En estos días tuvimos la ocasión de ver la extraordinaria serie The Crown, es espeluznante la crianza que de por vida tiene un o una candidata a monarca en el Reino Unido. Tampoco, la corona británica solo es para el ceremonial y carente de poder político. En esta cinta, los guionistas nos enseñan –o eso intentan– que el monarca es el recurso de última instancia del primer ministro. De igual modo, nos exhiben el poder tras del trono de la burocracia que tiene sus oficinas en el Palacio de Buckingham, que aconseja todo el tiempo a los reyes cómo deben comportarse ante quienes van a visitarlos, qué deben y no deben hacer. Solo el emperador de Japón tiene un ceremonial superior al de la monarquía británica.

Así, por ejemplo, observamos cómo escondía su enfermedad Sir Winston Churchill en su segundo mandato como primer ministro, para que no se diera cuenta su graciosa majestad. Como también la impavidez y la sangre fría de la reina Elizabeth II para aguantar los escándalos de la familia real, y poder tratar a su tío el duque de Windsor, que abdicó al trono porque quería casarse y se casó con una norteamericana divorciada dos veces.

Ahora estamos presenciando en tiempo real cómo los medios televisivos, radiales y periodísticos están condenando al rey emérito, adelantándose al Poder Judicial. No queremos con esto decir aquí que defendemos la impunidad, sino que le demos también la presunción de inocencia al monarca español. La ultraizquierda española, que nunca descansa ni fuera del territorio español, porque sabemos hasta la hartura que lograron ser financiados por el gobierno de Chávez, y son protectores sigilosos de sus enviados y súbditos, ha disfrutado con esta metedura real de pata. En efecto, el rey emérito había abdicado, hecho que nunca se había presentado porque hasta tuvieron que hacer una Ley de Abdicación debido al escándalo desatado por una cacería de elefantes, donde resultó con la cadera fracturada. Se supo entonces que tenía una buena “amiga” que lo acompañaba. Y ahora se sabe que ha sido generoso con esa amiga. Por lo tanto, nuestro rey emérito que ayudó a la restauración de la democracia en España, que metió a la nación ibérica en la Europa moderna de la Unión Europea, ahora sufre el huracán de la crítica social y política de los españoles comunes.

Y ahora la ultraizquierda, siempre nostálgica, pretende el regreso de la República española que acabó en el año 1939, en la que Juan Negrín como ministro de Hacienda hizo entrega a Stalin (URSS) de las reservas internacionales del Banco de España. También cuando fue presidente, en plena guerra civil, tenía dos cenas y dos amantes aparte de una nutrida guardia personal. Esto es, es esto lo que anhela la izquierda militante, una nueva república porque no les basta con el presidente del Ejecutivo, sino que quieren el de presidente de la República, para repetir todas las calamidades e inmoralidades que se vieron en aquel entonces en los años 1930-1939. También acuden a este acto colosal de canibalismo político, los afectos al independentismo catalán, y vasco, los cuales se frotan las manos.

Sea como fuere, el pueblo español como que tiene memoria limitada, corta y de mosquito, al igual que muchos pueblos latinoamericanos, en especial el venezolano. Tal como decía el gran Voltaire: “La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria”.

 


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