La oposición democrática y la academia venezolanas y venezolanistas han ofrecido su contribución para afrontar el ineludible juicio que cursa en La Haya, requerido urgentemente de consumados especialistas, y de hábiles e inspirados estrategas que planteen efectivamente y hagan valer nuestros legítimos y extraordinariamente fundados alegatos. No obstante, el gobierno insistió en plebiscitar la materia, evadiendo sus exclusivas responsabilidades por ante la Corte Internacional de Justicia.

Consabidas sus limitaciones, la prensa libre ha expuesto con mayor intensidad las más variadas opiniones de legos y entendidos, como fue recurrente en el siglo anterior, y existen aportes bibliográficos que incluyen importantes y recientes actualizaciones capaces de orientar a los funcionarios públicos del área, cuando no han tenido oportunidad de entrevistarse personalmente con los autores. No obstante, en medio del silencio que reinó hasta el  anochecido domingo próximo pasado, el régimen incurrió finalmente en la audacia de festejar una victoria a pesar de las evidencias que la contrarían, aunque no sabemos de las cifras definitivas de abstención oficialmente reconocidas a la hora de suscribir estas notas.

De suyo gravísimo, el caso no está en repetir acá las consecuencias advertidas con suficiente anticipación por los más variados sectores académicos y dirigentes del país, sino en la huida hacia adelante impuesta por las tardías corrientes jacobinas que ensayan un discurso cínicamente nacionalista para prolongarse en el poder, faltándole banderas políticas e ideológicas al socialismo real del siglo XXI.  No permeó el espíritu nacionalista que versionó arbitrariamente y deseó compartir a pesar de la intensa y masiva propaganda y publicidad gubernamentales que permitió exhibir piezas de una dudosa calidad y factura técnica en las redes digitales.

Un extremismo retórico de muralistas de ocasión, pintorreteadores del transporte público, o animadores de una edición televisiva, no luce suficiente para monopolizar la causa esequibana, como tan infructuosamente lo han intentado. Fungen de jacobinos radicalizados que desesperan por imputar a otros el delito de traición a la patria,  mientras los más moderados girondinos temen por los errores aún de los más garrafales que pueda darle alcance a todo el régimen y sus privilegiados en el gran teatro de los acontecimientos.

Semejante a la reacción del 30 de julio de 2017, frente a los centros de votación vacíos, pretenden que el referéndum de ahora fue desbordado por una población entusiasta, aunque realmente devino la mejor -por exacta, confiable y financiable- encuesta de las que frecuentemente ordena, pues, la nuestra es una dictadura de sondeos. Y es que, siendo igualmente de graves los otros problemas fundamentales del país, persistirán en eludirlos al cultivar los engreídos jacobinos una superior causa elusiva: la del Esequibo que tiene pendiente otro compromiso judicial para abril de 2024, aunque –por lo pronto– gozarán del generoso receso decembrino que se tienen prometido.

@luisbarraganj


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