Mientras se desanda el camino minado hacia las elecciones del 28 de julio, hay  escenas y hechos que valen por mil palabras.

Jorge Rodríguez, el psiquiatra de la política, en otro de sus dislates micrófono en mano desde el estrado más alto de la Asamblea Nacional dice en un tono de voz que va subiendo en decibeles:

«Si uno de los nuestros incurre en actos contra la República, en actos de corrupción, es doloroso… peroooo si se convierte en un traidor, de manera automática deja de ser uno de los nuestros, es simplemente un canalla, un traidor».

La cuenta de «los nuestros» que han dilapidado la caja nacional es infinita. El abrumado poeta y fiscal Tarek William Saab mandó a los calabozos a 66 excompañeros de faenas revolucionarios por el caso Pdvsa-Cripto: desaparecieron la pelusa de 10.000, 15.000, 20.000 millones de dólares, todo es impreciso. Eso es solamente doloroso en un país que se muere de hambre. Para Jorge Rodríguez lo peor es que son «traidores», ya no a la patria, porque dejó de existir, sino a los códigos de una cúpula cerrada, que administra la nación como un botín, cada vez más escaso. Un escándalo tras otro, pero aferrados al poder mientras crecen «los traidores».

Nicolás Maduro, quien solo se acerca a las masas por la inteligencia artificial, para eso aún quedan dólares, se fue a los llanos de Cojedes para poner a prueba a la legión de cadetes que se forman en una institución militar sin institucionalidad y que mantiene sus armas apuntadas contra la rebeldía y el hartazgo. El mandatario le formuló un par de preguntas para que esos muchachos con cara de pueblo, piel de pueblo, se las respondan y se las envíen a su domicilio: avenida Urdaneta, refugio del Palacio de Miraflores.

El diario Últimas Noticias, devenido lastimoso altavoz del gobierno, reproduce el examen del hombre más rechazado de la patria de Bolívar: primera pregunta, ¿cómo fue posible construir en tan poco tiempo los ejércitos más letales que tuvo Suramérica? -en una apelación a la gesta independiente contra el imperio español-; y, segunda pregunta, ¿por qué Venezuela tiene un carácter originario, antiimperialista y anticolonialista en sus fuerzas militares? Lo que no pregunta el “docente” Maduro es si los cadetes saben que las armas nunca se empuñarán contra ese pueblo herido y sufriente. La “obediencia debida” tiene sus límites.

María Corina Machado estuvo el 2 de mayo en Maracaibo, la segunda población  del país. Ríos de gente por los cuatros costados de aquel cruce de calles en el corazón de la ciudad. Cada aparición pública de la líder política que arrasó en la primaria de octubre pasado es un temblor en las filas oficialistas. Tras cada visita, entra en escena la represión desde el poder: detenciones arbitrarias de los organizadores con el expediente manido de conspiraciones. Pues sí, hay una conspiración popular, masiva, pacífica e imparable en pueblos y ciudades.

Tras el estruendo, la Policía Nacional Bolivariana detuvo a seis personas que se encargaron del sonido de la concentración de Machado, que luego fueron liberados, pero retuvieron vehículos y equipos, así como un camión que fue usado como tarima. También clausuraron por 30 días el hotel donde se alojó la líder opositora, al igual que habían hecho días antes en Falcón.

Jorge Rodríguez desgañitado es la propia imagen de la impaciencia y la impotencia, al igual que Maduro añorando un ejército “letal”. Facilitar la tranquilidad de la ruta electoral y prepararse para una negociación política a la democracia es lo prudente y lo aconsejable. Se lo exige el pueblo venezolano, el mundo democrático y sus propios aliados internacionales de esta parte del mundo.


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