La semana pasada mencioné cómo la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, es una de las principales detractoras de la agenda 2030 y de cómo ciertos políticos la han criticado por sus políticas anti progres. Ante ello, mi hermano menor, quien sigue en el colegio, me preguntaba cuál era el problema con la agenda 2030, si todo lo que busca esta es “positivo” para el futuro del mundo.

Claro, si reflexiono un poco, no me resulta raro entender la razón por la cual él pensaría eso. La verdad es que desde el 2015, año en que se aprobó dicha agenda, ha sido difundida como un cuento de hadas por todas partes, sobre todo en las instituciones educativas. A mí, al igual que a él, me enseñaron en el colegio que la agenda tenía unos fines mágicos, como imagino les habrán enseñado a muchos otros alumnos alrededor del mundo.

Y en realidad, si uno lee ciertos objetivos del plan para el desarrollo sostenible, “fin de la pobreza”, “hambre cero”, “paz, justicia e instituciones sólidas”, “educación de calidad”, supondrá que no hay nada de malo, sin embargo, el diablo está en los detalles, y en este caso está en la letra chica de las metas de esta agenda.

La ONU es una institución más que criticada por varios sectores políticos alrededor del globo. No solo por las deficiencias que muestra en la ejecución de sus funciones, sino por su profundo interés por sobreponerse a los Estados y sus constituciones, y por su ideologización progresista. Y, bueno, la agenda 2030 es una de sus creaciones más recientes para ejecutar sus ideas, encubriéndolas en fines altruistas y de cooperación internacional.

Si empezamos a ver los objetivos, en el número cinco encontraremos la imposición de la igualdad de género. Porque sí, los objetivos no son anhelos ni consultas a la población, sino imposiciones que se buscan establecer a cada Estado. En la meta 5.6 podremos encontrar “el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y derechos reproductivos”, según, por ejemplo, la Plataforma de Acción de Beijing, la cual impone el aborto. Una de las tantas conferencias o tratados que firma la ONU y a la cual se suscribe esta agenda, que podremos ver en los 17 objetivos.

De la misma forma podemos ver cómo se impulsa también la ideología de género, y todas las ideas bizarras que esta conlleva. Es decir, una agenda que no solo impulsa el aborto sino también a los “Decepticons”. Nomás veamos a Canadá, fiel seguidor del plan 2030 y donde la ideología de género se sobrepone al resto de derechos individuales de la sociedad. Todo para así poder llevar a cabo un plan de control poblacional.

Además, como ha dicho, por ejemplo, el ministro de relaciones exteriores de Argentina, el compromiso con la agenda es superior al gobierno de turno —argentino—. Es decir, que este nauseabundo plan, por el cual nadie ha votado, debe sobreponerse a los intereses de los ciudadanos.

¡Viva la democracia! ¿No?

Por último, el plan ecológico por parte de este panfleto progre, que ha tenido injerencia en decisiones desastrosas como la de la U.E. de forzar a los Estados europeos a dejar de producir autos a combustión para el 2035. Una decisión que si fuese llevada a referéndum no tendría el desenlace que querrían, ¿Seguros que el poder recae en el pueblo?

Esta es la situación de esta agenda, la cual, como dije en un inicio, es difundida como un cuento de hadas, pero no es más que una pesadilla progresista.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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