Imagen: 20minutos.es

La situación actual del conflicto político-militar entre Israel y Gaza, que ha llegado a su punto culminante con el cerco de la ciudad de Rafah, está llegando a su punto culminante con la resolución aprobada por las Naciones Unidas solicitando un cese inmediato de las operaciones militares y la apertura de los canales humanitarios para atender a la población civil afectada.

Tal ha sido la presión política interna dentro del Partido Demócrata en Estados Unidos de sus activistas de los sectores progresistas, que han obligado al gobierno de Biden a dejar de bloquear las resoluciones sobre la guerra, llevándoles al absurdo de tener que declarar a posteriori que dicha resolución no es vinculante, dejando en ridículo el papel del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el objeto de  quedar bien con los sectores  ortodoxos del mismo partido que apoyan al Estado de Israel sin limitaciones, lo cual sin duda es muy poco prudente, porque la resolución abre las puertas para pedir sanciones por el incumplimiento de la misma y con ello se aumentará exponencialmente la presión política interna y externa por condenar al gobierno israelí.

La primera expresión de lo anterior es la solicitud del presidente de Colombia, Gustavo Petro, de pedir la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno de Israel de la comunidad internacional, lo cual en conexión con la campaña antiisraelí del gobierno de Suráfrica tiene por objetivo final el aislamiento político y económico de dicho país en el mundo en desarrollo, que según la fuente que se consulte pueden ser entre 130 y 140 países.

En el mundo denominado desarrollado la situación no es mucho mejor, pues si observamos Europa, la actitud del representante exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, es muy similar a la del secretario general de la ONU, António Guterres, señalando que la socialdemocracia y la extrema izquierda europeas son abiertamente pro palestinas y antiisraelíes, como lo demuestran las declaraciones públicas de ministros y presidentes y también políticos de oposición, así como marchas de protestas que tienen un apoyo popular, que no se ve en muchos países musulmanes.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuya única preocupación es ganar las elecciones de noviembre de 2024, ha demostrado que es capaz de hacer lo necesario e inesperado para conseguir sus objetivos, poniendo la política exterior al servicio total de su política interior, como demostró su salida abrupta y sin coordinación con sus aliados de Afganistán entre junio y agosto de 2021, dejando el país en manos de los talibanes y bajo la influencia económica de China y en virtual alianza militar con Irán, desperdiciando 20 años de guerra y miles de muertos y heridos, además de dejar a la población “occidentalizada” del país, especialmente a las mujeres que se habían educado y formado en profesiones y oficios, en manos de la barbarie, todo con el fin de sacar a dicho país del conflicto político interno, lo que recuerda la decisión del gobierno de Kennedy de abandonar a los insurgentes cubanos en Bahía de Cochinos, haciendo posible que el gobierno de Cuba, continuara con su política “revolucionaria y antiimperialista”, que luego de la Crisis de los Misiles de 1962 llevó a la Unión Soviética a pactar con el mismo gobierno un acuerdo de “No invasión a Cuba” que permitió que el gobierno de Fidel Castro sobreviviera a sus enemigos internos y externos, hasta el día de hoy.

Otra demostración histórica de este tipo, ocurrió al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno de Estados Unidos se impuso al gobierno británico y dejó que fuera el ejército soviético el que conquistara Berlín y tomara la mitad de Europa, lo que después se conocería como los países del Pacto de Varsovia o las democracias populares o gobiernos socialistas, porque el gobierno de Truman había prometido terminar la guerra y desmovilizar las fuerzas armadas en 1946 (se disolvieron 74 divisiones de 91 ese mismo año), a objeto de ganar las elecciones de medio término y las presidenciales de 1948.

Más recientemente, para ingrata sorpresa de los gobiernos de Europa, que han ido sustituyendo el gas ruso por gas licuado estadounidense exportado en barco, el gobierno Biden ha trancado todos los proyectos de desarrollo de exportaciones de gas, motivado por razones “ecológicas,”, para estudiar el efecto del gas en el calentamiento global, cuando las verdaderas razones de corte electoral, son sin duda ganarse el favor de los grupos ambientalistas, por lo menos hasta noviembre y después de las elecciones, volver al esquema tradicional con algún artilugio judicial, que por cierto  introdujeron Texas y otros gobiernos estadales que exportan gas doméstico.

Por ello, el desafío del gobierno de Israel es sumamente delicado, pues son demasiado los gobiernos que están militando en una “trinchera” contra el Estado de Israel y con el inminente peligro de que esta plataforma política, se amplié considerablemente, por lo cual está obligado a tomar medidas desesperadas, en un lapso perentorio de tiempo.

Paralizar la ofensiva militar, sin destruir los batallones restantes de Hamás en Rafah ni a sus principales líderes, hace imposible realizar cualquier iniciativa de Paz futura, sin tomar en cuenta a dicha organización política, pero su destrucción efectiva y permanente, implica prácticamente sacrificar las vidas de  todos los rehenes y causar una batalla de tal magnitud, que haría recordar el aplastamiento del levantamiento del gueto judío de Varsovia de 1943, la comuna de París de 1871 u otros ejemplos de batallas urbanas como la Segunda Batalla de Faluya (2004), donde las dimensiones de 1,5 millones de civiles encerrados y hambrientos, presagian una hecatombe de tal cantidad de muertos, que demasiados gobiernos de todo tipo, tratan de evitar para no tener que tomar medidas drásticas para aplacar la ira de su opinión pública local y sus activistas políticos.

La casi inevitable decisión de tomar Rafah, parece colocar a Israel a una posición de aislamiento y desafío como la que sufrió Italia y Japón después de invadir Abisinia (Etiopia) y Manchuria (China) en los años treinta del pasado siglo XX. En este sentido, debemos entender que en este escenario maximalista, no está descartada otra guerra en el Líbano, que busque el mismo nivel de destrucción y supresión que se delinea para Hamás en Gaza, a fin de acabar con el grupo militante Hezbolá, lo que llevaría al final del camino a una guerra final con la República Islámica de Irán a fin de suprimir su amenaza de armas atómicas, lo cual indica de manera casi segura unos días muy problemáticos para la paz y la seguridad internacional en esta parte del mundo.


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