Aunque muchos no lo recuerden ante tanto infortunio, en los tiempos en que Venezuela era el “sueño americano”, nuestro país recibió a más de 4 millones de colombianos, centenares de miles de ecuatorianos, peruanos, a decenas de miles de chilenos, por tan solo hablar de la región andina. Acá fueron recibidos a cuerpo ancho como su segunda patria, que les dio hogar, trabajo, educación y pare de contar.

Por no tener bola de cristal ni lámpara de Aladino no sabíamos nuestro amargo destino en el siglo XXI, como tampoco la tragedia de más de 8 millones de venezolanos deambulando por 5 continentes, en circunstancias extremas que nos permitieron conocer si se cumple el ancestral adagio de “amor con amor se paga”.

Pronto la realidad demostró todo lo contrario, una gran mayoría de nuestros paisanos atravesaron llanuras, páramos, desiertos para alcanzar una cabeza de playa, esperando que gobiernos del continente, algunos de ellos receptores de “la espada de Bolívar que camina por América Latina” se condolieran del apocalipsis venezolano, por el contrario, solo tuvieron como respuesta la indiferencia ante la marejada humana, que debió batirse al detal para lograr medios de subsistencia.

En ese trance solo la respuesta del presidente Iván Duque marcó la pauta, de cómo se debe responder integralmente a la crisis humanitaria que atraviesa la patria de Bolívar, si bien es cierto que varios mandatarios en Suramérica aprobaron medidas transitorias como paños calientes de atención al copioso éxodo, ante esta catástrofe Colombia señaló caminos de integración y solidaridad ante la desesperación de millones de personas.

En efecto, el Estatuto Temporal para Migrantes venezolanos otorgó permanencia por 10 años a partir de 2021, acceso a la seguridad social familiar, educación para sus hijos, reconocimiento a los títulos de formación profesional, técnicos y universitarios, entre otras medidas que garantizan el primer paso a una nueva vida y la mejor respuesta al fenómeno migratorio más notorio en toda la historia de América Latina.

Esta política migratoria le valió el reconocimiento de la ONU, de la Unión Europea y hasta del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien también ha aprobado un permiso temporal para los venezolanos, el TPS, aunque más limitado.

Es importante recalcar que el flujo migratorio de Venezuela no ha cesado en 2022, a tal nivel que extraoficialmente el amparo se ha extendido con el PPT a casi 2.400.000 migrantes venezolanos de una población que sobrepasa hoy los 3.000.000 en territorio colombiano.

En resumen, en el hermano país se concentra la mayor población de la diáspora nacional, una de las más grandes del mundo al compararla con los flujos migratorios de Asia, África, Europa del Este y específicamente de Ucrania hacia la Unión Europea.

Hoy soplan otros vientos en tierras colombianas, llegó un nuevo presidente, Gustavo Petro, próximo en sus posturas ideológicas a quienes han sumido en la ruina y la hambruna a Venezuela. Esperamos que la tragedia vivida en nuestro país no se repita en Colombia, como tampoco los rumores de deportaciones colectivas multitudinarias hacia Venezuela.

Sería lamentable un retroceso en la política migratoria colombiana por revanchismos ideológicos ante una población sufrida como la venezolana, obligada a salir de un país que fue en el siglo XX el territorio de lo posible y hoy devino en una de las naciones más pobres del continente.

Esta incertidumbre actual no impide a la diáspora venezolana agradecer plenamente a quien le dio la mejor respuesta que haya tenido en todo el mundo un mandatario nacional, que tuvo siempre la mayor disposición a atender la crisis migratoria venezolana. ¡Gracias, presidente Duque!


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