Con motivo de la conmemoración de la heroica gesta estudiantil del 21 de noviembre del año 1957 contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los medios de comunicación  nacionales han venido publicando las opiniones y puntos de vista de jóvenes dirigentes de varios de los partidos que hoy forman parte del espectro político nacional, sobre los problemas que confronta el país y las posibles acciones que podrían instrumentarse para hacer más eficiente y efectiva la lucha que libramos la mayoría de los venezolanos para dar fin al régimen de terror y oprobio que nos ha subyugado por demasiado tiempo.

Mediante sus declaraciones, estos jóvenes han hecho evidente la intención que los anima para el diálogo y el entendimiento, igualmente la arraigada visión que tienen del concepto que la unión de todos los venezolanos es la clave para avanzar, con posibilidades de éxito, en la tenaz lucha que se libra para propiciar un cambio en la conducción del país, dando con ello, un ejemplo de madurez política que ojalá fuera motivo de emulación por parte de los dirigentes mayores de las organizaciones políticas en las que ellos militan.

A lo largo de sus intervenciones hablaron de la necesidad perentoria que tienen los opositores a la dictadura madurista de construir y organizar la unión, como concepto más amplio que el de unidad y que comprenda propósitos, valores, principios, objetivos que sean coherentes, verdaderos, contundentes y viables  y cuya organización y funcionamiento sea la expresión de toda la sociedad civil y no la exclusiva visión, ideológicamente limitada, de los partidos políticos.

A juicio de ellos, la salida de Maduro del poder solo es posible con la voluntad popular unida en torno a un mismo objetivo. Ello, le pondrá fin a una era de despotismo, arbitrariedades, violaciones a la Constitución, envilecimiento de las instituciones públicas, al sistemático y artero engaño a la población  y a  la más profunda ineficiencia operativa del Estado que registra  la historia de Venezuela. Según ellos, es preciso sellar el final del mandato de un régimen que se identifica y representa el pasado, y que, por lo mismo, su dirigencia no puede ser la conductora del país hacia el futuro.

La visión de los jóvenes respecto a la forma que debe asumir la unidad opositora se  fundamenta en el establecimiento de una nueva relación entre los miembros de la sociedad que garantice una amplia coalición social y la vigencia de una verdadera comunidad de ciudadanos dispuestos a darle un rumbo diferente a la marcha del país. Se trata de construir, con la fuerza que confiere la unidad, una visión de nuestra sociedad que rompa con los conceptos populistas y el estatismo aberrante. Esta visión debe sustentarse en un eficiente sistema organizacional y en un paradigma de progreso compartido y equitativo para impulsar políticas que permitan superar los niveles de pobreza, intolerancia,  autoritarismo, exclusión social y arbitrariedad estatal que caracterizan al régimen. Este gran esfuerzo de cambio demanda la participación activa de los agentes sociales fundamentales y la asunción de un pacto de compromiso cívico para la convivencia, la paz y la solidaridad societaria.

Con estos valores y principios la juventud venezolana se erige como la cabal y confiable dirigencia de los cambios que demanda y espera el país. Se trata, claro está, de la llegada al poder de una generación que se ha formado en la modernidad del pensamiento, cuyas emociones y recuerdos no proceden  de las experiencias de la Revolución cubana y mucho menos del entusiasmo por acompañar una ideología totalitaria que ha demostrado fehacientemente su ineficiencia e incapacidad para generar el bienestar colectivo.

Esta alternativa generacional que se está formando en el país, es muy importante para influir en el ánimo, las esperanzas y en el cambio de actitud de un conglomerado humano ávido de respuestas a sus vicisitudes. Son jóvenes que se han formado en otras condiciones. De gente que ha vivido una realidad en la que había oferta de trabajo y bienes de consumo, de la defensa contra la disgregación del país, la posesión de una identidad propia, oportunidades de estudio y la existencia de gobiernos cuya duración y coherencia institucional parecían confirmar la presencia de una sociedad tranquila y en progreso.

Los líderes emergentes le transmiten al país la sensación que ellos representan la mejor opción para la recuperación de la autoestima nacional tras la pérdida del trabajo, la proletarización de la sociedad civil, la quiebra de los servicios sociales, la marginación, la falta de estímulos al emprendimiento individual  y la aberrante división de los venezolanos entre dignos e indignos. Estos jóvenes, llaman a todos los venezolanos a recuperar el país, a construir la nación y diseñar nuestro propio destino. Vamos a acompañarlos


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