Playas de La Guaira en Carnaval

Estamos atravesando la situación más difícil y alarmante que se haya vivido en Venezuela. En medio de la severa crisis económica  y social, la segunda ola epidémica de la COVID-19 está presente con mayor intensidad de la que ocurrió en 2020 entre agosto y septiembre. El reporte oficial del 3 de abril señala que hubo 1.607 casos y 18 fallecidos. No obstante, en los actuales momentos los números oficiales no reflejan lo que se está viviendo en hospitales y clínicas privadas. Hay un colapso total para recibir a pacientes. Ante la falta de control, seguimos con  la incertidumbre del número de casos y de muertes.

Desde el comienzo de la pandemia en nuestro país no ha habido un manejo responsable por parte de las autoridades sanitarias para controlar esta crisis. Expertos han señalado el número insuficiente de pruebas PCR-RT, la recomendada por la OMS para el diagnóstico. El gobierno centralizó, esta prueba en dos laboratorios: el INH y el IVIC, razón por la cual se considera la existencia de  un subregistro . No se sabía desde los inicios la evolución de la curva de la epidemia ni tampoco se sabe en la actualidad. La Academia Nacional de Medicina siempre sugirió tener en cada estado un laboratorio para hacer esta prueba, pero otra gran negligencia gubernamental es no escuchar a especialistas calificados.

Otra irresponsabilidad gubernamental es la de no haber dotado a los hospitales de los insumos y equipos para enfrentar esta estrepitosa calamidad sanitaria. Pero cómo, si no teníamos sistema de salud antes de la pandemia. Aun así, de donde sea  tenía que buscar la manera de afrontar la gran responsabilidad de tratar de habilitar los centros de salud pública adonde se dirige la mayoría de las personas afectadas por el virus. Ya conocemos la triste consecuencia de no haber dotado de equipos de bioseguridad adecuados al personal de salud de los hospitales; además, no se conoce un plan nacional de vacunación

Los esquemas de flexibilización y radicalización de la cuarentena no parecen haber demostrado la eficacia  que se pudiera haber esperado. La flexibilización ampliada que se aplicó en diciembre, a la que se sumó luego la de Carnaval y que fue extendida, parece haber originado las consecuencias que estamos viviendo.

Otro error es la falta de una campaña de información masiva y exigente, que debe ser  continua por parte de las autoridades sanitarias, para crear conciencia y educación en el pueblo sobre la magnitud y gravedad del coronavirus. Además, la falta de control en aquellos comercios que no cumplen las medidas de prevención, pero sí ponen alcabalas en muchos puntos de la ciudad que no  tienen ninguna función para evitar los contagios y son propicias para el matraqueo y las dádivas.

No podemos dejar de mencionar que, además de la irresponsabilidad gubernamental, hay una gran insensatez por parte de la ciudadanía. Vimos con total asombro cómo se llenaron las playas  de gente despreocupada, durante el pasado Carnaval, sin  tapaboca  incluso y cómo proliferaron las reuniones sociales. Aun en las calles vemos a personas con el uso inadecuado del tapaboca o también sin esta protección, las unidades de transporte colectivo repletas de gente sin ningún control.

Muchas veces el que nos atiende en una caja para cobrar algún producto se encuentra sin la mascarilla o la tiene en el cuello. En fin, muchas demostraciones de un exceso de confianza ante la situación tan grave que se está viviendo. ¿Es que se va a permitir que haya un comportamiento tan irresponsable? En este momento, a todos nos está tocando de cerca este virus malévolo. Hoy, la información personal que predomina y también en las redes sociales es el contagio o la muerte de alguien conocido a diario; hay familias en las cuales han fallecido dos o  tres miembros.

Las consecuencias de la insensatez gubernamental y colectiva la estamos viviendo. Reitero, nos estamos enfrentando a un enemigo muy poderoso y despiadado.

El presidente de Uganda manifestó en 2020,  en un discurso dirigido a aquellas personas que no creen en el coronavirus: “El mundo está en una guerra sin armas ni balas, el ejército en esta guerra no tiene piedad  y sin ninguna  bondad humana”. Por supuesto,  se refería a la COVID-19, ante la cual no podemos bajar la guardia, bien sea en flexibilización, radicalización y aun después de la vacuna. Es hora de hacer un llamado serio  de  reflexión  a la ciudadanía, la cual tiene buena parte de responsabilidad para poder salir de este repunte que ha sido tan doloroso para muchas familias. Al gobierno también, aunque haga caso omiso.

@mariayanesh


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