La caída de la capital de Ucrania (19 de septiembre de 1941) significó el más grande desastre militar de la Unión Soviética. Desde la perspectiva del Tercer Reich hacía inevitable la victoria en la “Operación Barbarroja” (invasión alemana a Rusia desde el 22 de junio hasta el 5 de diciembre de 1941) y por tanto en la Segunda Guerra Mundial. Para el pueblo ucraniano, que inicialmente lo vio como una liberación del régimen soviético que había producido millones de muertos por hambruna, significó tres años de una devastadora ocupación con 4 millones de civiles muertos, 3 millones esclavizados en Alemania y más de 700 ciudades destruidas. Los hechos posteriores ocultarían el impacto que tuvo en la mentalidad del momento y para la opinión pública occidental no significó un trauma como ver la esvástica en la Torre Eiffel de París. El Führer, al contrario, estaba eufórico, el conflicto que tuvo con sus generales entre julio y agosto (ver nuestra quinta entrega dedicada la campaña rusa: “El mundo contendrá la respiración”) le terminaba dando la razón. El dominio de Ucrania, supuestamente, le permitiría obtener los recursos para completar el objetivo inicial de destruir el Ejército y el Estado bolchevique. Sus triunfos en el Frente Oriental le impedían ver el alto precio que su Ejército pagaba por cada ciudad conquistada, más temprano que tarde las estadísticas ignoradas le llevarían a la derrota.

Kiev fue el primer objetivo de “Barbarroja” que logró la Wehrmacht (Ejército alemán), aunque tal como explicamos la semana pasada, Leningrado (meta del Norte) se había decidido sitiar y derrotar por bombardeo y hambre. Moscú (meta del Centro) estaba en espera. El Grupo de Ejércitos Sur bajo el mando del mariscal Gerd von Rundstedt con el I Cuerpo Panzer del general Ewald von Kleist, tenía la tarea más complicada de los tres grupos. No solo porque fue la única zona soviética que estaba alerta ante la invasión, sino que era la más extensa y la mejor defendida en lo referente al número de soldados y armas (poseían los nuevos T34 y KV1). Stalin le asignó gradualmente importantes refuerzos debido a su valor estratégico, colocando al general Semión Budienny al comando del llamado Frente Suroccidental. Los alemanes usaron la táctica tradicional de la Blitzkrieg: los panzer divididos en dos puntas de lanza por el Norte y el Sur (apoyadas desde el aire por la Luftwaffe) destruirían rápidamente las defensas estáticas rusas y avanzarían hasta llegar el río Dnieper donde se cerrarían las “pinzas”. Los soviéticos intentaron contraatacar con el uso de tanques pero se impuso la experiencia: los panzer se retiraban y atraían los blindados a la trampa de los cañones antitanques de 88 mm. De esa forma se desarrolla la Batalla de Uman (15 de julio al 8 de agosto) en el cual fallecieron en combate cien mil soldados defensores y otros cien mil caerían prisioneros.

La campaña de Kiev comenzó de inmediato y duraría hasta el 26 de septiembre cuando se rinden los últimos defensores. Stalin había acumulado en torno a la ciudad una gran cantidad de soldados y material de guerra (600.000 combatientes, 1.000 tanques y más de 3.000 cañones) y Budienny insistía en la defensa de trincheras y el uso incorrecto de los tanques (dispersándolos para apoyar la infantería). Varios generales advirtieron aunque tímidamente que estos ejércitos podrían ser rodeados, entre ellos estuvo Gueorgui Zhukov, quien fue enfático y de esa forma terminaría destituido temporalmente del Alto Mando por dar estos consejos. Por el Sur y el Norte los panzer otra vez acorralaron a los defensores, pero también contaron con el apoyo del II Cuerpo de Panzer comandado por el general Heinz Guderian del Grupo Centro que recorrió 200 kilómetros rápidamente desde el Norte el 23 de agosto para ayudar en las pinzas (el cambio de estrategia que realizó Hitler y al cual se opuso el Alto Mando para terminar aceptándolo) logrando el contacto con el I Grupo de Panzer el 16 de septiembre. El cinco de septiembre Stalin ya se había dado cuenta de su error y permitió la retirada pero ya era muy tarde, la inmensa mayoría no pudo escapar y poco a poco el cerco se fue cerrando.

El Diario del panzerjäeger (antitanque): Hans Roth (del batallón 299 de la División de Infantería del Sexto Ejército alemán) relata cómo desde principios de septiembre fueron atacando la ciudad y los combates más intensos se dieron entre el 17 y el 19 y finalmente “los rojos” se rindieron definitivamente el 23. Los rusos se defendían con bombas molotov, los famosos cohetes “Katiusha” e incluso perros con bombas (también dejaron minas trampas en toda Kiev); pero termina concluyendo que fueron menos resistentes que en otros lugares y la población recibió con alegría a los alemanes (“besos, abrazos y llanto agradecido”). Advierte que la SS se dedicó a buscar a los posibles partisanos y a los judíos (fueron obligados a presentarse el 25), y que “los interrogatorios y ejecuciones no cesaban”. Pudo hablar con un miembro de un “Einsatzgruppen” de 19 años que le describió las masacres en Zhitomir (el 19 de ese mes) donde en grandes fosas asesinaron con ametralladoras a más de dos mil judíos desde bebés hasta ancianos. Dice que nunca lo olvidará, pero después pasa a describir el terrible daño del bolchevismo en Ucrania que siendo tan rica en recursos su pueblo pasaba tanta hambre (2010, Eastern Inferno. The journals of a German Panzerjäeger on the Eastern Front (1941-43)). Los aliados rumanos del Eje avanzaron en dirección a la costa del Mar Negro para capturar la ciudad de Odessa; y la Wehrmacht en su Grupo de Ejército se dedicaría los siguientes meses a la toma de Crimea: Sebastopol (aunque no lo logra), Jarkov e incluso llegaría a las puertas de Rostov.

Las consecuencias de la caída de Kiev fueron terribles para la URSS. A nivel militar sufrieron 700.000 bajas, de las cuales 600.000 eran prisioneros de guerra  ¡solo sobrevivirán menos de 10.000! (5 ejércitos con más de 40 divisiones desaparecieron, con todos sus tanques y cañones). Ucrania producía 60% de los alimentos y ahora la habían perdido, es por ello que la comida será lo que más pidan los soviéticos a los Aliados angloamericanos esos dos primeros años de guerra. Aunque sí lograron evacuar la mayor parte de su industria lo cual facilitaría su recuperación. En el caso del Tercer Reich la historiografía señala que esta campaña demoró la toma de Moscú y de esa forma llegaba el otoño con sus lluvias, barro y heladas (“el general Invierno”). Pero también está la otra interpretación que de haber dejado todo el flanco sur abierto y sin capturar, terminaría afectando al Grupo Ejército Centro y la derrota sería mucho más grave que la de diciembre a las puertas de la capital de la Unión Soviética. Para el historiador David Stahel, Kiev llevó a un cambio en ambos dictadores: Hitler menos confiado en sus generales y Stalin todo lo contrario, porque después el zar comunista escucharía con más atención a Zhukov y les permitiría a sus oficiales la tan deseada autonomía. Y las pérdidas en soldados y armas para la Wehrmacht eran irremplazables en medio del peor clima y muy lejos de Alemania.

Nos hemos apoyado en: John Keegan, 1970, Barbarroja: Invasión de Rusia 1941; el cual le dedica un capítulo entero al tema: “La batalla en el Sur”; Antohny Beevor, 2002, La Segunda Guerra Mundial en su capítulo “12. Barbarroja”;  David Glantz, 1995, When Titans Clashed: How the Red Army Stopped Hitler y David Stahel, 2012, Kiev 1941. Hilter’s Battle for Supremacy in the East. También revisamos las memorias del general Heinz Guderian, 1950, Recuerdos de un soldado y las de Nikita Khrushchev, 2005, Memoirs of Nikita Khrushchev. Volume 1 Commissar (1918-1945), este último fue comisario político de Kiev. La semana que viene comenzaremos la revisión que hacemos anualmente (nos corresponde el de 1941, por supuesto) del “Nuevo Orden” que construían los nazis en Europa.

 


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