Cuando controlas un país imponiendo el terror y reprimiendo todo tipo de resistencia, puede que termines creyendo que eres invencible. El poder ejercido de manera absoluta crea megalómanos en todas partes, capaces incluso de pensar que pueden retar a la primera potencia mundial y salir ilesos en el intento.

La posición de liderazgo de Estados Unidos en la escena internacional no es gratuita, es consecuencia directa de su poderío económico, pero sobre todo militar.

Para reafirmar su posición dominante los estadounidenses no invaden países todos los días, eso quedó en el pasado, hoy hay otras estrategias, entre ellas una de las más útiles es la amenaza creíble.

Para que la amenaza sea efectiva debe ser creíble, es decir, posible de ejecutar cuando el curso de los acontecimientos así lo demande.

El presidente Trump ha sabido utilizar muy bien este recurso en su política exterior. Contrariamente a lo que sus críticos sostienen, esta administración republicana está lejos de ser calificada de “guerrerista”. Hasta con Kim Jong-un el tono ha sido en última instancia la negociación, eso sí, no sin antes amenazar con destruir totalmente Corea del Norte si continuaba la posición desafiante del dictador coreano.

Con respecto a Irán, hasta hace algunos días esa también había sido la estrategia, las alertas al régimen teocrático iraní se hicieron en numerosas ocasiones, pero lejos de producir un cambio de rumbo, profundizaron las diferencias entre ambas naciones, con el desenlace que todos conocemos.

La baja del general Qasem Soleimani es una señal para todos aquellos que se sienten tan poderosos al punto de que hasta llegan a pensar que son inmortales. Este personaje nefasto no solo era el cerebro detrás del brazo armado del régimen iraní, los llamados “guardianes de la revolución”, sino que también el vínculo de Teherán con grupos terroristas como Hamas y Hezbolá.

La justicia llega y a veces de la peor manera, todo aquel que desafía al mundo creyendo que jamás encontrará consecuencias por sus actos se equivoca. Estados Unidos demostró que para neutralizar un enemigo no hace falta más que un par de segundos y un dron.

En este sentido, hoy más que nunca Venezuela debe mantenerse en la agenda del gobierno de Trump. Las probadas alianzas del régimen chavista con grupos terroristas del Medio Oriente representan una amenaza real para Estados Unidos, que tendrá que lidiar con un campo de operaciones enemigo en su propio continente.

Los venezolanos somos amantes de la paz, pero no la “paz” de los fusiles que nos impone la dictadura de Nicolás Maduro. La paz verdadera vendrá con la libertad y cuando el mundo se libra de un terrorista no solo el mundo es cada vez más seguro, sino que Venezuela es cada vez más libre.


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