oposición / elecciones primarias

«La disyuntiva es clara: el gobierno nos quiere divididos, el país nos necesita unidos». De esta guisa reflexiona Simón García en su artículo «Nuevas formas políticas», publicado en Tal Cual el pasado lunes; en el mismo medio, lo hizo dos días después Gonzalo González, quien sostuvo: «empujando hacia el cambio de régimen no basta con que la mayoría determinante de la nación repudie a quienes gobiernan. Es necesario construir, articular un amplísimo y representativo sujeto político que convierta el rechazo en acción política efectiva para aprovechar positivamente la oportunidad representada por los próximos comicios presidenciales». Ojalá nuestra metamórfica oposición siguiese ese consejo a ver si salimos de Padrino, Maduro y sus rojas patuleas por la vía menos traumática. De lo contrario, más temprano que tarde se agotará la paciencia ciudadana, el estómago se impondrá al cerebro y se armará una de padre y muy señor nuestro.

El (des)gobierno, divide et impera, pretende a toda costa frustrar la unidad opositora en torno a un candidato o candidata capaz de aglutinar la diversidad de criterios de la disidencia y presentarse como la carta victoriosa para salir de Nicolás Maduro. A ello, entre insultos y descalificaciones, se aboca el perverso y agorero bellaco del garrote con aciagos pronósticos sobre la vialidad de las primarias sin participación del cautivo CNE.

Las primarias representan «una oportunidad de encontrarnos y reconocernos unos a otros para ser un nosotros». Inquieta al general (no cardenal) Richelieu de Fuerte Tiuna y al okupa (in)civil de Miraflores el creciente interés de la ciudadanía en el proceso de selección de quien, blindada la unión y según todos los pronósticos, ganaría holgadamente la primera magistratura en comicios libres bajo supervisión internacional. La cuestión, entonces, estriba en desvelar el fraude con antelación para evitar sea burlada de nuevo la voluntad del votante.

Hasta ahora hay 13 aspirantes a convertirse en abanderados de la contra chavo madurera: María Corina Machado (Vente Venezuela), Benjamín Rausseo («independiente» asociado a Juan Barreto y aupado quizá por el régimen de facto), Carlos Prosperi (AD Ramos Allup), Henrique Capriles (¿Primero Justicia?), Freddy Superlano (Voluntad Popular), Andrés Velásquez (La Causa R), Tamara Adrián (activista de la comunidad LGBTIQ+), Delsa Solórzano (Encuentro Ciudadano), Roberto Enríquez (Copei), César Pérez Vivas (Concertación Ciudadana), Luis Balo Farías (Independiente), Andrés Caleca y el empresario César Almeida (Unidad Política Popular). Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo) deshoja la margarita. La comisión ad hoc, presidida por el constitucionalista Jesús María Casal fijo el venidero 23 de junio como fecha tope para presentar las postulaciones. Los pronósticos a ojo de buen cubero favorecen a María Corina Machado, quien recorre el país con miras a convertirse, no en pretendiente, sino en presidente (¿presidenta?) de la República Bolivariana de Venezuela. De llegar a Miraflores y habilitada a tal efecto, su primer decreto debería ser la eliminación del patriotero adjetivo en el nombre de la nación.

Estas líneas, escritas el jueves 8, día de Corpus Christi — «Tres jueves hay en al año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión», reza un refrán de acento castizo e índole litúrgica —, tal vez sean las últimas a publicar, por ahora, pues debo ausentarme del país, no sé aún por cuánto tiempo. Serán cortas para no hartar ni aburrir a los lectores habituales y potenciales. Las remato recordándoles que mañana es feriado bancario, lo cual nada importa porque cobres para guardar no hay. Y las míseras limosnas asistenciales del sistema Patria se van en un santiamén. Alcanzan, si acaso, para el pago de una bolsa CLAP de alimentos descompuestos, vedados para el consumo humano.

Ya en el tramo final de estas divagaciones, y a propósito de las palabras de Maduro a su regreso del tour por el Medio Oriente, y de las recurrentes amenazas del capitán capilar —¡ahí viene el lobo!— blandiendo un garrote cual la sota de bastos, transcribo un par de interrogantes debidas al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro: «¿Cómo se devuelven las garantías fundamentales a la gente? ¿Cómo se detienen las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad y se resuelven las variables de la crisis humanitaria?» No quiero poner punto final a este texto, prescindiendo de una aseveración usurpada al caricaturista español Andrés Rábago García, El Roto: «El lenguaje de la demagogia se genera en el ano». Como insinué: no sé cuándo retomaré la pluma o, mejor dicho, el teclado. Adiós. Mantengámonos unidos. Juntos, pero no revueltos, podremos convertir el rechazo en efectiva acción política.

 


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