Jeneral Páez», mencionada en El Vigia, primer periódico local en su edición del 16 de mayo. ¿Sería la misma calle, que más tarde se bautizó con su nombre actual? En abono a esta interrogante, basta decir que en una vieja Memoria del Ministerio de Hacienda (1877), al darse cuenta del destino que corrieron algunos bienes confiscados durante la revuelta independentista, se menciona una casa de Juana Urquieta, situada entre las calles Colombia y General Páez, pareciendo aludir la segunda a la actual Lanceros. En sesión extraordinaria del 27 de abril de 1869, la municipalidad aprueba el nombre oficial de las calles distribuidas a lo largo y ancho del espacio urbano, momento a partir del cual encontramos oficialmente el nombre de la pintoresca calle, hoy símbolo de la ciudad.

Como lo mencionáramos, sin embargo, esta calle sería otra más si no fuera por el simpático puentecito que, como un bien histórico y de interés turístico, debería recibir la mayor atención de las autoridades locales. Lo anterior tiene relevancia a la fecha, pues semanas atrás los porteños fuimos sorprendidos por la mala noticia del derrumbamiento parcial del puente de marras. Una muy mala noticia para el ya de por sí malogrado conjunto histórico-arquitectónico que le queda a la ciudad, lo anterior, por supuesto, desatando el lógico revuelo a través de las redes sociales. La respuesta del alcalde, por demás infeliz, se limitó a aludir a la naturaleza privada de los inmuebles, aunque procediéndose más tarde a iniciar la refacción del puente –eso lo presumimos ante la falta de información- a un ritmo verdaderamente preocupante.

Pero tal como lo manifestamos desde nuestra página en Facebook (Memorabilia Porteña), sucede que la tragedia que vive nuestra zona histórica es una muerte en cámara lenta, y lo del puentecito lo menos grave. La verdad es que el tema es mucho más serio, pues se nos va lo poco que sigue en pie de nuestro patrimonio histórico. ¿Acaso no está en condiciones más serias de deterioro la Plaza del Águila? ¿Y el antiguo museo de historia? ¿Y el viejo correo? El puentecito será refaccionado, aparecerán los recursos, los andamios, las cuadrillas de trabajadores, la respuesta rápida y efectista, pero aun así la agonía de todo el resto del malogrado y malquerido patrimonio histórico continuará, a menos que se estructuren y articulen planes serios y sostenidos de conservación.

[email protected]

@ahcarabobo


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!