El 16 de noviembre, el reto de Juan Guaidó está entre motivar al pueblo venezolano a mantener la resistencia civil o frustrarlo.

La lucha que ha conducido Guaidó contra la empresa criminal conjunta bolivariana ha sido ardua, durante los últimos 10 meses. Cuando logró crear la masa crítica, a nivel de la región, para aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca -un mecanismo para el uso de la fuerza contra el régimen de Maduro-, las bandas terroristas de la empresa criminal conjunta bolivariana actuaron violentamente para desestabilizar los países claves que apoyaron el uso del TIAR.

Además, La Habana volvió a la retórica marxista-leninista. Hace tres días fue la capital del Encuentro Antiimperialista de Solidaridad contra el Neoliberalismo, como lo era en los años de la guerra fría.

El castrismo busca resucitar la lucha ideológica, desaparecida después de la caída del muro de Berlín en 1989, para tratar de sobrevivir el colapso económico que atraviesa Venezuela por la implantación del modelo de producción socialista del siglo XXI, plasmado en el Plan de la Patria.

En esta lucha, Chile se ha convertido en el blanco para Cuba. Porque ha sido el mejor ejemplo de estabilidad económica y política de América Latina. Su modelo económico es el más abierto del continente y el más liberal. Lo que lo convierte en una gran amenaza para la supremacía del castrismo, a pesar de los niveles de desigualdad que ha producido el modelo económico chileno.

El intento de Cuba de regresar a la guerra fría dentro de un mundo multipolar integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón, Rusia a nivel global y la India, Brasil, Turquía, Corea del Sur, Israel, Suráfrica y México a nivel regional, busca contener el avance de la democracia liberal y el libre comercio a través de la exportación de su modelo de control social de la población. Un sistema que ha logrado mantener interrumpidamente los regímenes autoritarios competitivos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

Además, el avance de la globalización de los mercados durante las últimas tres décadas ha permitido el surgimiento de gobiernos populistas, con mayor énfasis a partir de 2005 en la región. Porque ofrecen la satisfacción inmediata de las necesidades de la población, sin importar los efectos en la economía. El populismo no toma en cuenta la ideología.

Asimismo, se sustenta sobre liderazgos personalistas -«la forma de movilización populista por antonomasia»-. Por lo que la reelección presidencial indefinida se ha sido incluida en varias Constituciones latinoamericanas. Lo que ha facultado el arraigo de la corrupción y el florecimiento de un Estado paralelo mafioso que ha permitido mantener el poder -a través de la empresa criminal- y la lucha contra todo lo que sustente la democracia liberal.

Por otro lado, los gobiernos de Colombia, Chile, Ecuador, Argentina, Brasil, Paraguay, Perú y Guyana formaron Prosur el pasado mes de marzo. Un bloque de países democráticos que busca contraponer la arquitectura internacional que ha sustentado el proyecto castrista -el chavismo es su brazo financiero- en la región: la Alianza Bolivariana de los Pueblos de las Américas (2004), Unión de Naciones Suramericanas (2008) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (2010).

En consecuencia, en Venezuela, la lucha por la democracia y la libertad combina el ámbito nacional e internacional. Y en este sentido los actores claves son el pueblo venezolano y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, respectivamente.

Hasta ahora, Trump se lo juega todo (all in) con Juan Guaidó, como la figura que puede facilitar la transición hacia la democracia en Venezuela. No apuesta a otro. Por lo que una derrota de Guaidó, también, será la derrota de Estados Unidos.

Por ello, Cuba busca la caída de Guaidó. Porque es el triunfo del castrismo sobre Trump. En el resto de la región trabaja por el derrocamiento de Piñera en Chile y Moreno en Ecuador, y la desestabilización de los gobiernos de Duque en Colombia, Bolsonaro en Brasil y Abdo Benítez en Paraguay.

Si el 16 de noviembre Guaidó no cuenta con el respaldo del pueblo de Venezuela para seguir adelante con la misión que asumió el 23 de enero, el castrismo cantará: «Con Raúl y Maduro, a los yanquis les estamos dando duro».

Pa’ la calle el 16 de noviembre.


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