En los últimos días ha habido un gran revuelo debido a la salida del rey emérito Juan Carlos I de España, relacionada con el supuesto cobro de comisiones ilegales. Este descrédito para la monarquía española no es nuevo, pues ya hubo un caso judicial en el que el cuñado del actual rey, Iñaki Urdangarín, fue condenado a prisión. El rey actual, Felipe VI, ha intentado poner un cortafuegos para que estos casos no le afecten a él personalmente.

La cuestión es que, si finalmente la monarquía española cayera, caería lo que viene a llamarse “el régimen del 78”. El sistema político español es una monarquía parlamentaria. Sin monarquía se tendría que redactar una nueva constitución, y, por lo tanto, habría una república y un cambio de régimen.

Lo primero que hay que analizar es si este cambio sería positivo para los españoles. Sin duda la estabilidad es siempre bienvenida y la actual constitución ha conseguido dicha estabilidad durante cuarenta años.

Las experiencias anteriores en España de regímenes republicanos no fueron muy positivas, y esto está todavía presente en la conciencia colectiva de los españoles.

Sin embargo, hay que analizar si el llamado “régimen del 78” ha sido positivo para el país y si un cambio mejoraría la situación.

Con la llegada de la democracia a España en el 1978 llegaron las libertades civiles y la modernización del país. El país también entro en el mercado común europeo, y desde entonces participó en el proceso de unificación europeo como un socio de primera, adoptando el euro a la vez que el resto de países europeos.

Otros aspectos no fueron tan positivos. España es el país de Europa con la tasa de paro más elevada después de Grecia. Estas elevadas tasas de paro llegaron con la democracia y, probablemente, con el desmantelamiento de la industria española exigido como condición para poder acceder al mercado común europeo.

Otro suceso importante en esta época ha sido la gran recesión de 2008. España está entre los cuatro países más afectados por esta recesión, junto con Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda.

No se puede asegurar que si hubiera habido otro régimen no habría paro en España o no hubiéramos sido tan afectados por el boom inmobiliario, pero los políticos de este régimen no consiguieron solucionar estos problemas.

La Constitución española no tiene separación de poderes. El Poder Legislativo elige al Ejecutivo, no hay elecciones directas al Ejecutivo. Nada que ver con el “check and balance” norteamericano. Esto hace que los niveles de corrupción sean más elevados, pues no existe un autocontrol por parte de los políticos.

Los niveles de corrupción del “régimen del 78” han sido muy elevados. Casi todos los partidos del régimen se han visto envueltos en casos de corrupción, y el escándalo del rey emérito Juan Carlos I no es sino una muestra de esta corrupción.

La corrupción no es solo mala por sí misma, si no que lleva a la clase política a tomar decisiones que no van dirigidas a defender los intereses de los ciudadanos, si no, quizás, a tomar decisiones a favor de los “corruptores”, que suelen representar grupos de interés.

En definitiva, un cambio de régimen significa entrar en un campo de incertidumbre que no se sabe en qué puede acabar, pero que, si no quedase más remedio que acometer, también puede significar una oportunidad.


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