Adán y Eva, por David Mach

Para ti, con todo mi amor que conoces

El muy longevo barón Hermes Polytropos recibió ese título sin esperarlo. Había salido huyendo de su antigua amada Grecia y había ido a parar a Austria donde vivió durante un largo tiempo. Muchos años después, llegó a tierras de las Américas. De manera que su descendencia se extendió por nuestra región, sin mayores aspavientos. Por sus contribuciones en el campo de la ternura, Hermes Polytropos conquistó aquel título de nobleza. Un tataranieto suyo alcanzó a conservar un pequeño cofre con algunas cartas y manifiestos sobre la ternura, atribuidos al -injustamente- poco conocido barón Hermes Polytropos, de donde se conserva el texto siguiente:

Quiero invitarte a que vibres con nosotros, empezando contigo misma, contigo mismo; a que te dispongas a ser mejor, a que puedas sentir emociones nuevas, distintas; a cómo eres capaz de percibir otras emociones, profundas y elevadas. A que te saques la corbata, el cinturón y otras ataduras y ayudes además a otros a que se desaten de los lastres inútiles que ya no nos sirven de mucho. Que honres cada día como el milagro único que es. Que aprecies la feura y la belleza, para quedarte tanto como puedas con el lado hermoso de la vida. Que espantes las chiripas, las cucarachas y las telarañas y no botes las cenizas en el suelo que pisas. Quiero que te liberes de la modorra rutinaria, porque todos los días son diferentes y cada uno guarda distinciones para ti y para los tuyos. No somos simples mortales. No eres un simple mortal. Eres eso y eres más. Quiero que resuenes con alguna artesanía y compruebes cómo eres capaz de levantar un ánfora, de plantar una semilla y apreciar cómo nace y va creciendo. Quiero que resuenes con la música, con el teatro, con la pintura, con la poesía que te circunda. Con Ravel y su pavana para una infanta difunta; con Mozart, con Vivaldi y sus conciertos para cello y orquesta; con una escena de Heiner Müller, un pasaje de Gógol, un fragmento de Cabrujas; quiero invitarte a contemplar los blancos de Reverón mientras viajas por esos dolores, por una de sus playas y quiero sobre todo que te sientas capaz de hacer maravillas como las que hicieron esos otros seres humanos como tú. Que salgas de esa chatura que mata, de esa medianía a la que te acostumbraste y reaprendas a que eres capaz de volar alto, mucho más. Quiero invitarte a ser mejor persona, quiero convidarte a que valores nuestras gestas cotidianas como fiestas continuas para el alma. Que vibres con cada imagen de la calle, antes de seguir deambulándola y nada más. Que te levantes antes de salir el sol para poder contemplar la belleza de cuando sale desde la proa del horizonte y seguir riendo y continuar llorando y perseverar. A partir de allí, verás cómo apreciar mejor las luces y las sombras. A partir de allí, verás cómo va cambiando el prisma, el caleidoscopio de los días y sus noches… y, por esas sendas, volver a apreciar tu muy humana capacidad de volar.

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