Ante la regularización de las maniobras militares en forma permanente y progresiva por parte del gobierno de Nicolás Maduro, se hace necesario entender la visión de poderío militar y político bajo la cual se asienta la política de enfrentamiento contra una hipotética intervención militar estadounidense bajo el gobierno de Trump, que buscaría según el analista que lo plantee situaciones y consecuencias muy difíciles de prever, más allá de las declaraciones de Freddy Bernal sobre un suicidio militar contra la alianza de países de la OTAN que acompañarían a otro grupo de países del TIAR en la supuesta intervención militar, si no se dan las exigencias estadounidenses de unas elecciones presidenciales a cortísimo plazo.

Durante los ejercicios, un total de 2,5 millones de combatientes de la FANB, la Milicia Nacional Bolivariana y 1.159 agrupamientos populares se desplegaron en ocho Regiones Estratégicas de Defensa Integral (REDI), 28 Zonas de Operación de Defensa Integral (ZODI) y 99 Áreas de Defensa Integral (ADI), de acuerdo con las declaraciones de las autoridades militares, lo que implica una importante masa (68%) de los 3,7 millones de combatientes, que han sido reseñados como cuadros armados por las mismas autoridades nacionales en anuncios realizados el 8 de enero de este año, lo que genera amplias expectativas sobre el papel de este 1,2 millones de combatientes que serán seguramente movilizados en las maniobras posteriores ya anunciadas.

Debemos recordar que los postulados básicos de la Doctrina Militar Bolivariana han sido desarrollados a partir de las tesis cubanas de la «Guerra de todo el pueblo» (GTP), planteada por el mismo Fidel Castro de acuerdo con su experiencia bélica en la Sierra Maestra (1956-1959) y a las lecciones de otras guerras basadas en grandes actuaciones de fuerzas irregulares como los partisanos de la Gran Guerra Patria Soviética (1941-1945), así como las guerras de guerrilla en Centroamérica (Nicaragua, Guatemala y El Salvador), África (Namibia, Angola y Eritrea), Asia (Guerra Civil China y conflictos en Vietnam) y el Medio Oriente, siendo de particular atención las lecciones recientes de la insurgencia iraquí (2003-2011), extrayendo de estos modelos de resistencias, en su opinión, los componentes necesarios para afrontar exitosamente cualquier tipo de intervención militar a gran escala que se llegase a producir.

La teoría de la guerra popular ha identificado unas leyes básicas en la movilización guerrillera, siendo las siguientes:

A) El objetivo supremo de la guerra es conservar las propias fuerzas y aniquilar las del enemigo.

B) En toda guerra es necesario ocupar y dominar el territorio.

C) Toda guerra se decide en enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

D) La estrategia define la dirección del golpe principal y las reservas.

E) Concentrar una fuerza superior para aniquilar el enemigo.

F) Descubrir los errores del enemigo e inducirlo a cometer errores.

G) Mantener la iniciativa a toda costa.

H) Centralizar la dirección estratégica de la guerra.

I) Prevenir la derrota y estar preparado para un repliegue ordenado.

De acuerdo con estos principios, el gobierno nacional tiene confianza absoluta de que en caso de invasión militar podrá mantener el control de grandes extensiones del territorio nacional para mantener la autoridad política y coordinar de manera centralizada la dirección estratégica de la guerra, mientras dirige las acciones de las fuerzas irregulares dentro de las zonas ocupadas para en un momento determinado pasar a la contraofensiva y arrojar a los invasores al mar o fuera de las fronteras nacionales.

La posibilidad de tal escenario depende, sin duda, de la existencia de una defensa antiaérea, especialmente antimisiles eficaz, que proteja a dicho gobierno de los ataques de las Fuerzas Aéreas estadounidenses y aliadas, jugando a una guerra de contención y desgaste, esperando el momento del contrataque. Solo quienes conocen las interioridades de las fuerzas armadas venezolanas, conocen las posibilidades de éxito de dicho planteamiento ante el desafío que plantea tales situaciones.

De acuerdo con los teóricos de dicha guerra popular de todo el pueblo, el éxito de la defensa reside en la combinación de los siguientes elementos:

I) Amplias fuerzas especiales para la guerra no ortodoxa;

II) Uso extensivo de minas terrestres y marítimas;

III) Adiestrar a decenas de miles de francotiradores con fusiles especiales;

IV) Utilización masiva de equipos de visión nocturna;

V) Organización de pequeños equipos móviles con cohetes antiaéreos;

VI) Organización militar descentralizada, con sistemas de comunicación confiables, no solo entre las unidades de resistencia, sino entre el comando central y esas unidades.

En este escenario, el gobierno de Nicolás Maduro ha anunciado que ya tiene los cuadros adiestrados en materia de francotiradores y equipos móviles de defensa antiaérea portátil con modernos equipos rusos, mientras que anuncian 14.383 Bases Populares de Defensa Integral y 63.890 Unidades Populares de Defensa Integral ubicadas en las 1.141 parroquias en el país, según reseñas de prensa nacional.

Podríamos pensar los analistas políticos, que el gobierno está preparado en el papel para ir a una guerra a gran escala contra esa alianza de 59 países que Donald Trump señaló en su discurso anual (State of the Union) que están alineados para aplastar y quebrar a Nicolás Maduro y su aparato de gobierno.

En este sentido, de acuerdo con los teóricos de la Guerra Popular, son cuatro las condiciones básicas que tiene que reunir una nación agredida para alcanzar la victoria:

  1. Debe tener unidad interna alrededor de un proyecto histórico compartido por la mayoría de la población.
  2. Necesita un liderazgo a la altura del desafío, con una doctrina de guerra claramente centrada en torno a la definición de los puntos de gravedad de la defensa estratégica que, según ellos, bajo las circunstancias latinoamericanas actuales, esa doctrina solo puede ser la Guerra de Todo el Pueblo.
  3. Requiere apoyo internacional.
  4. Necesita ser autárquica en aspectos fundamentales de logística, inteligencia y retaguardia.

En este sentido, es más fácil fijar opinión sobre la profunda división que hay en cuanto a la interpretación del fenómeno histórico desarrollado desde 1999 como Proyecto Nacional Simón Bolívar y actualmente denominado Plan de la Patria, siendo más precisos los expertos de opinión como Luis Vicente León u Oscar Schemel para estudiar la disposición de la opinión pública nacional a participar en una guerra de insurgencia en caso de intervención, desconociendo mi persona, la existencia de algún estudio de opinión sobre la materia.

En cuanto al liderazgo a la altura del desafío, tampoco he visto un acto público de firma de declaración de entrega total de sus bienes y sus propias vidas en defensa de Nicolás Maduro por parte de gobernadores, alcaldes, diputados, constituyentes, concejales, ministros, presidentes de institutos autónomos, empresas públicas y fundaciones a escala nacional, estatal y municipal, que permita pensar que dichos funcionarios “99” o de alta confianza administrativa y elección popular no terminen “saltando talanqueras”, pasando a colaborar con fuerzas militares foráneas.

Sería muy interesante que Nicolás Maduro obligara a todos sus aliados y partidarios a tomar una posición de no retorno frente al gobierno de Trump para ver cuántos “patriotas” en sus propios términos dispone realmente para una lucha armada.

En cuanto al apoyo internacional, no puedo imaginar de producirse dichos escenarios, cómo van a llegar los suministros bélicos y de otro tipo o incluso tropas desde China, Rusia, Irán, Cuba, Corea del Norte (aliados de Maduro), estando el país rodeado de gobiernos fronterizos que son enemigos a muerte como Iván Duque y Jair Bolsonaro en Colombia y Brasil.

En cuanto al tema de la autarquía, que me recuerda mucho el tema convenientemente olvidado del “desarrollo endógeno”, es difícil imaginar cómo en una situación tan caótica y confusa como es la guerra moderna puede funcionar una administración local que en tiempos de paz, funciona con grandes deficiencias en tiempos de paz.

Finalmente, de acuerdo con los mismos teóricos de la guerra popular, el éxito en el campo de batalla depende de:

a) del poder de fuego;

b) de la información;

c) de la calidad de la conducción táctica y estratégica de los adversarios.

En este campo, sería muy aventurado entrar a especular y afirmar sobre las diferencias en materia de experiencia militar, equipamiento, adiestramiento y capacidad de guerra electrónica que separa a los potenciales invasores estadounidenses y los demás 58 países frente a los planes ofensivos y defensivos diseñados por las fuerzas militares nacionales y los aportes de Rusia y China en materia militar, quedando en el ambiente las palabras de suicidio, pronunciadas por Freddy Bernal en caso de guerra contra los estadounidenses.

Solo el Alto Mando Militar, en este caso, el Comando Estratégico Operacional tiene la información exacta para responder estas interrogantes y solo espero que de no tener la capacidad que dicen disponer, no lleven a la muerte a decenas de miles de efectivos militares y a la destrucción definitiva de todas las instituciones militares, destruyendo de paso todas las instituciones y acciones administrativas realizadas en el siglo XXI, de la misma forma que Saddam Hussein provocó dos desastrosas guerras con Estados Unidos y terminó ahorcado y su propio partido (Baath) y grupos étnicos proscritos unos y apartados del poder los otros, perdiéndose décadas de continuidad administrativa.

De igual manera, son tres los componentes que deciden el desenlace de cualquier guerra:

A) la tecnología militar.

B) el factor humano.

C) las relaciones y la logística internacional.

El lector del presente artículo pudiera considerar atrevido evaluar estos factores en el caso de una intervención militar, más lo cierto es que en apariencia los componentes tecnológicos, de relaciones internacionales y logísticos, parecen estar en contra del gobierno de Nicolás Maduro.


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