Juan Monzón

Fue ante todo bailarín. Esta irrenunciable vocación orientó a Juan Monzón (1945-2021) de modo definitivo hasta convertirse en uno de los nombres fundamentales de la danza escénica venezolana.

Desde sus inicios en la expresión contemporánea de la mano de Grishka Holguín a mediados del siglo XX, el joven canario llegado al país desde Santa Cruz de Tenerife siendo todavía un niño, tuvo clara conciencia que el movimiento y no otro ámbito sería su guía existencial. “Asistí a una clase con Grishka y quedé fascinado. Me interesó mucho su técnica, creo que el sentido de improvisación que tengo me lo inculcó él”, rememoraba siempre.

Moviéndome, unipersonal con título reafirmativo concebido para sí mismo, fue su primera obra coreográfica creada en 1974 para el Taller Experimental de Danza de la UCV, donde compartió junto con José Ledezma, su compañero en el compromiso artístico, esforzadas iniciativas creativas y docentes.

Integró una generación privilegiada de bailarines a la que le fueron revelados los principios conceptuales, estéticos y éticos fundacionales de la danza moderna desde sus fuentes originarias. Se convirtió así en intérprete precursor de la danza experimental al integrar las agrupaciones Escuela Venezolana de Danza Contemporánea, donde debutó como bailarín en el Teatro Nacional de Caracas; Fundación de la Danza Contemporánea, Teatro de la Danza Contemporánea, Compañía Nacional de Danza y Sonia Sanoja Danza Contemporánea.

Juan Monzón. Moviéndome. Foto. Fernando Lipkau.

Igualmente, y en demostración de su versatilidad interpretativa, formó parte en distintos momentos de su desarrollo de los elencos de Danzas Venezuela, bajo la conducción de la bailarina mexicana Evelia Beristain, que se aproximaba a un repertorio mixto y equilibraba la danza moderna con la danza tradicional popular venezolana y latinoamericana, y el Ballet Internacional de Caracas, dirigido por Vicente Nebrada, ensamble en el que fue ejecutante de obras del creador venezolano y de los coreógrafos estadounidenses Alvin Ailey y Margo Sappington. Del mismo modo, Juan Monzón vivió experiencias profesionales notables, tanto en Venezuela como en México, junto a la bailarina y coreógrafa Graciela Henríquez.

En la televisión venezolana también llevó a cabo una labor pionera dentro de los espacios musicales de Radio Caracas Televisión, siendo figura principal en las producciones presentadas por Renny Ottolina, y Venevisión, junto a Jorge Citino y Joaquín Riviera. Artista de la modernidad, Juan Monzón justificó su reconocida presencia en la pequeña pantalla, al afirmar: “La televisión me dio estabilidad económica.  En Venevisión ganaba 8.000 bolívares al mes, mientras que en la universidad ganaba 500, y yo (en la UCV) era maestro, coreógrafo y bailarín, pero era feliz. Eso era lo que quería hacer, y a mí no me importaba lo que me pagaban, porque nunca hice la danza por dinero. Uno como artista eso no lo hace jamás, no tiene sentido para nosotros”.

En Carabobo, Juan Monzón encontró el asiento principal para sus procesos artísticos y docentes. Valencia Danza Contemporánea y sus proyectos formativos se transformaron en espacios de donde surgieron sobresalientes obras e intérpretes que se convertirían prontamente en claras y valiosas referencias de la danza contemporánea en la zona central del país.

 

Un cortometraje escasamente difundido titulado La única cosa que se hacer, realizado por Daniel Genoud en 1974, tiene a Juan Monzón como protagonista, acompañado por José Ledezma, Abelardo Gameche, Laura Nazoa, Eduardo Ramones, Ximena Agudo y Flor Navarro, sus compañeros en el Taller Experimental de Danza de la UCV. El audiovisual está basado esencialmente en su pensamiento y sus vivencias sobre la danza con los que buscó ser coherente. “Siempre he creído en la danza como arte y no como divertimento”, expresó el bailarín de espíritu noble.

Juan Monzón junto a Sonia Sanoja, José Ledezma y Rodolfo Varela. Foto. Bárbara Brändli

 


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