Hace unos días y como parte de los recorridos que hacemos regularmente en las parroquias caraqueñas, pudimos conocer de primera mano la situación que viven al menos 60 familias de la zona de Los Hornitos en La Pastora. La acumulación de basura en las calles y la saturación de escombros en la quebrada, ha expuesto a los vecinos a situaciones insalubres y ha sometido a las viviendas a condiciones traumáticas que pueden llevar al desalojo forzado de una parte de la comunidad, una situación que ocurrirá si el Estado sigue eludiendo sus obligaciones.

El problema de la basura en nuestra ciudad capital es mucho más complejo que lo que pueden reseñar encuestas sobre la calidad de los servicios públicos o micros informativos de un noticiero. Es una realidad de calle, piel y olor que ha sometido a muchos venezolanos a condiciones de vida injustas relegándolos a ser ciudadanos de segunda clase.

Esta situación está allí, a la vista de todos menos de las autoridades, son 60 familias en La Pastora, a pocos kilómetros de los despachos de ministros y alcaldes, pero a una distancia infranqueable para quienes entienden los servicios públicos solo como estrategias de control y lealtad política.

La calidad de vida de los venezolanos no debe ser un chantaje ni un modo de control social, todo aquello que se haga buscando fidelidades proselitistas, no se sostiene en el tiempo. Todo esfuerzo de organización popular debe construirse respetando los liderazgos naturales en las propias comunidades, sin agendas de trabajo impuestas desde arriba y sin convertir al partido de gobierno en un gestor ilegítimo de los recursos del Estado.

Hay que jugarle limpio a los venezolanos.

En Venezuela, pese a la crisis, persiste una sociedad organizada, solidaria y con ganas de empoderarse de su futuro. Es necesario conocer la realidad en la calle, hay que conversar con la gente en sus comunidades, ellos saben cuáles son las verdaderas urgencias y, sobre todo, están en capacidad de movilizarse y asesorar los trabajos que el Estado debe realizar, siempre y cuando se hagan desde el compromiso real por un servicio público de calidad para todos, sin levantar alcabalas ideológicas y sin pretender obligar a los ciudadanos a militar en el partido de gobierno a cambio de un servicio que el Estado está obligado a dar.

Nosotros conocemos de primera mano lo que ocurre en Los Hornitos y en varias comunidades en Caracas, no somos turistas en nuestra propia ciudad, hemos estado junto a ellos visibilizando sus problemas y apoyándolos en sus iniciativas de organización y esfuerzo colectivo más allá de las ideologías, un compromiso que hacemos todos los días porque creemos en la Venezuela del cambio.

Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso, el regreso de una democracia que garantice que los servicios públicos de calidad están por encima de las fronteras ideológicas, una sociedad que ponga en el centro a los ciudadanos, un país donde el futuro les pertenezca a todos sin chantajes ni manipulaciones. Esta es la Venezuela del cambio que queremos.

Este es nuestro compromiso.

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