La semana anterior examiné los elementos del paquete de medidas aisladas, anárquicas e improvisadas que el régimen de Maduro está poniendo en marcha o está aceptando para sobrevivir cada día.

Lo cierto es que estamos apreciando un cambio en elementos importantes de la vida económica del país. Esos cambios pueden ofrecer a personas desprevenidas o desinformadas una imagen distorsionada de la realidad.

Es importante destacar que no estamos frente a un programa de desarrollo económico integral. Mucho menos en una situación de crecimiento o recuperación económica. Estamos frente a la implementación de medidas aisladas tendientes a dar respuesta a problemas puntuales o aceptados por no poder impedirlo, aun con el inmenso poder represivo del estado.

El régimen madurista, abdicando de los dogmas marxistas y estatistas establecidos por años, no ha tenido más remedio que aceptar ciertas realidades de la economía. Como en muchas circunstancias tenemos que aceptar realidades de la física o de la química.

Es importante poner de relieve que solo en una democracia, con una economía de mercado, es posible generar un crecimiento económico sostenido y sostenible. Sin la vigencia de un Estado de Derecho no es posible garantizar los derechos fundamentales de las personas, y por lo tanto de los agentes económicos.

Si no hay garantías y protección efectiva a la propiedad es imposible lograr las inversiones que una sociedad como la nuestra requiere, para empezar a crecer moderada y sosteniblemente en el campo económico.

Es fundamental definir una política fiscal, tributaria, monetaria y comercial clara y justa. La discrecionalidad en estos temas constituye un elemento perturbador para el desarrollo de las inversiones. Dejar en manos de funcionarios mal preparados y sin ética los elementos de la política comercial y tributaria constituye la base de un sistema profundamente corrompido, que eleva a niveles insoportables los costos de insumos, materiales y productos requeridos en el mercado interno.

El nivel de deterioro que ha alcanzado la infraestructura y los servicios hacen urgente un plan de inversiones que le devuelvan su funcionamiento y su capacidad instalada, para poder soportar un proceso de apertura y desarrollo económico. Sin servicios como agua, energía, vialidad, comunicaciones y transporte no es posible impulsar un plan de recuperación del país. Es entonces fundamental impulsar un plan mixto de inversiones públicas y privadas para contar con la infraestructura necesaria para ese plan de desarrollo.

Un régimen como el de Maduro, instalado en el poder a base del fraude y la represión, jamás logrará conseguir financiación  para resolver este eje fundamental y lograr salir adelante. Será necesario un gobierno democrático con programas y objetivos claros, con gobernabilidad garantizada, para poder arrancar un programa como el citado. Es conveniente, entonces,  dejar sentado que no hay suficientes inversiones, en estos tiempos, orientadas a restituir la potencialidad productiva de nuestro país.

El plan de desarrollo que Venezuela necesita -que no es lo que estamos presenciando con las medidas epilépticas, anárquicas y aisladas que hemos examinado- requiere muy especialmente, además, contar con una dimensión social. El factor humano es clave para sacar adelante un plan de desarrollo.

Vivimos en una nación que ha perdido 20% de su población. Buena parte de su juventud y de sus cuadros mejor preparados han emigrado. De la población residente en nuestro territorio una parte sustancial ha envejecido, está enferma o desnutrida.

El asunto es aún más severo en niños, adolescentes y ancianos. El drama humano que tenemos por delante es descomunal. Se impone entonces un programa especial humanitario, tendiente a recuperar la salud física y espiritual de la población.

Ello supone un programa de política social de gran aliento, para el cual tampoco el país tiene los recursos. Ubicar esos recursos, y administrarlos de forma transparente, solo es posible en una sociedad democrática. Una sociedad autoritaria y opaca, como la actual, no está en capacidad de impulsar un programa de este alcance.

Se impone entonces una gran inversión y una política de contenidos factibles en educación y salud. Estos dos elementos de política social constituyen ejes fundamentales de una agenda, requerida para lograr un desarrollo integral de nuestra sociedad.

Una política que solo se centre en los elementos de orden estrictamente económico, sin ponderar la realidad humana, estará destinada a su fracaso. Sobre todo en un escenario de apertura democrática. Allí la sociedad se expresará y movilizará en circunstancias distintas a las que apreciamos en estos tiempos de autoritarismo. Tal circunstancia permitirá conocer en su exacta dimensión el problema. Se podrá y deberá trabajar profesional y  trasparentemente en las estadísticas. Un manejo inadecuado del tema se convertirá en un elemento de ingobernabilidad. Por razones éticas y políticas el drama humano debe atenderse en paralelo con el programa de recuperación de la economía y la infraestructura del país.


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