El sentido que asumimos de la existencia nos define como peregrinos en camino que enfrentamos las sacudidas de la vida con la fe puesta en Dios primeramente. Las cuestiones no se resuelven con recetas listas sino con principios y valores arraigados que nos orientan hacia el camino a seguir para el logro de los objetivos.

En Venezuela llegó la hora de abandonar los torcidos arreglos cosméticos para que nada cambie, comenzando por salir de uno mismo, de sus egoísmos. El camino es el de la entrega desinteresada, el servicio con humildad.

Una vida de servicio y entrega orienta el ejercicio de la política. Es durante la brega diaria y enfrentando las realidades cuando se discuten las ideas, pero siempre considerando que las situaciones se disciernen.

Personas antes que programas, jamás rendirnos culto a nosotros mismos. Nos entregamos por completo al servicio de los demás, a la patria, pero cuando pensemos que no nos queda ninguna agarradera, agotado el duro trabajo, gritamos a Dios que nos oye en nuestras angustias. La persona siempre será nuestro norte, lo más importante. La actitud de un político no es mirarse el ombligo, regodeándose en su egoísmo y propia cerrazón, siendo permanentemente autorreferenciales. Llevando a los límites de locura el complejo de Adán, creyéndose el primer hombre sobre la tierra.

Con los pies sobre el piso y respondiendo a nuestros principios y valores no tememos a los lobos que nos rodean.

La persona está por encima de las manipulaciones tramposas del régimen forajido. Actuando con rectitud de miras, atendiendo al espíritu de la verdad, brotarán en nuestras bocas las palabras adecuadas y nos darán las fuerzas para vencer los contratiempos y concretarlas en obras que superan las propias palabras. En la política la coherencia es una virtud indiscutida.

La lucha y el trabajo político consumidos ya casi dos décadas del siglo XXI no pueden ser en vano, llevarnos a los mismos caminos inconsecuentes y equivocados de siempre, ajenos a nuestros sueños e ideales de país. Estos 20 años aciagos deben plantearnos un cambio radical de la política torcida y dirigirnos a unas actuaciones públicas sencillas, veraces y consecuentes.

Los 20 años rojos han sido 20 años devastadores en nuestra historia. Un trapiche que ha molido obras, hombres, ideas y acciones. Con la idea demencial de un gobierno corrupto y un partido único siempre en el poder.

Recordamos hoy a un joven para entonces, en la era democrática, que hoy nos deja en este mundo, en Barcelona, España, a los 66 años. Se trata del dinámico y servicial Carlos Milles, quien nos recuerda ese buen período del Aeropuerto Internacional de Maiquetía en que las cosas funcionaban. Un vicepresidente de lujo que no podremos olvidar. Pocas personas he conocido en mi vida, conocedores del protocolo y comprometido en la excelencia en el obrar a favor de los demás.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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