La gran dama de la poesía venezolana Ana Enriqueta Terán y su esposo José María Beotegui escogieron para vivir a Jajó, un pueblo localizado en el estado Trujillo, municipio Urdaneta, en la cuenca alta del río Motatán, en la vertiente de la Cordillera de Trujillo que mira al poniente. Está situado en una alta terraza a 1.796 metros sobre el nivel del mar, en medio del imponente paisaje andino, y goza de un clima ideal: fresco y seco.

Se llega por la carretera Trasandina o Troncal 7 desde Valera, unos 41 kilómetros, pero también se puede llegar en vehículo rústico desde Boconó, recorriendo unos 130 kilómetros subiendo el valle del río Burate, y  pasando por Tostós, Niquitao, Las Mesitas, los páramos de Visún, el Pajarito y de Tuñame. Otra vía rural es partiendo de La Quebrada se sigue la ruta de las aldeas Miquinoco, Montero, Las Guardias hasta La Popita.

El pueblo de Jajó es uno de los mejor conservados de los Andes venezolanos, con sus callejuelas empedradas, casas de estilo colonial de tapia y tejas, el elegante templo de San Pedro y, sobre todo, sus pobladores, casi todos agricultores que producen papas y hortalizas, café y flores. Hay pulperías y panaderías donde hacen paledonias, roscas de agua, quesadillas y otras delicias.

La gastronomía se completa con el mojo trujillano, las arepas de trigo, el queso ahumado y cuajadas, el cozó, la sopa de arvejas, guisado de caraotas, el mute o chanfaina, la sopa de pan, sopa rellena, caldo de huevos o unas carabinas, para citar algunas de esas delicias. En los dulces destacan el curruchete, los bocadillos de sidra, el dulce de higos o de apio con piña, el batido y las melcochas. Se calma la sed con una caspiroleta, un masato de apio o de mora, un atol de churí o una buena chicha de maíz. El ají de leche y maguey sigue presente en la mesa del trujillano.

Entre las posadas está La Posada Marysabel de Jesús Mendoza, su recordada esposa Isabel Teresa y sus hijos. Allí existe un buen museo de antigüedades, las habitaciones, el restaurante y al lado la pulpería y el botiquín (bar). Alrededor de la plaza Bolívar existen tres posadas, una del gobierno y las otras una de la señora Amparo Carillo y la otra de la familia Briceño: y en la salida a Tuñame está la posada El Arbolón, en una grata casona de la familia Añez.

Lo mejor de Jajó es su gente de trabajo y de buenas costumbres, atenta y servicial. Familias de larga tradición. Tierra de caudillos era esta en los tiempos desde la independencia con Juan Baptista que llegó de Junín, la larga y dilatada jefatura de Juan Bautista Araujo “El León de la Cordillera” hasta, los últimos que aplacó el general Gómez. Hoy Jajó es lugar de paz, de sosiego, de silencio y contemplación. “Para servirle” es el saludo de todos por estos lugares.

No es de extrañar entonces que la poetisa venezolana escogiera a Jajó para vivir, se instalara allí para escribir y confeccionar joyas y vestidos, y para conversar con sus numerosas visitas, de poetas y escritores que se acercaban a compartir la magia de sus palabras y las atenciones de José María, hasta que por razones de salud tuvo que irse a otras querencias menos frías, cerca del mar.

Desde este lugar privilegiado se están yendo sus muchachos. Hace unos días 25 familias despidieron a sus hijos: “Los jóvenes se vieron obligados a dejar el país para tener oportunidades de progreso y ayudar a sus familiares. Emprendieron un viaje por la selva del Darién, frontera de Colombia y Panamá, para luego llegar hasta México y pedir su ingreso en la frontera estadounidense” dijo la red “Unidos por Urdaneta”.

La agricultura está en situación muy precaria, los turistas no llegan, la carretera es un desastre a pesar de que existe un flamante peaje en Quebrada de Cuevas, la electricidad llega de vez en cuando, las conexiones electrónicas son pésimas y todo se ha puesto tan difícil. La gente aguanta, pero todo tiene su límite.

Jajó está allí, hermoso y grato, en espera de tiempos mejores, que llegará con la libertad, la democracia, las instituciones sólidas y la confianza. El cambio será para Jajó como un renacimiento.


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