Dedico el presente artículo, gracias a la oportunidad que me brinda El Nacional, a la memoria del excelentísimo sociólogo norteamericano Immanuel Maurice Wallerstein (1930-2019). Sus análisis del que llamara sistema-mundo han sido de gran valor al estudio de qué y cómo nos ocurren las cosas.

Al parecer una parte de la dirigencia política internacional aparenta no enterarse, o piensa que es tarea de alguien más pero no de ellos, atacar el peligro que representan estos malignos sistemas que han mantenido en América el sufrimiento de las madres cubanas, nicaragüenses y ahora venezolanas después de muchos años. La cobardía de regímenes tiranos que a través del secuestro, la tortura y el asesinato de sus ciudadanos, continúan subyugando a sus naciones ante los ojos de la sociedad mundial.

Los sistemas políticos pueden, legítimamente, variar de país a país. De acuerdo con las realidades de su devenir cultural, y con la creación de sus propias instituciones, puede entenderse se establezca un orden específico dentro del territorio que les ha albergado y han hecho suyo. De algún modo se provoca una coexistencia de diversas familias que fueron reproduciéndose, haciéndose fuertes en el tiempo, y creciendo en tamaño e influencia en su región del planeta.

De la dinámica sociológica se desprende que esa existencia de diversidad de tribus, familias, naciones, dentro de una misma región e intercambio de sus experiencias, inicialmente entre territorio contiguos, ha ido produciendo el mapamundi, y aún en cambio, como lo conocemos hoy. Gracias a la evolución histórica y tecnológica constante, se van expandiendo cada tipo de sistemas. De locales pasan a regionales y viceversa, con la tendencia a imponerse y sostenerse así mismos (Unión Europea-Gran Bretaña). De allí se desprende así también relaciones intergubernamentales e interinstitucionales de país a país, y entre varios por regiones.

La realidad, que hasta hace poco se había venido soslayando de silenciosa caída de Caracas bajo dominación castrista, pinta ahora una Venezuela claramente invadida como respuesta del actual eje actual Moscú-La Habana, resultante a su vez de la caída del anteriormente poderoso bloque soviético, después de la caída en 1989 del Muro de Berlín, y así la caída, país tras país como la Polonia católica de su Santidad Juan Pablo II.

Hace más de cinco siglos, en 1453, la caída de Constantinopla en manos turcas conllevó a que portugueses y castellanos habrían de buscar otros pasajes para llegar a la India y Asia. Por ello Vasco da Gama circunnavegó África, lo que culminó con su viaje entre 1497-1498. Mientras tanto Colón navegó al oeste por el Atlántico, hacia tierras de un nuevo continente, llegando a América, en 1492, creyendo inicialmente que andaba por mares de la China. En 1498 llegó a Venezuela la «Tierra de Gracia» en su tercer viaje.

Hemos afirmado, en ya incontables oportunidades, que la anexión política al bloque soviético de la ya conocida secularmente como relación parasitaria de la Cuba castrista, Fidel se incorporó, a la caída soviética, a buscar una nueva ruta para imponer su dominación en la región latinoamericana. Seduciendo siempre a la España pro comunista e inconfesablemente antinorteamericana europea, nuestro territorio venezolano lo han hecho parte esencial de su eje de respuesta, o huida hacia adelante, al fracaso del sistema comunista internacional, a través del caballo de Troya Foro de Sao Paulo.

Todos preguntemos en esta hora menguada de nuestra historia latinoamericana: ¿cuánto ha costado y para qué tanta dislocada influencia del marxismo ruso-castrista en nuestra América? ¿Seguiremos viendo caer el llanto de nuestras madres cubanas, nicaragüenses, venezolanas o luego colombianas sin unirnos en América para hacer caer de una vez y para siempre a los tiranos?

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@gonzalezdelcas


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