Desde hace más de veinte años, Joss Whedon ha sido un símbolo visible de un nuevo discurso televisivo y cinematográfico. Con mayores y menores éxitos, el director y productor logró abrirse un espacio en mitad de discusiones incómodas de nuestra época. Sin embargo, ahora se encuentra en el centro de una polémica que amenaza cualquiera de sus logros. ¿Qué ha ocurrido para que una figura de semejante prominencia esté a punto de convertirse en un paria de la cultura pop? 

Nada será igual en el mundo del entretenimiento después de la caída en desgracia de Harvey Weinstein. El todopoderoso productor no solo se volvió e símbolo de una cruzada para visibilizar un sistema violento y caníbal a la periferia de Hollywood, sino para demostrar que hay todavía mucho que decir en medio de un debate incómodo. Después de todo, el auge, dominio y al final destrucción de todo lo que podía haber significado el poder Weinstein en Hollywood es una demostración clara sobre los límites de un nuevo tipo de discurso sobre la violencia amparada bajo el poder. Una perspectiva que además obliga a una necesaria revisión de la forma en que en la meca del cine se analiza la identidad dentro de la cultura pop.

Algo semejante podría decirse acerca de Joss Whedon, ídolo de más de dos generaciones de televidentes y cinéfilos. Con su capacidad para entretejer mundos simbólicos con entretenimiento en estado puro, el productor logró un recorrido exitoso a través del Hollywood de principios de los años noventa. Y que le reportó una considerable base de fanáticos. No obstante, durante los últimos meses, la percepción de Whedon sobre la mujer y en especial, su importancia sobre la forma de analizar los personajes femeninos en el mundo del espectáculo se ha puesto en entredicho. Una considerable polémica a su alrededor, ha provocado un inusual debate sobre el legado de un creador detrás de cámara y en especial su pertinencia. Pero la gran pregunta continúa siendo ¿qué ha ocurrido para traer a Whedon a este espacio incómodo?

Sin duda, Joss Whedon refundo la ciencia ficción. Lo hizo a través de una serie de producciones que brindaron a los fanáticos un universo rico y extenso. Buffy the Vampire Slayer, Angel, Firefly y después, The Avengers y Avengers: Age of Ultron de Marvel, le convirtieron en el artífice de un nuevo tipo de héroe. Los personajes de Whedon eran poderosos, pero también humanos, falibles y en rápido crecimiento. Cada uno de ellos sentó las bases no solo para un fenómeno sin precedentes en la cultura pop, sino verdaderos hitos de culto.

Entonces, llegó su colaboración en The Justice League de 2017 y la polémica lo rodeó. Y no por las razones correctas. Para comenzar, Whedon llegaba para completar una película llena de problemas, que había sido centro de una incómoda controversia y como si eso no fuera suficiente, que había llevado a Warner a tomar la decisión de apartar a su director del control creativo del proyecto. Y aunque Zack Snyder terminó por abandonar la silla del director por una combinación de factores (incluyendo la trágica muerte de su hija) era evidente que Justice League se había convertido en un producto incómodo para el estudio.

Whedon parecía el hombre ideal para dotar de personalidad a una película que según Warner, había decepcionado a los ejecutivos. De modo que llegó al plató con la misión concreta y poco disimulada de obedecer instrucciones específicas. Las cabezas visibles del estudio insistían que no sólo debía cambiar el tono oscuro y sobrio Snyder, sino además, crear una producción más parecida al estilo Marvelita.

Whedon no puso objeciones —no al menos, públicas o relevantes— y llevó a cabo una poco afortunada revisión del material de Snyder. El resultado fue un fracaso de crítica, público y taquilla que estuvo muy cerca de sepultar al Universo cinematográfico extendido de DC

Comienzan los problemas

La complicada circunstancia pudo haber terminado como un experimento fallido. Pero la petición pública de millones de fanáticos para exigir a Warner el corte del director de Snyder, sacudió la historia de la filmación. Y con una nueva cantidad de atención puesta sobre lo ocurrido en 2017, salió a la luz el comportamiento de Whedon con sus actores.

Al principio, se trató de un rumor que comenzó apenas se anunció la llegada del Snyder Cut a HBOMAX. El actor Ray Fisher (Cyborg) estaba dispuesto a denunciar maltrato, acoso y condiciones de trabajo denigrantes. Los señalamientos, además, incluían señalar que el plató se había convertido en un lugar en el “cual era imposible trabajar”.

De inmediato, Warner prometió una investigación. Mucho más aún, cuando los compañeros de reparto de Fisher Jason Momoa y en menor medida Gal Gadot, le apoyaron en sus declaraciones. Se trató de un debate incómodo, que ponía en entredicho la reputación de Whedon. El director, era acusado de comentarios racista e incluso, insultos con Fisher. Una parte de la industria se volcó en apoyo a Whedon. Pero hubo un preocupante silencio de buena parte de su elenco o de varios de sus actores más cercanos.

El silencio se convirtió en escándalo. Buena parte de los actores y actrices que alguna vez habían trabajado con Whedon, se quejaron de situaciones semejantes a las señaladas por Fisher. Para comienzos de 2021 había suficientes pruebas para comprobar que las declaraciones de Fisher eran solo la punta del Iceberg en algo más complejo.

Cronología de un caso invisible 

Con Whedon en el ojo del huracán, es inevitable hacer un repaso cuidadoso a las producciones del director y productor. La mayoría de ellas, convertidas en éxito de audiencia y taquilla, también habían acarreado moderada controversia sobre su forma de analizar la figura femenina. Parecía una contradicción a toda regla, en especial luego que varios de sus personajes más famosos eran mujeres en apariencia de extraordinario poder y fortaleza. ¿O no lo eran tanto? En medio de un debate duro sobre la forma en que la televisión y el cine analizan a sus heroínas, la obra de Whedon es un ejemplo de cómo puede se puede transitar de un lado a otro de la concepción de la envergadura de un personaje y en especial, en medio de códigos confusos sobre su importancia y relevancia.

Buffy, la Cazavampiros 

Se le consideró por décadas la serie con mejores personajes femeninos y de hecho, en la actualidad, la discusión continúa. De la misma forma que Buffy (interpretada por Sarah Michelle Gellar) sigue siendo una heroína que rompió moldes. Ahora bien, el problema radica en el discurso de subtexto de la serie.

No se trata de feminismo. Mucho menos a la distancia de las décadas. En realidad, la incomodidad con la historia de la asesina de vampiros comenzó con la temporada seis, estrenada en 2002. Para entonces, Whedon había abandonado (en apariencia) el control total del programa. Lo siguiente que ocurrió es que los nuevos episodios echaron al suelo todo lo que hasta entonces Whedon había logrado con los cuidados arcos narrativos de sus personajes. La temporada completa fue un ejemplo de cómo usar el conocido tropo de destruir emocional y físicamente a los personajes femeninos, para sostener su fortaleza emocional y física. De hecho, toda la sexta temporada del show reforzó la idea de lastimar a cada una de las mujeres en el argumento, para hacerlas “poderosas”.

Tanto Buffy (Sarah Michelle Gellar) como Anya (Emma Caulfield) sufrieron tragedias gigantescas. Lo mismo que Willow (Alyson Hannigan), hasta entonces uno de los personajes mejor construidos y más conocidos de la trama por su cualidad para madurar con un inteligente análisis sobre el poder. Una y otra vez, el argumento parecía empeñado en demostrar el crecimiento de sus personajes a través de la violencia. Incluso hubo una escena explícita de violación, que destrozó a un personaje pero que a la vez le brindó poder. Al final, los capítulos terminaron por despertar una incómoda discusión. Whedon salió al paso para señalar que el villano en la sexta temporada era “la vida misma”. O en el mejor de los casos Marti Noxon, la nueva showrunner del programa, como insistió la prensa especializada.

De hecho, el gran comentario fue que Noxon había tomado “decisiones apresuradas” en casi todas las líneas argumentales para hacerlas de mayor interés, pero la misma ejecutiva dejó en claro que el control creativo procedía directamente de Joss Whedon. En al menos dos entrevistas, la showrunner dejó entrever que a pesar de que el director se separó por completo de Buffy la Cazavampiros para dedicar todos sus esfuerzos a Firefly, mantenía un notorio dominio sobre el desarrollo del show. Y que, de hecho, todas las decisiones —malas o buenas— sobre los personajes dependían de su aprobación. No obstante, a la vista del público, críticos y en especial los medios especializados que analizaban con preocupación los cambios de estructura en el programa, Noxon fue la responsable de convertir a todas las mujeres del show en víctimas propiciatorias de un tipo preocupante de violencia.

¿Tenía o no control Whedon de lo que ocurría en el programa? Según todos los talentos involucrados, el showrunner siguió tomando las decisiones en cuanto a los tropos y personajes. Por lo que fue más que probable que las cuestionables decisiones acerca de Willow, Tara y Buffy fueran del productor. Por entonces, ya se había comentado alguna incomodidad en el set. Pero en realidad, el rumor más persistente era que la temporada seis había socavado las bases de Buffy como ícono de una nueva heroína.

Firefly y sus personajes rehenes 

Nadie lo duda: la serie Firefly es un símbolo de la ciencia ficción televisiva. Pero una de las obras más queridas de Whedon también expone su interés en crear personajes femeninos poderosos a través del trauma. River Tam (Summer Glau) es una joven que sufre un largo camino de violencia para llegar a ser una figura de poder en el argumento. Ya en 2003 hubo voces en contra de la situación, tan parecida a la de Buffy Summer y el resto de los habitantes de Sunnydale.

El problema radica en la recurrencia del mismo giro argumental, que también ha sido criticado en series como Game of Thrones o el drama romántico Outlander. ¿Es necesario la destrucción física y moral de los personajes femeninos para asegurar su crecimiento?

Puede parecer trivial, pero en realidad es algo más incómodo. Whedon ya por entonces parecía obsesionado con el hecho de crear personajes femeninos poderosos a través de un trauma. ¿Es válido como opción creativa? En la medida en que los argumentos en contra de Whedon se profundizan, hay otra pregunta más incómoda. ¿Cómo son los personajes masculinos del director, productor y guionista?

Ángel y el adiós apresurado a Cordelia 

La pregunta anterior podría responderse de manera directa. Mientras la sexta temporada de Buffy desconcertaba a sus fanáticos, la heroína Cordelia Chase (Charisma Carpenter) salía del programa por la puerta trasera. ¿El motivo? En 2009 hubo algunas insinuaciones de tensión en el set contra Carpenter. Pero la misma actriz fue incapaz de explicar qué había ocurrido en realidad. Lo que dejó claro fue que la línea argumental que incluía que su personaje se enamorara del hijo de Ángel (David Boreanaz) era debido al “disgusto” de Whedon.

Ya para entonces había algunas murmuraciones sobre la forma en que Whedon se comportaba en el set. Hubo incluso algún que otro rumor sobre el hecho que el embarazo de Carpenter había sido el motivo de su despido indirecto.

Dollhouse y su caja de sorpresas

La serie Dollhouse no tuvo un impacto real o no en la medida que Buffy. O mejor dicho, lo tuvo pero por las razones equivocadas. La serie narra la historia de mujeres cuya memoria es borrada, para luego ser “programadas” para matar y tener sexo. Una premisa, por supuesto, que sorprendió de forma desagradable. La combinación de la idea del sexo no consensuado y la mujer accesorio causó una considerable incomodidad. Tanto, como que para que incluso Whedon admitiera que podía entender que se relacionara con la trata de blancas.

La productora FOX abandonó el proyecto a las dos temporadas y Whedon tuvo que disculparse públicamente en varias ocasiones. También hubo algunos rumores que sugerían que la actriz Eliza Dushku estaba “incómoda” con su protagónico. De nuevo, Whedon fue defendido por los ejecutivos y se dio carpetazo a la serie y a cualquier rumor en contra del director.

Avengers: Age of Ultron

En esta ocasión, el escándalo salpicó a la todopoderosa Marvel. Y en especial, a uno de sus personajes femeninos. Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) pasa de ser una heroína poderosa al interés romántico de Bruce Banner (Mark Ruffalo). Como si eso no fuera suficiente, una de las escenas sugiere que la esterilidad del personaje la convierte en “un monstruo”. Hubo un serio debate sobre la visión de Whedon sobre las mujeres y algunos de los antiguos argumentos sobre Buffy salieron a colación. En especial, la durísima sexta temporada.

Whedon ignoró toda crítica. De hecho, el encendido debate entre los fanáticos, logró que el escándalo se disolviera en medio de una discusión sobre el feminismo y sus exigencias. Pero, con todo, la percepción de Natasha (hasta entonces el personaje femenino más poderoso de la saga) continuó causando incomodidad.

Con el caso del comportamiento de Joss Whedon en el set de Justice League de 2017 queda claro que el problema del director, va más allá de su percepción sobre el poder, las mujeres o incluso, el hecho mismo de la forma en que sus historias se desenvuelven. ¿Podría haber existido la discusión actual antes del caso Weinstein? La gran pregunta es si, de hecho, el director encarna otra versión del mismo tema, llevado al siguiente nivel. Una concepción sobre cómo el mundo del espectáculo analiza la violencia que desconcierta por todas sus diferentes implicaciones.

 


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