Maduro llamó “cobardes” a políticos de izquierda que han criticado su gobierno
EFE

 El odio como cultura política del PSUV y de los sectores de oposición

El mayor desafío de Venezuela es rescatar la cultura política democrática, por esa razón, en el actual contexto que vive el país, exige que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de reencontrarnos con nosotros mismos como pueblo culto y civilizado, para poder afirmar nuestras identidades individuales y colectivas, para conducirnos a la democracia y a la paz fundamentalmente.

Tarea que luce verdaderamente desafiante por los altos niveles de intolerancia y de odios cultivados por Hugo Chávez, ahora exacerbados por Nicolás Maduro. Se ha premiado aplastar a quienes disienten, de tal manera que el ejercicio del poder ha contenido cascadas de elementos finamente diseñados para herir, dividir, maltratar, ensanchando las distancias, provocando sentimientos de odio y venganzas entre los sectores sociales que aun respaldan al régimen y quienes históricamente han sido dirigentes opositores.

Lastimosamente, algunos de los sectores políticos que intentan asumir el poder en el país manifiestan la reproducción del odio como eje transversal de la política, evadiendo posiciones que serían realmente determinantes para la conquista de la democracia. El entendimiento, la reconciliación y el perdón son conceptos que deben desarrollarse y practicarse si deseamos cambiar el país. Reproducir la conducta del verdugo “revolucionario” solo desata la repetición de un círculo violento donde nadie gana y todos perdemos.

Se sepultó toda práctica de la cultura política democrática, es decir, como realidad social e histórica. En otras palabras, nuestro drama es infinitamente mayor porque toda la sociedad ha sido trabajada para que se envilezca haciendo una guerra permanente entre los ciudadanos, naturalizando la violencia como un conflicto particular. Se repite incesantemente esta conducta sin que el pueblo venezolano aprenda la lección del pasado y del presente, obstaculizando la construcción de una visión compartida de nación, donde se afirme la memoria colectiva y la identidad nacional. Esto no ha sido posible en la medida en que no se ha podido insertar la experiencia personal de los venezolanos en una narración colectiva, que haga abandonar el uso recurrente de la violencia para resolver los conflictos políticos o sociales existentes, haciendo del drama político que tanto daña al colectivo social, que no reconocen quienes usurpan el poder del Estado venezolano, el principal factor de unificación de la sociedad para hacer diferente nuestro comportamiento ante estos problemas, reproducir la cultura del odio no resuelve el conflicto, lo acentúa.

La política del presente al futuro

Edmund Burke, diputado inglés, que en 1774, en ocasión de la conciliación entre Inglaterra y sus colonias, sembraba una narrativa que imperiosamente debemos recoger en Venezuela casi 250 años después: “La política jamás debe ir del pasado al futuro, sino del presente al futuro”. Este planteamiento de ninguna manera debe concebirse como un borrón y cuenta nueva, la impunidad hace mucho daño y los venezolanos debemos apostar siempre a que impere la justicia, pero es momento de balancear las actuales circunstancias y construir hacia el futuro.

Es ideal colocar los conceptos con absoluta transparencia, y medir los bloques existentes, hoy tenemos un movimiento opositor venezolano fragmentado por la habilidad del régimen de corromperlos, pero hasta ese acto despreciable ha producido un decantamiento necesario para construir finalmente un movimiento político opositor robusto con suficiente credibilidad en el país; así mismo. la reducción del partido político de la mal llamada revolución es significativa, considerando incluso los datos de las elecciones regionales de noviembre de 2021, que sabemos además no son transparentes, pero marcan una catástrofe inmensa de tan solo 3 millones de votos. Seguramente son mucho menos.

Con estos datos, la evaluación final debe cuestionar el por qué la base social que en algún momento respaldó al chavismo, decididamente no se incorporara al trabajo de los partidos de oposición en función de la libertad y la democracia, aquí encontraremos las profundas dudas sobre los dirigentes opositores hacia esa masa social, y el comportamiento que esgrimen ante ellos, que pueden captar de inmediato luchas internas partidistas, o confrontaciones personalistas, fuertemente escindidas por un proyecto de discriminación. En semejantes condiciones no tiene ningún sentido plantear la existencia de una lucha en común; este desenfoque ha sido una forma inadecuada de abordar el problema, ya que no tiene ningún fundamento teórico-conceptual, ni tampoco ningún fundamento con el contexto como realidad histórico-social, teniendo en cuenta los principales conflictos socio-políticos que efectivamente vive nuestra sociedad y la necesidad de abordarlos para superarlos definitivamente.

Loablemente, el presidente interino Juan Guaidó abre cauces importantes para la unificación de criterios en función de Venezuela, y construye a fino pulso un espacio para salvar el país, incorporando a todos los sectores sociales, incluyendo a quienes en determinado momento fueron estafados por los mensajes de esperanza de Hugo Chávez, que desembocaron en la destrucción de Venezuela.

El país necesita reencontrarse en toda su fuerza, solo un liderazgo inteligente y superior puede comprenderlo de esta forma. El perdón y la reconciliación no deben asumirse como un elemento de impunidad, en Venezuela, todo el pueblo es víctima del modelo del odio y las divisiones que han dejado tantas heridas. Salvar a Venezuela como lo plantea Juan Guaidó requiere definitivamente la construcción de un espacio para todos, donde las diferencias se resuelvan con métodos democráticos, y jamás con odios y venganzas, ese es el método que debemos negarnos a reproducir para salir del laberinto y aterrizar en un país diferente.

@jufraga12

 


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