El escenario internacional está alcanzando niveles de crispación que permiten abrigar el temor de que un error de cálculo pueda convertirse en la chispa que encienda la pradera. En un mundo globalizado tan solo la posibilidad de que ello ocurra ha disparado algunas consecuencias, tal como el aumento de los precios del petróleo lo cual se refleja ya en los precios de los combustibles, los alimentos, los pasajes, los seguros, etc. Este cuadro incluye tanto a quienes son actores de primer orden como a quienes apenas merodean de manera satelital. Hoy día la actitud abstencionista (yo no me meto, ese no es p… mío, etc) no puede estar en las alternativas de cálculo.

El Medio Oriente, desde las épocas bíblicas ha sido escenario de serios conflictos en los que un ingrediente central fue y sigue siendo el choque de civilizaciones desde la época de  los cananeos, israelitas, babilonios, persas, griegos, romanos, bizantinos, árabes, cruzados, otomanos, británicos y hoy día el Estado de Israel. Difícil conseguir otro lugar del mundo donde tantos cambios hayan ocurrido los cuales incluyen también el hecho de que en Jerusalén se concentren algunos de los lugares más sagrados de tres religiones (judíos, cristianos y musulmanes). Lo anterior explica las tensiones que allí se han generado y que subsisten al día de hoy.

El conflicto israelí-palestino que ocupa los titulares informativos es, pues, la consecuencia  lamentable y casi natural derivada de ese choque de civilizaciones anteriormente mencionado.

No es objeto de estas líneas examinar las tensiones y conflictos en un marco histórico milenario, sino elaborar sobre algunos de los temas que este cuadro ofrece.

En 1947 la Asamblea General de Naciones Unidas, por Resolución 181, aprobó que el mandato británico sobre la zona, vigente desde 1922, fuera distribuido entre dos Estados, uno árabe y el otro judío. Lo entonces resuelto fue acatado por los judíos y rechazado por los árabes, quienes a los pocos días iniciaron hostilidades militares. En ese y los restantes enfrentamientos armados Israel ha resultado triunfante, aunque causando aspectos negativos como el desplazamiento, voluntario o no, de importantes contingentes palestinos hacia países vecinos en condición de refugiados pero también la permanencia pacífica de la mayoría en lo que hoy es territorio de Israel, con pleno ejercicio de sus derechos y la lamentable persistencia de grupos inconformes que son los que desde entonces han dado lugar al odio, la confrontación y al terrorismo como arma política.

Gaza fue ocupada por Egipto desde 1948 hasta 1967, cuando Israel triunfó en la Guerra de los Seis Días, permaneciendo allí hasta 2005, cuando a raíz de los acuerdos suscritos en Oslo desocupó la zona, incluyendo también Cisjordania (margen occidental del valle del río Jordán), aun cuando reteniendo ciertos controles. En 2006 se celebraron allí elecciones libres y democráticas en las que el grupo Hamás resultó ampliamente mayoritario en Gaza, mientras que la parcialidad Fatah se impuso en la Margen Occidental, manteniéndose diferenciados hasta el día de hoy. Lo cierto es que poco después de las elecciones Hamás tomó el control exclusivo de Gaza, con aprobación mayoritaria de la población local mientras la Autoridad Palestina se vio reducida a Cisjordania con capital en Ramallah. Hace apenas dos días que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por el veto de Estados Unidos, rechazó la petición de Palestina para integrarse como miembro pleno de esa institución.

En la madrugada del 7 de octubre de 2023 miles de milicianos de Hamás cruzaron la frontera atacando a la población israelí aledaña sin aviso, en plena oscuridad, lo que da lugar a la presente fase del conflicto. Existe suficiente evidencia gráfica y testimonial del salvajismo de los terroristas que participaron. No hemos visto a Maduro ni a su combo  reclamando por ello.

Como es de suponer, Israel, única democracia en Medio Oriente, se vio obligado a responder con una fuerte contraofensiva en la que, en ejercicio de la legítima defensa, se cometieron algunos excesos, originados en el hecho de que los efectivos de Hamás se escudan detrás de la población civil, en los hospitales, escuelas y túneles. Ello ha resultado en que el ejercicio del incuestionable derecho a la defensa de ellos hayan muerto varios miles de ciudadanos civiles, no combatientes. Eso es lo que en el  frío e inhumano lenguaje de la guerra se llama “daños colaterales”, los cuales afectan a civiles, además de los efectivos militares. Tal situación ha desatado una ola mundial de protestas en la que Israel viene perdiendo la batalla de la opinión pública en casi todo el mundo occidental. Imagínese usted la Segunda Guerra Mundial con la aviación inglesa y norteamericana bombardeando indiscriminadamente las ciudades alemanas con miles de víctimas civiles inocentes designadas como “daños colaterales”. Duro como suene, esas incursiones aéreas indiscriminadas provocaron violación masiva de derechos humanos, pero entonces no existían las organizaciones que existen hoy para defender y protestar por la violación de los mismos. Los alemanes habían hecho igual en plena ciudad de Londres con suficientes inocentes no combatientes muertos.

En la misma línea de razonamiento el derecho de legítima defensa de Israel implica la dolorosa decisión de causar “daños colaterales” en la población de Gaza, que -de paso- votó y apoya mayoritariamente aún a su gobierno de Hamás. No se justifica, pero el escenario no es el de una piñata, sino el de una lucha por la supervivencia ante un enemigo que tiene como primer objetivo fundacional la eliminación del Estado de Israel de la faz de la tierra. Hiroshima y Nagasaki fueron terribles ejemplos de la necesidad de estas decisiones donde todas las opciones son trágicas.

Llegados a esta misma semana ocurre el ataque de Irán a gran parte del territorio israelí con masiva utilización de drones, misiles y cohetes disparados sobre áreas pobladas. Afortunadamente, la insuperable capacidad técnica israelí y el apoyo logístico de Estados Unidos lograron frustrar en su casi totalidad la incursión. En este episodio Israel no solo ejerció su derecho a defenderse sino que además ganó la batalla de la opinión pública, que venía perdiendo al punto de llevarlo a la casi ruptura con varios países, incluido Estados Unidos, cuyo presidente Biden insistía enfáticamente en la moderación.

Lamentable, aunque no sorpresiva, la posición adoptada por la Venezuela “bolivariana” que prefirió apoyar a su aliado Irán y no al derecho de defensa que tan entusiastamente  abrazaba cuando era Israel el que adelantaba una ofensiva antiterrorista en Gaza. En esa onda Venezuela se anotó con Cuba, Rusia, Nicaragua, Bolivia, etc. Eso, seguramente, será tenido en cuenta cuando llegue la hora para que quienes hoy ocupan el gobierno tengan que rendir cuentas. Para eso existe la justicia universal (Corte Penal Internacional) y la nacional que -Dios permita- pueda estar depurada y desideologizada. Por el momento ni los aliados políticos del vecindario se han anotado en el equipo perdedor, mientras otros -Argentina- se han pronunciado inequívocamente por el apoyo a Israel.

@apsalgueiro1


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