En el terreno político, por comodidad psicológica, tendemos con frecuencia a caer en un error muy común y es pensar que las únicas preguntas son las que nosotros mismos nos hacemos. Ello por supuesto conlleva el riesgo de terminar pensando que lo que observamos y creemos es compartido por todos los demás.  Por eso es tan importante mantener siempre una comunicación constante con lo que piensan, se interrogan y les preocupa a sectores sociales muy distintos.

La semana pasada, el Frente Amplio Venezuela Libre del Municipio Caroní del Estado Bolívar, donde hacen vida los partidos políticos y las organizaciones sociales más importantes de la región, me invitó a un muy interesante intercambio de ideas para analizar y discutir sobre la complicada coyuntura nacional.

De las 5 páginas de preguntas e inquietudes que pude recoger, y solo por razones de espacio, comentaré brevemente dos de las interrogantes entre las que se repitieron con mayor frecuencia.

Uno de los temas mayormente planteados fue el de la viabilidad de una negociación con la dictadura para alcanzar la posibilidad de realizar en Venezuela elecciones libres y transparentes que nos conduzcan a una transición política, sobre todo a la luz de la reciente ola de represión contra dirigentes políticos y sociales y de las “exigencias” de Maduro para iniciar esa negociación.

Al respecto hay que decir lo siguiente: los primeros interesados en lograr un acuerdo nacional integral, para lo cual una de las vías necesarias es la de la negociación, somos quienes aspiramos a un cambio en el país. Si la dictadura se sienta a negociar no será nunca porque quiera, sino porque se generaron las condiciones políticas y sociales que hacen que se vea obligado a hacerlo.

La verborrea amenazadora de la oligarquía oficialista y la ola de represión y persecución que han reiniciado es porque no quieren estar en ninguna instancia donde se discuta su permanencia en el poder, porque le tienen pavor  a cualquier posibilidad de negociación, y lo que buscan es desalentar la lucha por el objetivo nacional, que es la consecución de elecciones libres, justas y transparentes para lograr una transición pacífica, constitucional y viable.  Es entonces un contrasentido lógico (aunque se entienda lo difícil de lo que tenemos por delante) que dadas las amenazas y acciones del régimen, entonces nuestra respuesta sea pensar que la propuesta de un acuerdo político nacional ya no sirve y abandonar los esfuerzos por obligar a la dictadura –no porque quiera, sino porque no pueda evitarlo– a una negociación seria, con mediación internacional. De nuevo, no es que las 3 condiciones de Maduro para sentarse a negociar hacen ahora que el acuerdo y la negociación no sirvan. Al contrario, ahora es cuando más hay que luchar por ellos,  porque desde el poder están haciendo todo lo posible para huirles.

Además, ante la preocupación hasta cierto punto lógica de muchos, de cómo puede existir una salida negociada con los autores de tantas violaciones de los derechos humanos, la respuesta es que justamente por ello. Las negociaciones políticas se hacen con el adversario, con los amigos no hace falta. Precisamente porque hay negación sistemática y planificada de los derechos humanos, porque hay represión, injusticia y explotación de las personas, porque se ha documentado hasta la saciedad la cantidad de violaciones a la dignidad de las personas y la obscena lista de tratos crueles, inhumanos y degradantes hacia hermanos nuestros, es justamente por lo que estamos luchando para generar las condiciones que obliguen a  una salida viable y permanente, que –para ser así- solo puede ser producto de una negociación.

El segundo de los temas –entre varios– que preocupa a mucha gente es cómo construir la necesaria presión cívica interna (indispensable para generar las condiciones políticas y sociales que obligue a una negociación por parte de la dictadura) dadas las múltiples necesidades básicas de supervivencia, la inmovilización obligada por la pandemia, la represión gubernamental, las crecientes dificultades para reunirse y, en general, las cada vez más hostiles condiciones de vida de los venezolanos que atentan contra los intentos de organización popular.

Por supuesto, esta ineludible tarea de construcción progresiva de presión cívica es complicada y difícil, como toda lucha contra una dictadura. La oligarquía oficialista ha sido muy exitosa en incomunicarnos, en invisibilizarnos, la gente no sabe qué están haciendo los demás y termina creyendo que nada pasa, en un país donde al contrario pasan muchas cosas y todos los días. Entonces lo primero que tenemos que hacer es tratar de encontrarnos, tratar de organizarnos, lo cual pasa en primer lugar por enterarse de lo que hace el otro y apoyarle.

En la reciente experiencia de los 144 encuentros regionales “Las ideas de todos” organizados por el Frente Amplio Venezuela Libre, realizados en todos los estados sin excepción, y cuyos resultados serán dados pronto a conocer y presentados al país, no solo se compartía qué actividades recientes venía desarrollando cada uno de los sectores (universidades, sector salud, trabajadores, comunidades organizadas, organizaciones de derechos humanos y partidos políticos) sino que una de las tareas de los Encuentros era realizar unidos (con sectores y organizaciones que tenían tiempo sin sentarse juntos) alguna actividad colectiva de presión cívica. Y a pesar de todo (la pandemia, las semanas de radicalización, la represión) todos lo pudieron hacer. Así, por ejemplo, algunos dictaron clases a niños y jóvenes de zonas vulnerables y les llevaron libros y material didáctico, mientras que otros hicieron que su localidad amaneciera con pancartas en varios lugares con un mismo mensaje. Algunos recurrieron a la práctica de pintar con limpiador de zapatos vidrios de los carros con el permiso de los conductores, sin que hubiese contacto físico con ellos, mientras otros llevaron una corona fúnebre a una plaza pública para denunciar la cantidad de personal médico y sanitario que ha fallecido. Hubo quienes elaboraron documentos para visitar e intercambiar ideas con actores claves de la región como la Iglesia o los principales medios de comunicación, y hubo quienes optaron por transmitir mensajes con unas láminas que iban pasando a la gente que transitaba por la plaza principal de la localidad, con la debida distancia social y sin ningún tipo de contacto físico.

En los citados Encuentros regionales nos sorprendió no solo la cantidad de cosas que sectores sociales hacían sin que los demás se enteraran, sino la creatividad y decisión de muchas organizaciones aguas abajo. Por eso es importante insistir: si no hubiera condiciones de vida tan difíciles, si no nos hubieran expropiado la vida y reducirla a una simple lucha por la supervivencia, no haría falta construir entonces presión cívica interna para cambiar esa situación. Por ello, y aunque difícil, no pueden ser lo cruda y hostil de las dificultades la excusa para no organizarnos.

De nuevo, la primera tarea de todos y cada uno es encontrarnos para visibilizar lo que cada quien está haciendo, para apoyar lo que hace el otro. Porque al apoyarnos los unos a los otros empezamos a hacernos más fuertes y ese es el germen de la construcción de una poderosa presión ciudadana. Nadie –mucho menos la dictadura– nos debe sacar de este camino. Y lo que veremos es que cada vez que avanzamos por esa vía hacia acercarnos al objetivo estratégico de la liberación, del lado de los explotadores van a patalear, amenazar, gritar y reprimir, señal inequívoca de que ese es el camino.

@angeloropeza182


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