La neblina agobia mis sentidos tratando de descifrar esta situación por días y una frase de Bernard Russell retumbó en mi mente: «Yo suponía que la mayoría de las personas preferían el dinero a cualquier otra cosa, pero me di cuenta de que aún les gustaba más la destrucción», justo en el blanco porque hoy, lamentablemente, nuestro país está destruido desde sus cimientos más profundos que son los sueños, metas y anhelos de su futuros herederos: la juventud venezolana.

Por mucho tiempo los jóvenes han recibido en su espalda el inclemente látigo del régimen de facto, mientras su frente ha estado azotado por gas, perdigones y balas. Como si se tratara de un pecado mortal milenario soñar y luchar por los planes de vida que se posea. El año 2014 dejó compañeros asesinados, Bassil y Robert fueron los primeros en la lista negra de los represores que hoy no olvidamos. Día tras día noticias sangrientas llegaban sin cesar y la emoción, la euforia y una pizca de frustración era el cocktail de sentimientos que hacía chispa en nuestro corazón. Sin lucha no hay mañana y sin mañana no hay futuro. Había llegado la hora de salir y creímos en ello hasta al final. Nos defendimos de las balas con piedras, nos cubrimos de ellas con escudos de madera, pero el final nunca llegó. De nuevo, Morfeo nos enredó en su telaraña y de ahí no tuvimos salvación.

Luego, en pleno 2017, cuando el asfalto nuevamente nos convocó, esa lista se tornó mucho más oscura y con ella el terror hizo de las suyas. Más muertes, más exiliados, más frustración. Eso es lo que hoy reina en cualquier espacio en donde se desenvuelva la juventud y es que Robespierre afirmó mucho tiempo atrás: “Si el resorte del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, el resorte del gobierno durante la revolución es, al mismo tiempo, la virtud y el terror, la virtud sin la cual el terror es mortal, el terror sin el cual la virtud es impotente». Pues, el terror actualmente es su arma más poderosa.

El terror comienza como un instrumento para alcanzar la utopía o para mantenerla. Luego se convierte en un fin en sí­ mismo. La irracionalidad de esto tiene dos causas. Primero, es la expresión eminente del odio político. La moral es sustituida por la pasión. El enemigo no es un ser humano, es una alimaña que no merece vivir.

Ese terror ha hecho que actualmente la juventud se debata y afirme minuto a minuto que Maiquetía o una primitiva trocha son las únicas salidas, ese terror ha hecho que muchos renuncien para trabajar, reunir algunos cobres para irse, así­ sea por los caminos de la jungla, ha hecho llorar constantemente lágrimas de sangre por la indignación de no cumplir sus metas y ver a familiares no tener que comer, un terror que ha llevado a pensar por mera necesidad si irse a una peligrosa e infectada mina o quedarse ganando sueldo mínimo, entre tantas cosas, el terror infundido por este régimen ha hecho que una juventud luche en una economía de sobrevivencia y ha hecho creer que este es un país sin oportunidades.

Ahora, una frase de Don Jefferson canta retruco: «He jurado ante el altar de Dios, hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre» y esa tiranía terrorífica que hoy está en el poder ha de ser combatida por la fuerza imparable de nuestras convicciones e ideales.

Ese terror que hoy nos corroe como juventud ha de ser dominado y expulsado de nuestros sentimientos porque somos nosotros los que llevaremos las riendas del cambio y la reconstrucción de nuestra nación. La motivación se alcanza, la disciplina se construye y por los sueños se lucha y es que «en tiempos de crisis, nacen los grandes emprendedores y los grandes liderazgos».

@JorgeFSambrano

#RendirseNoEsUnaOpcion


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