Se dice repetidamente que el mundo no será el mismo después de esta pandemia global. Así lo cree la mayoría de los observadores y expertos. No obstante, desconocemos qué cosas cambiarán y en qué medida. Futurólogos y adivinadores por igual se aventuran a intuir y especular sobre qué sectores, relaciones o «status quo» serán sacudidos.

En calidad más intuitiva que prospectiva, hagamos un ejercicio para asomar algunos augurios que, de cumplirse, alterarían la dinámica política, económica y social de amplias regiones de nuestro acongojado planeta.

En septiembre pasado el McKinsey Global Survey anticipó un futuro poco auspicioso:

En Europa, la volatilidad de los precios de la energía y la inflación son los riesgos de crecimiento citados con más frecuencia, con la inestabilidad geopolítica o los conflictos en un tercio más distante. En la Gran China, la pandemia de COVID-19 sigue siendo el riesgo más informado, citado por casi la mitad de los encuestados por segundo trimestre consecutivo.

Y los riesgos potenciales nos lo muestra en este gráfico (en inglés), de la consultora McKinsey:

Hay consenso en que la inflación es la consecuencia más indudable y peligrosa. Es curioso que en la región Asia-Pacífico sea la de mayor puntaje pero en China, la más baja. Cosas del control social de esa república comunista.

La preocupación por la volatilidad de los precios de la energía se acrecienta en Europa y por buenas razones, la crisis de Rusia y Ucrania no solo ha disparado tales precios, sino que ha cerrado el grifo del principal proveedor de gas y, en cuanto a petróleo, una fuente cercana y comparativamente más barata. No obstante, el impacto es menor en las Américas y, notablemente, en Estados Unidos.

La inestabilidad y conflictividad geopolítica no parece ser un tópico que le quite el sueño a las regiones del mundo. E igual así el aumento de las tasas de interés, la disrupción de las cadenas de suministro, tampoco el desempleo o un resurgimiento de la pandemia.

Más consecuencias

  • Deterioro de relaciones con China por parte de Estados Unidos y otros países. Replanteo de la conveniencia de que China sea la fábrica del mundo y se enriquezca por ello. Oportunidad para otros países en Asia y quizá otros continentes. Si ocurre, aumentaría la inflación mundial.
  • Retroceso de la globalización: más aranceles y controles de movimiento. Sobre todo si se relaciona con problemas económicos de los países que los imponen.
  • Aumento de la inversión de gobiernos y empresas en investigación y desarrollo (R&D) para trazar, contener y prevenir futuras epidemias. Se hará -obviamente- en detrimento de gastos en otras áreas.
  • Certeza de que la dictadura chavista mentirá sobre la magnitud de la epidemia en Venezuela, sobre el colapso sanitario y su mediocre respuesta. Eso no es difícil de predecir.
  • «Epidemia» de supuestas consecuencias de la pandemia que serán, realmente, piezas de desinformación. La industria periodística anti-fake news tendrá que trabajar sobretiempo. La industria de teorías conspirativas sobre el CV que durará por generaciones.
  • Aumento de producción y valor de productos y servicios para comunicarse, comprar o interactuar en línea. Internet y los productos móviles han compensado y muchas veces sustituido lo que de otra forma se hace presencialmente.
  • Si no hay continuidad de investigación e inversión fuerte, otras pandemias surgirán.

Artículo publicado en El Político


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