Este artículo, dedicado al pueblo judío,

fue publicado algunos años atrás.

Hoy me parece pertinente traerlo de nuevo

como un recordatorio de algo que nunca

debió haber pasado y que no deberá

pasar nunca más: Auschwitz

Escribir esto me ha costado ya que llegué en estado de impresión proactiva acelerada positiva, y no es para menos, porque visité un sitio muy conocido que realmente casi nadie conoce.

Beit Venezuela es una extraordinaria, pero sobre todo utilísima organización de venezolanos que existe en Israel, la cual tuvo la cortesía de invitarnos a Laureano Márquez y a mí, para presentar un show humorístico en Tel Aviv, para venezolanos y latinos que viven allá.

Quiero contarles lo que vivimos más allá del turismo y de la curiosidad normal de un viajero. No puedo nombrar a nuestros fantásticos anfitriones, pues sería injusto dejar de mencionar alguno, solo agradezco a Beit Venezuela.

Qué collage de emociones experimentamos al conocer un pequeñísimo país, que hasta hace poco era un desierto sin agua dulce natural y ahora es absolutamente verde y poseedor de una de las agriculturas más avanzadas del mundo. En Israel engañaron al mar y le robaron la sal para domar al desierto, transformándolo en un vergel.

No entiendo la actitud del señor Dios con su tierra natal:

—Ahhh… ¿ustedes quieren patria? Allí tienen ese pedacito de desierto sin agua ni petróleo, con un mar muerto y rodeado por países enemigos del pueblo judío.

Dios sabe lo que hace: en ese pedacito de tierra infértil creció un increíble pueblo que humildemente imita a Dios con milagros que asombran al mundo.

¿Cómo entender algo tan enredado? Para ponerles un ejemplo de la forma en la que conviven esos dos países en un mismo territorio, imaginemos que Chacaíto sea territorio Palestino, Sabana Grande territorio de Israel y Plaza Venezuela es Palestina otra vez, pero al al mismo tiempo, todo es Israel y Palestina.

Como todos sabemos, Jesús nació en Israel, en Belén, ciudad que en la actualidad es territorio palestino y que está dividido por un antipático y feo  muro que protege a Israel de algunos fanáticos terroristas. Allí visitamos el sitio exacto donde nació Jesús. Me dio tristeza y envidia comparar a Belén con algunas calles de Caracas: todo limpio, sin huecos, sin miedo a que te asalten; siempre hay agua, luz, harina Pan y gasolina.

Hay algo curioso que casi nadie sabe y que me gustaría comentar: los palestinos tienen representantes en la Asamblea Israelí, con voz y voto, y cuando van a hablar, son respetados por sus colegas judíos y es que en Israel todas las cosas están como pegadas, por ejemplo, El Muro de los Lamentos, ícono del pueblo judío, limita pared con pared con dos enormes mezquitas árabes donde los musulmanes hacen sus oraciones al mismo tiempo que los rabinos hacen las suyas.

El Santo Sepulcro, en Jerusalén, es una paradoja: está en territorio Israelí y adentro, los religiosos rusos y griegos pelean a diario con curas católicos hasta que llega la noche y cierran la puerta y… ¿saben quién cierra y abre la puerta? ¡Un musulmán!

Quizás lo más aleccionador fue la visita al Museo del Holocausto en Jerusalén. Una obra maestra de arquitectura mundial. Al salir, es imposible gesticular palabra. Increíble y conmovedor el homenaje a más de 1.500.000 niños asesinados por los nazis. Una sala inmensa, fría y oscura, pero bella a la vez, donde una vela encendida frente a un sistema de espejos, se multiplica millón y medio de veces mientras se escucha el nombre y apellido de cada uno de los niños asesinados. Hay que vivirlo.

Estuvimos a metros de la frontera con Siria en el Golán: allí, en medio de campos minados, tanques de guerra volteados, antiguas trincheras, restos de cañones y todo tipo de recuerdo de batallas que se han librado en ese sitio, florecen como si de magia se tratara, hermosos viñedos que dan vida a un vino que asombra al mundo, así como a enormes y frondosos bosques de dátiles, a inmensas naranjas dulces y a todo tipo de frutas cosechadas en un desierto recuperado por la tenacidad de un pueblo que se ha negado a morir.

Disculpen mi incapacidad para decir cosas a lo mejor más importantes. Quizás, pronto, cuando mi corazón termine de llegar de Israel, volveré más coherente sobre el tema.

@claudionazoa


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