Podemos llamarlo como mejor nos plazca: desacoplamiento, desentendimiento, guerra comercial, nueva guerra fría… el caso es que la rivalidad cada vez más profunda que se ha instalado entre los gobiernos de Estados Unidos y China está provocando un reacomodo de posiciones, de estrategias y de planes entre aquellos terceros afectados por la suerte de ruptura entre los dos titanes que es, a cada paso, más evidente. La pandemia del coronavirus no deja, además, de alimentarlos. Las primeras en reaccionar son las empresas que operan entre los dos gigantes.

El periódico Financial Times de esta semana dedica un buen espacio a esta transformación que está teniendo lugar frente a nuestros ojos. Un número sustantivo de empresas establecidas en China están mudando sus órdenes de compra, sus capacidades manufactureras o sus operaciones fuera de la geografía china. Recordemos que una de las grandes fortalezas chinas de los últimos años proviene del inmenso contingente de industrias que se desplazaron a suelo chino o de nuevas inversiones que se iniciaron con la idea de proveer, desde allí, insumos, piezas y partes y productos terminados a la colosal operación de exportación  que se armó dentro del gigante asiático para aprovisionar el mundo entero y, particularmente, a los dos grandes ejes importadores del planeta , Estados Unidos y Europa de bienes importados a precios imposibles de igualar desde otro lugar.

Evidencias de que una deserción masiva se está cocinando a fuego lento no faltan. La Cámara  Americana de Comercio con sede en China ha conducido una investigación que concluye que cerca de dos quintas partes de las empresas norteamericanas basadas en China en los dos últimos años han desertado y están mudando sus facilidades manufactureras fuera del territorio chino, o lo están, al menos, considerando.

A decir verdad no es solo la desavenencia política entre los titanes lo que alimenta el éxodo. Un tema de costos crecientes en suelo chino, lo que viene incrementándose en los diez últimos años, ha formado parte del proceso de toma de decisiones dentro de las cadenas de suministro. Más recientemente, la construcción por encargo de plantas y equipos industriales altamente automatizados y con tecnologías de punta en China se está examinando con recelo. La actitud permisiva de los chinos en el terreno de propiedad de derechos intelectuales y de robo de tecnologías no contribuye a que la adquisición de bienes de capital goce de seguridad ni ponga su privacidad a resguardo. Industrias vinculadas con la defensa, producción farmacéutica, telecomunicaciones y tecnología en general, son las líderes de la reticencia en decisiones de negocios y de suministros y equipamiento que envuelve a China.

En fin, lo que parece es que esta coyuntura caracterizada por un alejamiento político entre las dos más grandes potencias mundiales contribuirá a que la globalización no sea en el futuro un hecho que se da por descontado. La diatriba política que ambos países sostienen terminará por generar ambientes comerciales alternativos. China continuaría siendo una opción como socio comercial, pero cada día más se desarrollarán más centros de proveedores regionales alternativos en otros países de Asia o en América Latina que, aunque resultan más costosos, contribuirán a temperar los riesgos que trae consigo un eventual descalabro de la relación bilateral entre Pekín y Washington.

 


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